Kraus, en el centro, tiene una enorme pústula sobre su hocico, donde le mordió la víbora

Miedo a las víboras en Zabalgana

Vecinos del sector de Aldaia alertan de la presencia de estos animales en las parcelas sin segar y de varios ataques a perros

Daniel González

Domingo, 3 de julio 2016, 03:40

Una enorme pústula cubre el hocico de Kraus, ocultando los dos agujeros que le hicieron los colmillos de la víbora que le picó la madrugada del pasado lunes. Desde que recibió la picadura, el día a día de este perro no ha estado exento de sufrimiento. Pero Raúl, su dueño, respira aliviado al verle de nuevo a pleno rendimiento en la calle. «Hemos tenido suerte, igual no le inoculó mucho veneno, pero si le llega a picar a nuestra otra perra habría muerto, está muy delicada», cuenta a EL CORREO este vecino del sector de Aldaia, en Zabalgana.

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El ataque fue toda una sorpresa. «Se quedó sentado en el suelo, como un poco aturdido, y luego fue corriendo donde mi chavala, a refugiarse entre sus piernas. Como era de noche, no supimos lo que le había picado hasta que fuimos al veterinario», describe. Al verle el hocico hinchado, sospechó que se trataba de una espiga que se le había clavado, pero a la mañana "«la herida se estaba abriendo, se había necrosado». En la consulta de su veterinario, en Miranda de Ebro, este can de dos años y medio tuvo que recibir «dos inyecciones, antibióticos». Ahora sale a la calle protegido por un collar isabelino, y su dueño no sabe bien cuándo sanará del todo.

Él aún no comprende cómo han llegado a la situación de convivir con estas serpientes justo a las puertas de sus portales. «Una vecina mía se ha encontrado dos veces con víboras en la acera cuando va hacia el puente de Ali, y ha habido varios avistamientos más. Pero también han atacado, como mínimo, a otros tres perros», apunta. Aun así, sabe que el grueso de los problemas se localiza en la zona de la calle Pablo Picasso, donde hay dos grandes parcelas sin segar en las que la hierba roza el medio metro de altura. «La gente no las ve porque se mete en la campa, sino porque están saliendo de allí», alerta.

La proximidad con el parque de Zabalgana, a pocos cientos de metros, permite que algunas serpientes entren en el núcleo urbano. Y la falta de siega les ha brindado un refugio perfecto. «No son sólo estas campas, sino todos los jardines. No han cortado el césped, y el año pasado estas parcelas estaban cortadas, también los jardines, las rotondas», analiza Raúl. Por ello, él reclama al Ayuntamiento «que sanee la zona». Y no es el único vecino en pedirlo. «Por aquí hay muchos niños, tenemos parques infantiles al lado donde juegan. Y a alguno le acabará picando», avisa Carolina.

Parques con niños

Ella es una de las que se ha topado con estas serpientes. Jugaba con su sobrino de dos años a la pelota en un parque cercano, y al ir a recogerla entre los bancos descubrió al animal «a sólo 20 centímetros de mi mano». Estaba al lado del balón, y le dio una patada para alejarla de la víbora. Pero, más que el susto, lo que le duele es que «si va el crío igual le pica en la mano». Esta residente recuerda bien su aspecto, «de unos 40 centímetros y de un color pardusco, tirando entre amarillo y gris, con marcas negras en la piel».

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Y el susto lo tiene grabado a fuego. «Por suerte le quité la pelota y no se movió. Pero si llega a saltar y me pica, tendría que haber ido a urgencias», valora. Ella asegura que ha llamado al Ayuntamiento para dar parte, y no es la única del vecindario que lo ha hecho. «Me dijeron que habían recibido un montón de avisos de avistamientos y de picaduras. El jueves mismo picaron a otro perro, y no sé si están esperando a que le pique a algún niño para hacer algo. Pero, dependiendo de cómo sea la reacción al veneno, puede ser muy grave», apunta.

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