La inscripción: "Ya veo que no intereso".

Vitoria destierra a las musas

Un céntrico galerista expresa en su escaparate la frustración de todo un colectivo. La ciudad da la espalda al arte. Pan y circo, brama.

Icíar Ochoa de Olano

Viernes, 12 de septiembre 2014, 02:46

Si Amárica, Díaz Olano y sus pinceles levantaran el tupé, dieran una vuelta de reconocimiento por su ciudad natal y comprobaran lo poco que pinta, expresarían su pavor con una réplica a la alavesa del icónico grito de Munch. Para llegar a ese angustioso estado no les haría falta un informe que recoja el fiasco del mayor proyecto de impulso a la creación artística, como fue Krea, tras la multimillonaria renovación del convento de Betoño; o la ligadura de trompas practicada a la sala a la que da nombre el Monet vitoriano; o el goteo chino de cierres de galerías de arte en la última década hasta quedar únicamente cinco jabatos que sobreviven a duras penas a la tortura psicológica y económica; o la encriptada afluencia de público anual a Artium, la más importante apuesta por el arte contemporáneo de las instituciones alavesas en el último siglo, demasiado raquítica, demasiado penosa como para hacerla pública.

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Tampoco precisarían el balance de su hermano mayor, el Museo de Bellas Artes de Álava, en donde el propio Amárica exhibe gran parte de su obra, junto a Darío de Regoyos o a Zuloaga. Tan elegante, tan ninguneado, tan regular en su condición de colista en el ranking de centros provinciales menos visitados de España, un año tras otro. Menos aún requerirían un vistazo por escrito a la actividad que registran la media docena de este tipo de equipamientos de titularidad pública distribuidos por la ciudad. La mitad de ellos, propiedad de la aún llamada Obra Social de la Vital, que gestiona en Postas, con indisimulado orgullo, la sala de exposiciones más visitada de largo de Vitoria -por encima de Artium- y una de las mas exitosas de toda la comunidad autónoma, gracias a su decidida apuesta por las vanguardias, como demuestran sus últimos exposiciones 'Y tiro porque me toca. Juegos de mesa', 'Conmemoración del Bicentenario de la Batalla de Vitoria', 'Baby boom. Juguetes para todos' o la actual, de autobombo, sobre los cincuenta años de trayectoria de su Fundación Sancho El Sabio.

Amárica y Díaz Olano no necesitarían ninguna estadística para constatar el portazo que los vitorianos han dado al mundo del arte. Más aún si es contemporáneo. Hay imágenes más elocuentes que mil palabras. Sobre todo, cuando lo que ilustran es desesperación. El otro día la brindaba el cristal del escaparate de una céntrica galería de arte: 'Ya veo que no intereso a nadie'. Así, en letras negras y claras, se desahogaba su propietario ante un río de peatones ensimismado en sus quehaceres diarios.

Los tiempos para la lírica se esfumaron hace tiempo por los respiraderos de la crisis, la Green Gastronomic City y la ambición intelectual que demuestran cada fin de semana los cerca de 20.000 ciudadanos que se encierran, bien en Mendizorroza, bien en el Buesa Arena, para fundirse en una masa vociferante. Los pintores de Vitoria se han quedado sin musas ni ganas de Carnaval. Una mayoría las ha cambiado por cheer-leaders. Dale al pueblo lo que pide el pueblo. Y este pide pan y circo. Para gozo de sus dirigentes, pasa de alas, no vaya a ser que pueda volar.

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