Javier Maroto, ante las obras de la estación.

El blues del autobús de Maroto

¿Torpeza, provocación o peloteo? Estas son las hipótesis de la razones que llevaron al alcalde a proponer que su proyecto estrella se bautizara como el ex presidente Suárez

Icíar Ochoa de Olano

Lunes, 5 de mayo 2014, 16:41

La psicología define las motivaciones como el conjunto de impulsos que mueve a las personas a emprender determinadas acciones. Las distingue entre las de naturaleza biológica -léase, respirar, comer, practicar el sexo, ir al baño o dormir- y las psicosociales, vinculadas a la necesidad de seguridad, de aprobación, de lograr poder o, simplemente, de conseguir cariño. Al parecer, la disciplina de Freud no considera las motivaciones de índole política como un apartado en sí mismo, lo cual es una lástima porque, entonces, podríamos identificar y poner nombre al compendio de estímulos que impulsó al alcalde Maroto, hace una semana, a bautizar la nonata estación de autobuses -la única que tendrá en su día Vitoria- y a hacerlo con el nombre del presidente Suárez, sin necesidad de tener que elucubrar.

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Pero, a falta de pan, buenas son tortas. La primera hipótesis es que el acicate desencadenante de la decisión tuviera un origen más o menos emocional. Es decir, que el regidor se hipersensibilizara con el fogonazo del fallecimiento del olvidado político que pilotó la Transición democrática y del masivo acto de contricción que protagonizó buena parte del país durante sus exequias. Iluminado, al parecer, por colegas externos al Ayuntamiento, y en un nuevo acto de oportunismo mediático, el presidente de la Corporación quiso surfear la ola sin pensar en la resaca. Lo que se dice una soberana torpeza.

La segunda teoría se sustenta sobre la suposición de que Maroto tenga un traje de provocador, se lo pusiera y buscara con su farol autobusero el autorretrato del PNV de Gorka Urtaran, cuyo partido estuvo presente en los funerales de Suárez a través del propio lehendakari Urkullu, y también del PSE de Patxi Lazcoz, después de la ola unánime que los partidos de una orilla y de la otra formaron ante el desaparecido político. La estrategia, ya es oficial, ha hecho aguas. Aunque discreto, jeltzales y socialistas llevaban juego en sus medidas y conservadoras reacciones de rechazo. Lo suficiente para desbaratar el órdago del corregidor.

El último supuesto, pero no por ello descabellado, dibuja al Maroto pelota. Mirado de reojo y con suspicacia desde su partido en Madrid por sus declaraciones en contra del 'fracking' y a favor del cierre de la central nuclear de Garoña, el alcalde podría haber utilizado la estratagema 'autocares-Suárez' como una especie de machada ante la cúpula de Génova. Algo así como 'el único mandatario del PP en el País Vasco, con un par, homenajeando a un presidente español en su proyecto estrella de la legislatura'. Y, por lo bajini, 'no vaya a ser que Gorka Urtaran me adelante por la derecha en los comicios de 2015 y me quede a vestir los mismos santos que mi antecesor'.

Patinazo, estrategia o camelo. O, quizá, un poco de las tres. Lo cierto es que la versión de Maroto del 'Blues del autobús' le ha servido, al menos, para envolver en una nube de humo el feo caso del abusivo alquiler del polémico local de San Antonio durante unos días.

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