Jupp Heynckes cierra el círculo
El Bayern confía su proyecto deportivo a la experiencia, la ambición y el buen gusto futbolístico del extécnico alemán del Athletic
JON AGIRIANO
Lunes, 4 de abril 2011, 10:04
A sus 65 años, cuando todo parecía indicar que terminaría su larga carrera como entrenador en el Bayer Leverkusen, Jupp Heynckes aceptó la semana pasada una oferta del Bayern de Munich para las dos próximas temporadas. Los que le conocen sabían que, tras un breve proceso de reflexión y el inevitable intercambio de opiniones con Iris, su mujer desde hace 44 años, el técnico renano contestaría afirmativamente a la propuesta de su amigo Uli Hoeness. Y ello por tres razones fundamentales. La primera es que Heynckes nunca ha sabido decirle que no al Bayern, la primera institución deportiva de su país y una de las más grandes y prestigiosas del mundo. La segunda es que no podía imaginar un mejor broche a su carrera como entrenador, una larga singladura que comenzó hace ya 22 años, en 1979, cuando tras colgar las botas cogió las riendas de su equipo de toda la vida, el Borussia Mönchengladbach. Y la tercera -last but not least-, que si hay una palabra que define la carrera de esta leyenda del fútbol germano esa es ambición. 'Ehrgeiz', dicho en alemán.
En el sótano de su casa de Mönchengladbach, Jupp Heynckes tenía hace años -y quizá lo conserve- un gran póster del Borussia correspondiente a la temporada 1985-86. Él aparecía en la parte izquierda de la imagen, sosteniendo a duras penas tres grandes trofeos. Si uno acercaba un poco la vista, comprobaba que se trataba de un montaje. Las copas que sostenían estaban recortadas y pegadas sobre su figura. Era una broma que se explicaba leyendo la inscripción que aparecía en la parte superior del póster. «Jupps traum», decía. El sueño de Jupp. «Me hicieron eso porque era muy ambicioso y quería ganarlo todo», se reía ante este cronista, a mediados de junio de 2001, el que iba a ser técnico del Athletic unos días después.
Heynckes nunca ha podido resistirse a la tentación de un gran reto. El primero que se impuso fue el de ser un gran futbolista profesional y su éxito en este empeño fue mucho mayor del que cualquiera podía esperar. Se convirtió en uno de los mitos del fútbol alemán, fue campeón de Europa en 1972 y del mundo en 1974 con su selección, lideró al gran Borussia de los setenta y todavía es el tercer máximo goleador de la historia de la Bundesliga (220 goles). Y lo cierto es que no lo tuvo nada fácil para triunfar. Todo lo contrario. Un breve repaso a su biografía ayuda a entenderlo. Jupp Heynckes nació el 9 de mayo de 1945, un día después de que acabara la Segunda Guerra Mundial, en Holt, un pequeño pueblo cercano a Mönchengladbach. Su padre era herrero y su madre regentaba una tienda de ultramarinos. Tuvieron diez hijos, de los cuales siete nacieron durante la guerra. El dato obliga a pensar en una cuestión que Heynckes siempre ha destacado con mucho orgullo: fue en su propia casa, durante la terrible postguerra alemana, donde aprendió a no rendirse nunca.
Desafío en Bilbao
No es extraño que le gustaran los desafíos. Uno de los más grandes de su vida deportiva le llevó al Athletic en 1992. Para entonces, ya era un clásico en los banquillos de la Bundesliga. Había dirigido 8 temporadas al Borussia y 4 al Bayern de Munich, en ambos casos sucediendo en el cargo a Udo Lattek. Con el equipo bávaro había logrado dos títulos de Liga. Concluida su etapa con los muniqueses, Heynckes estaba abierto a nuevas experiencias. Todo lo que fuera continuar en Alemania tras haber dirigido al primer club del país representaba para él un paso atrás, así que tampoco descartaba una aventura en el extranjero. Lo del Athletic, sin embargo, fue una sorpresa para todos.
José Julián Lertxundi lo recuerda bien. «Nosotros queríamos dar un cambio radical al equipo para la siguiente temporada y barajamos varios nombres. Fue Gunter Netzer, que había sido compañero de Jupp en el Borussia, el que nos dijo que estaba libre. Fernando Ochoa hizo el primer contacto y se reunió con él en su casa. A raíz de esa primera toma de contacto, a finales de marzo, Jupp llamó a Johan Cruyff, que era amigo suyo, y le pidió referencias del Athletic. Cruyff le dio todas las garantías y él se animó a vernos un partido. Fue en Sarriá. Y fue tan malo que, tras volver a Alemania, nos llamó para agradecernos la confianza y declinar nuestra oferta. Pero le convencimos de que viera al equipo en San Mamés la semana siguiente. Era un derbi contra la Real. Ganamos 2-1 y lo que vio le debió gustar porque cambió de opinión radicalmente», recuerda el expresidente rojiblanco, que sigue conservando la amistad con Heynckes. «Un extraordinario profesional, muy serio y estricto. Y lleva al Athletic en el corazón», dice de él.
El técnico de Holt estuvo dos temporadas en Bilbao y su labor en aquella primera etapa en el banquillo de San Mamés se sigue recordando con admiración. Aparte de hacer debutar a grandes promesas como Julen Guerrero o Aitor Karanka, trajo un aire fresco de modernidad a un equipo decaído. Renovó la plantilla y el Athletic acabó haciendo un fútbol magnífico en amplias fases del campeonato. Una generación de futbolistas que había crecido en Lezama admirando al último Athletic campeón y, al llegar al primer equipo, se había encontrado con más desprecio que admiración -Clemente les animó a su manera tildándoles de «mingafrías»- se clasificó para la UEFA y, sobre todo, disfrutó con el juego de una manera que todavía les produce una cierta melancolía. Josu Urrutia fue uno de los preferidos del alemán. «Aprendimos mucho con él. Y yo la verdad es que disfruté. Tenía un plan muy claro. Recuerdo que a veces ejecutabas unos ejercicios y no sabías bien la finalidad. Pero luego, llegaba el partido, y en el campo te dabas cuenta de por qué los habías hecho. El juego fluía y cogías muchos automatismos», explica.
Weisweller y Lattek
El librillo de Jupp Heynckes apenas ha variado en sus más de dos décadas casi ininterrumpidas en los banquillos -unos problemas de salud le apartaron entre 2006 y 2009-, al frente de clubes tan dispares como Tenerife, Real Madrid, Benfica, Athletic, al que volvió entre 2001 y 2003, Eintrach de Frankfurt, Schalke 04, Borussia, Bayer Leverkusen y Bayern de Munich. Ha obtenido algunos éxitos inolvidables -ahí está la famosa séptima Copa de Europa con el Real Madrid-, pero su mayor éxito puede que sea haber llegado a los 65 años siendo una garantía de profesionalidad y de buen fútbol.
Se ha llegado a decir que su propuesta de juego no es muy alemana, pero se trata de un error de apreciación. O de desconocimiento de lo que fue el fútbol germano antes de vender su alma a la fuerza bruta en los años ochenta. Heynckes bebió en las fuentes de Weisweller y Lattek, y creció admirando a su admirable vecino, el Ajax de Rinus Michels, y al Brasil del 70. Nunca le ha faltado buen gusto. Y mucho menos, ambición.