«Cantar algo que no te gusta es un fraude»

Apasionada y exquisita. Así es la voz y la personalidad de Fiorenza Cedolins, una de las grandes sopranos del momento que no oculta su preocupación por los efectos que puede tener la actual crisis económica en la cultura. «Hay que abandonar lo superfluo y garantizar la calidad», sentencia.

Su carrera está ligada a Bilbao, ya que hizo su debut en España en esta ciudad y en los últimos años es una habitual de la temporada de la ABAO. Hoy 'reinará' sobre el escenario del Arriaga, donde dará un recital con piezas de Puccini, Verdi y Cilea. Experta verdiana, estrenará dos arias de 'Un Ballo in Maschera', la última ópera incorporada a su repertorio. La acompañará la pianista bielorrusa Inessa Filistovich.

- Desde el inicio de su carrera ha apostado por papeles de mujeres fuertes. ¿Siente una predilección por ellas? ¿qué le aportan?

- El arte es una forma de psicoterapia. Los artistas buscamos en esos personajes una forma de salir, una fuga de la vida real que es muy dura. Por ello me interesan las mujeres en las que puedo encontrar algún significado.

- Como artista, al margen de la obligada técnica, ¿dónde coloca la pasión? ¿en el personaje? ¿en el autor?

- La pasión sale de la propia música. Los compositores necesitan estar enamorados del personaje para poder escribir esa gran música. El cantante es parte activa de la creación musical y tiene la responsabilidad de dar vida a la música. Tenemos que ser honestos, ya que resultaría un fraude cantar algo que no te gusta. Tienes que estar totalmente enamorada de la música y del personaje para que éste exista en el escenario. No debemos actuar, debemos ser. El trabajo de un gran artista es lograr leer bajo el texto, decir lo que no se dice explícitamente.

- Es la música la que habla.

- Efectivamente, muchas veces el libreto no es más que una excusa. Dice una cosa, cuando la realidad es otra. 'Norma' es un buen ejemplo de ello. Se trata de una mujer que vive cuatro vidas encontradas, como una esquizofrenia. Todo esto debe estar muy presente a la hora de interpretar un personaje.

- Este esfuerzo físico y mental ¿pasa factura en la salud del cantante?

- Por supuesto. Después de mi último estreno de 'Madama Butterfly', que tuvo una puesta en escena muy fuerte, estuve tres meses agotada, sin energía mental. Hay que tener en cuenta que lo que sufre el personaje lo sufrimos nosotros. Al final se supera y se metaboliza.

Tiempo de cambios

- El mundo de la ópera se está moviendo. Estamos en un momento de crisis económica, los teatros ajustan presupuestos, el público pide cada vez espectáculos más cortos, las obras se retransmiten a varias salas... ¿cómo lo ve?

- Es cierto, la ópera está cambiando. Hay que buscar nuevas vías que aseguren la calidad de los espectáculos reduciendo los gastos. En estos momentos las obras de gran repertorio, como 'Aida', implican un desembolso enorme. En momentos de crisis hay que mantener las bases de la cultura y renunciar a lo accesorio. No podemos olvidar que somos herederos de un patrimonio musical y tenemos la responsabilidad de transmitirlo. Durante la Segunda Guerra Mundial los teatros funcionaban con lo básico, pero la gran música seguía. Yo he cantado en Croacia durante la guerra, con la línea del frente a un kilómetro, pero la gente seguía acudiendo al teatro, necesitaba estar cerca de la cultura.

- ¿Cree que hay peligro de que ese fluir de la cultura se corte?

- Sí, porque hay una tendencia a ahorrar dinero a costa de la calidad. Un espectador que ha escuchado dos o tres veces una mala interpretación de Verdi o Puccini cree que es así. Se acostumbra a lo malo. Es lo mismo que una mala restauración de un cuadro; después los colores se han perdido para siempre.