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Johan Theorin posa en la Embajada de Suecia en Madrid. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
CULTURA

«Escribir sobre el mal es el modo de asimilar una violencia repentina e inesperada»

Johan Theorin. NovelistaPublica 'La hora de las sombras', un relato sobre la desaparición de un niño, avalado por numerosos premios internacionales

CÉSAR COCA c.coca@diario-elcorreo.com

Lunes, 14 de junio 2010, 11:21

Johan Theorin (Gotemburgo, 1963) ha sido el último en llegar al brillante grupo de escritores suecos que dominan de forma apabullante la novela negra. Pero este narrador de ritmo tranquilo, más interesado por contar lo que pasa en el interior de sus personajes que en sacar un conejo de la chistera en cada capítulo, viene avalado por espectaculares cifras de ventas y por numerosos premios y distinciones: 'La hora de las sombras' (Ed. Mondadori), la primera de sus novelas que se traduce al español, ha recibido el Nacional de Literatura del género en su país; el Dagger británico, que es el más relevante para una novela negra a nivel internacional, y ha sido elegida por 'The Guardian' como una de las diez mejores obras del año. Grandes honores para un escritor tímido, que se ha sumergido en el drama de la desaparición de un niño y las historias ocultas en un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce. O cree conocerse. Del mal y la violencia y de cómo escribir puede ser una manera de superarlos habla en esta entrevista concedida durante su estancia en Madrid para presentar la novela.

- Hablar de escritores suecos ahora equivale a hacerlo de novela negra. ¿Han creado ustedes un ecosistema literario?

- Supongo que nos hemos inspirado unos a otros. Todos somos grandes lectores de novelas de misterio. Cuando empezamos a escribir, lo hacíamos para divertirnos, quizá porque queríamos aportar algo diferente...

- Un libro muy famoso hace unas décadas su titulaba 'Suecia, infierno y paraíso'. Ya conocíamos el alto nivel de renta de su país, su justicia social, su Estado del Bienestar... el paraíso. ¿Ustedes nos muestran el infierno?

- Es peligroso catalogar a los países como paraísos o infiernos. Las cosas suelen ser bastante más complejas. Si usted viaja a Suecia en invierno, su coche se queda parado en mitad de una ventisca y al cabo de un rato tropieza con un conductor malhumorado que no le ayuda, pensará que el país es el infierno. Pero si va en verano, hace bueno y conoce gente simpática, le parecerá estupendo. Es como todo en la vida: depende de las circunstancias.

- En los libros de todos los autores de su generación hay más de lo primero que de lo segundo...

- Sí, pero también aparecen policías bastante eficaces que a veces logran detener a los asesinos y otras no lo consiguen pero siguen intentándolo. Y hay servicios médicos donde atienden bien a las víctimas. La mayor parte de las cosas funcionan bien, en el país y en nuestras novelas.

- Pero hay violencia.

- Sí, desde el asesinato de Olof Palme, en 1986, la ha habido. En 2003, la ministra de Exteriores Anna Lindh fue apuñalada y murió. Escribir sobre el mal es el modo de asimilar el trauma de una violencia repentina e inesperada.

- En otros países ha habido terrorismo, crímenes de Estado, y no ha aparecido una corriente literaria así. ¿Por qué en Suecia?

- El crimen de Palme fue un shock. En Suecia no había habido asesinatos políticos desde la muerte de Gustavo III, en 1792. Cuando mataron a Palme yo estaba en EE UU. Alguien me lo contó y pensé que se trataba de un error. No podía ser real, no me lo creía. Pero era cierto. Ahí surgió todo. Luego Mankell empezó a escribir y otros seguimos. No ha sido una casualidad.

- En su novela aparecen, aunque sea de forma tangencial, leyendas sobre duendes y fantasmas. Sorprende en un país tan avanzado tecnológicamente, tan racional.

- Mis abuelos contaban esas historias. Decían que habían visto duendes y fantasmas. Hay una tradición literaria en Suecia en la que esos elementos se combinan con otros mucho más realistas. Mire lo que sucede con Selma Lagerlöf: ella escribía de cosas que había oído. Ahora bien, es cierto que la literatura sueca ha estado dominada durante mucho tiempo por un gran realismo. Incluso ahora hay críticos que no aceptan fácilmente que escribamos sobre esas leyendas. Yo lo hago porque no tengo otra opción: proceden de mi infancia.

- ¿Su trabajo como periodista le sirvió para conocer historias que luego ha utilizado para los libros?

- Nunca trabajé en la sección de Sucesos, pero fue en esa época de mi trabajo como periodista cuando conocí una historia que aparece en este libro. En una entrevista, un señor mayor me contó que en su pueblo ocurrió un crimen y el autor del mismo huyó a Sudamérica con la ayuda de sus padres. Durante diez años, los padres recibían de vez en cuando postales sin remitente de distintos lugares. Entonces, un día llegó un ataúd en el que se suponía que estaban sus restos, y fue enterrado en el cementerio local. Pero las postales seguían llegando, así que en el pueblo se preguntaban si el ataúd no estaría lleno de piedras. De ahí surge la idea de 'La hora de las sombras'.

El crimen más horrendo

- Un libro que arranca con la desaparición de un niño. ¿Es el más horrendo de los crímenes?

- Soy padre de una hija y he escrito desde mi propio miedo. Aunque también la desaparición del niño es un símbolo de mi dolor. Mientras estaba escribiendo el libro, uno de mis amigos se suicidó. Por eso el niño es también él. Hice mi duelo y mi terapia escribiendo.

- Las vidas de los padres y los abuelos del niño quedan destrozadas; incluso de manera indirecta se culpan unos a otros de su desaparición. Ha tocado usted el aspecto más frágil de las personas.

- Es que cuando algo así pasa suceden todas esas cosas. No tener respuestas, no saber si está vivo o muerto, qué le ha sucedido, es una tortura. Es mejor hallar el cuerpo y saber qué ocurrió, aunque sea algo tan terrible como un asesinato. Me parece que esto enlaza con lo que hablábamos antes. El crimen de Palme está sin resolver y por eso en mi país la gente sigue obsesionada.

- Un niño desaparecido y un paisaje desolado y deshabitado, con nieblas o azotado por fuertes vientos. Casi otro personaje más.

- Sí, el paisaje es muy importante. Este tipo de espacios en los que conviven tan pocos personajes adquieren un gran protagonismo porque permiten además una acción dramática más intensa. Esa era mi intención.

- Su novela está ambientada en un pueblo en el que todos se conocen muy bien. ¿Es precisamente en esos espacios donde se cometen los peores crímenes?

- En mis libros, todo sucede en espacios muy abiertos, donde apenas hay gente y por tanto es más fácil cometer un crimen y que no te pillen. Pero tiene razón: los crímenes más violentos suceden entre personas que se conocen. En la ciudad son más aleatorios. A veces los crímenes surgen de peleas entre desconocidos. En el campo, las cosas se cuecen durante décadas. Un hermano de mi abuelo tenía fama de que no había olvidado ningún agravio. Una vez, a los 20 años, fue objeto de una grosería en una tienda, y a los 70 seguía sin entrar en ella y recordaba a quien quisiera oírlo lo que le habían hecho.

- Al final del volumen incluye fotografías del lugar y de algunos de sus familiares, que vivieron allí. ¿Se ha inspirado en ellos?

- Mi abuelo era capitán de barco, como Gerlof, el abuelo del niño desaparecido. Murió cuando yo era pequeño, así que es una forma de hablar con él a través de la historia que cuento. Además, me ha pasado una cosa muy curiosa: mucha gente que conoció a mi abuelo se ha puesto en contacto conmigo tras leer el libro para contarme cómo era o qué recuerdos tenían de él.

Cuestión de ritmo

- Los jóvenes de hoy lo quieren saber todo muy rápido, pero las cosas llevan su tiempo. Lo dice uno de los personajes. Su novela es también así: un relato detallado, sin prisas, sin que haya un golpe de efecto en cada capítulo.

- Esa frase es una de las claves de la novela. Las cosas llevan su tiempo, y en el campo, más. Y si se habla de gente mayor, mucho más todavía. Los mayores tienen mucho tiempo. Por eso, Gerlof quiere que su hija baje el ritmo. Ella desea saber qué ocurrió con su hijo y quiere saberlo de inmediato, sin darse cuenta de que quizá no pueda asimilar toda la historia de golpe.

- Y usted lo usa como técnica narrativa.

- Sí. Mi novela quizá se diferencia de otras que pueden parecer similares en que además de la indagación sobre el caso del niño desaparecido hay muchas más cosas, más elementos que están en el interior de las personas, en la forma en que asumen los hechos. Como autor, me apetece más llegar a conocer bien a una persona. No me gustan esas fiestas en las que saludas a mucha gente, hablas con muchos pero no llegas a profundizar con nadie. No soy muy de fiestas, tampoco en la literatura.

- Ahora está enfrascado en un ciclo sobre Öland, la isla donde transcurre la acción de esta novela. ¿Qué tienen en común los cuatro títulos que lo componen?

- El personaje de Gerlof, el abuelo, es el nexo de unión. Él es, en cierto modo, quien resuelve los casos y el vínculo entre la actualidad y la vieja Öland, la isla tal y como era antes de la llegada masiva de los turistas en verano. Pero son historias muy distintas. En el segundo libro hay más leyendas de fantasmas y el tercero gira en torno al amor.

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