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Imagen del edificio en el que residía Bin Laden./ Afp
La muerte de Bin Laden (versión no oficial)
el fin del terrorista más buscado

La muerte de Bin Laden (versión no oficial)

El estreno de la película de Kathryn Bigelow devuelve a la actualidad la operación que consiguió acabar con Osama Bin Laden. Uno de los Seals que participó cuenta en un libro su versión de lo ocurrido

JON GARAY

Lunes, 7 de enero 2013, 13:24

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El 1 de mayo de 2011 Estados Unidos cerró en parte una herida que sangraba desde hacía casi una década, desde que las Torres Gemelas y el Pentágono fueran atacados por suicidas de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001. Diez años de persecuciones y de operaciones fallidas, de perseguir a un fantasma escurridizo como pocos, culminaron con una operación que acabó con la vida de Osama Bin Laden a manos de un comando Seal. El estreno de la película de Kathryn Bigelow La noche más oscura trae de nuevo a la actualidad aquella operación. Y un libro publicado a finales del año pasado en Estados Unidos y recientemente llegado a España cuenta una versión muy diferente a la ofrecida por Obama y su equipo. Una visión mucho menos heroica de uno de esos soldados de élite que mataron al hombre más buscado del mundo desde aquellos días de infausto recuerdo.

Mark Owen, pseudónimo de Matt Bissonnette, entró a formar parte del Team Six, la crème de la crème de los Seals, en 2005. Con experiencia de combate en Irak y Afganistán, fue uno de los 24 elegidos (22 soldados, un artificiero y un intérprete de la CIA) para acabar con Gerónimo, apelativo con el que se referían a Bin Laden. Una vía todavía más expeditiva había sido ya descartada: un ataque con 32 bombas inteligentes de 2.000 libras (casi una tonelada) que duraría un minuto y medio y que no dejaría títere con cabeza. Finalmente apostaron por este unidad creada en 1980 tras el estrepitoso fracaso en el asalto a la embajada estadounidense en Teherán que en buena medida le costaría la reelección a Jimmy Carter. En esta ocasión, Obama se beneficiaría de ella para lograr su segundo mandato.

El plan no era más complicado que las decenas de operaciones llevadas a cabo por estos experimentados soldados. Volarían desde una base en Afganistán en dos helicópteros Black Hawk, en compañía de otros dos aparatos para repostar, hasta la ciudad pakistaní de Abbottabad, localidad turística donde se emplazaba una academia militar que no supo o no quiso saber de la presencia de Bin Laden. La diplomacia jugaba aquí un papel crucial. Se suponía que Pakistán era un aliado de Estados Unidos en la lucha contra los talibanes y Al Qaeda. Si el comando fuera interceptado, muchas serían las explicaciones que habría que dar (esta circunstancia estaba también prevista: argumentarían que un avión inteligente se había estrellado y debían recuperarlo, una explicación que los propios soldados tacharon de ridícula. Cosas de la CIA, pensaban).

Accidente de uno de los helicópteros

Gerónimo residía en un complejo de unos 4.000 metros cuadrados guarecido tras altos muros. Los servicios de inteligencia le situaban en el tercer piso del edificio principal. Conocían con detalle todos los exteriores, incluso hasta si las puertas se abrían hacia dentro o hacia fuera. Pero no tenían ni la menor idea del interior. El asalto comenzó mal. El primer de los helicópteros (Tiza Uno) debía dejar a los hombres sobre un patio interior para que asaltaran uno de los edificios adyacentes, pero por circunstancias que no se explican en el libro, acabó estrellándose. Por suerte para sus ocupantes, ninguno resultó herido y la operación siguió adelante. El Tiza Dos, viendo lo sucedido, varió el plan inicial, consistente en situarse sobre la residencia principal para descolgar a los seals, aterrizó en el exterior de la guarida del terrorista, dejando también al intérprete y dos soldados que se ocuparían de disuadir a los curiosos que se acercaran por el alboroto de los helicópteros.

Una vez despejado el objetivo secundario, donde abatieron a uno de los correos de Bin Laden, ambos equipos se reunieron en la infraestructura principal. El primero en caer fue Jalid, uno de los hijos del terrorista. El avance continuó hasta el tercer piso. Bop. Bop. Nuestro guía había visto a un hombre que se asomaba por la puerta de la derecha del vestíbulo (...) Desde mi situación, no podía saber si las balas habían dado en el blanco o no -relata Owen, que iba justo detrás-. El hombre desapareció en la habitación oscura.

Creo que es nuestro chico, dijo uno de los jefes de la misión. El cadáver que yacía en el suelo era muy alto, lo que encacaja con el 1,93 de Bin Laden, y era el único hombre adulto del tercer piso. Pero su aspecto era más juvenil de lo esperado. Su barba no era cana, como en los últimos vídeos en que había aparecido. La explicación estaba en el Just for Men que encontraron en la estancia. Para cerciorarse, preguntaron a una de las mujeres del terrorista y a alguna de las niñas que allí estaban. Confirmado. Le limpiaron la cara de sangre y comenzaron a hacer fotos. También le tomaron muestras de ADN.

¿Y la cerveza?

Mientras tanto, la tensión en Washington era máxima. Obama se jugaba mucho, demasiado, en aquella operación. Veían lo que las imágenes en blanco y negro de los aviones espías les mostraban. Ni siquiera se habían dado cuenta del accidente de uno de los helicópteros. Pensaban que habían aparcado en el patio.

La operación no había sido tan heroica ni tan perfecta como después se diría. El relato principal decía que Gerónimo se había resistido armas en mano, algo que rechaza la narración de Mark Owen. Bin Laden tenía dos armas, un AK-47 y una pistola Makarov, pero estaban sobre un estante y descargadas. El terrorista no había tenido intención de defenderse pese a que habían transcurrido más de diez minutos del estruendo causado por el accidente. Además, en el segundo piso se encontraron con gran cantidad de material de interés para la inteligencia. Ordenadores, DVDs... que por la falta de tiempo se quedaron allí. E incluso el artificiero estuvo a punto de volar la residencia principal cuando lo que le habían ordenado era destruir el Black Hawk estrellado.

Los protagonistas directos del asalto no tenían una opinión demasiado buena ni de los políticos en general ni de Obama en particular. Cuando escucharon el discurso del presidente, comenzaron las apuestas sobre las filtraciones. Le doy una semana hasta que digan que han participado los Seal, dijo Owen a uno de sus colegas. Y una mierda. Yo no le doy ni un día, contestó. Los medios comenzaron la caza de los héroes. ABC News incluso ofreció las pautas para reconocer a uno de estos soldados de elite.

Y llegó el final. El presidente Obama se reunió con el equipo en una base militar situada en Kentucky. Muchachos, ustedes son lo mejor de Estados Unidos, les dijo para invitarles a tomar una cerveza en la Casa Blanca. Pasado unos meses, algunos de ellos todavía se acordaban de un encuentro que nunca se produciría. No olvidaron, por el contrario, los malos chistes que al parecer contó el vicepresidente, Joe Biden, "el típico tío que acaba borracho en la comida de Navidad".

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