Invierta usted en libros
El Gobierno vasco ha señalado la necesidad de potenciar la lectura como base fundamental para el futuro de nuestra sociedad. No queda claro cómo lo harán
JON URIARTE
Sábado, 21 de abril 2012, 02:31
La niña miraba el regalo y el adulto miraba a la niña. Le había llevado un año llenar aquella caja. Cierto que podría haber comprado todos los volúmenes de golpe, pero hubiera perdido sentido. Por eso, cada sábado, se acercaba al kiosco para comprar el ejemplar que le habían apartado. El primero fue 'La vuelta al Mundo en 80 días'. El último, no lo recuerda. Jamás imaginó que el padre de '20.000 leguas de viaje submarino' escribiera tanto. Pero eso, añadía más valor al regalo. La colección completa de Julio Verne. En realidad era un presente egoísta. De esos que confunden el placer propio con el ajeno. Muy típico de padres, madres y, sobre todo, de tíos y abuelos. Da igual lo que piense el receptor. A mí me gusta y punto. El hombre conocía la máxima. Pero aun así, lo hizo. Por eso le sorprendieron los deseos de la niña por abrir la caja. Y aun más, ver sus manos recorrer inquietas los elegantes tomos. No les digo nada cuando extrajo uno y comenzó a leer -En el año 1872, la casa número 7 de Saville-Row, Burlington Gardens, donde murió Sheridan en 1814, estaba habitada por Phileas Fogg-. Solo por eso, merecía la pena. Pero sabía que estaba presenciando algo efímero. Y la culpa no era de la niña. Ni de Verne. Sino de él. Por no querer ver que los libros están heridos de muerte.
El Gobierno vasco ha señalado la necesidad de potenciar la lectura. Nace del convencimiento de que es la base fundamental para el futuro de nuestra sociedad. Y no solo como concepto cultural, también económico. No queda claro cómo lo harán. Además no es la primera vez, ni los únicos que lo proponen. Por eso, sonando bonito, soy pesimista. Para empezar, ¿quién elegirá los títulos? Entre la dictadura de lo políticamente correcto y la predisposición que tenemos a liarla por un quítame allá esa coma, aviados estamos. Pero hay algo más. El precio. No solo el de los libros, aunque tiene tela, sino el de vivir en un tiempo donde la imagen anula al texto y el mensaje se reduce a un encriptado barato. Basta con leer los mensajes de gran parte de los que han nacido hace menos de dos décadas, para comprobarlo. O formas parte de la secta o no les entiendes. Me consta que tienen acérrimos defensores. Es por rapidez- le dirán de palabra, porque si lo escriben pondrán-Sx rpdz-. Sumen a esto el alejamiento progresivo del libro al que nos han llevado los sistemas educativos que hemos tenido, y lo que te rondaré morena, en este loco mundo de los payasos. El resultado es demoledor. Que gente que estudió la EGB, la ESO o la que le tocara te envíe un correo, ojo doy mi palabra que es textual, diciendo -Boy ha escrivir al diretor para q le espulsen del periodico- provoca escalofríos. No por la amenaza. Sino porque quien lo mandó era un chaval de 23 años. Si fuera el único, no sería preocupante. Pero son legión. Y no lo entiendo. Nuestros mayores intentaron alcanzar una aseada ortografía, pese a que acceder a ella les resultaba difícil. Sobre todo si eran mujeres. Por eso, ver que la abuela escribe mejor que el nieto da que pensar. La única cura posible radica en leer. Y desde la infancia, añado. Con cuentos, tebeos, novelas...
El lunes es el día internacional del libro. Una ocasión perfecta para hacer un regalo a esos locos bajitos, que cantaba Serrat. No será fácil. Y no solo por el analfabetismo galopante. La niña de nuestra historia, que a diferencia de la de Rajoy existe, lo tiene complicado para sorprenderse con Verne. Las nuevas generaciones han visto y escuchado historias más impactantes que las que le ofrece un clásico libro de aventuras. El primer Harry Potter ya es lento para el ritmo y el tipo de argumento que exige un niño de hoy en día. Díganme cómo alguien de ocho años, puede sorprenderse leyendo a Dumas, Stevenson o Salgari. No le digo a Dickens, de quien estamos celebrando su bicentenario. Les quedan lejanos. Sobre todo, porque no son en tres dimensiones, no caben en el móvil y con el iPad pueden acceder a una cámara y ver una isla de Micronesia sin necesidad de imaginarla. Pero el hombre de nuestra historia no quiere rendirse. Porque recuerda las noches en las que devoraba libros de 'Los tres investigadores'. Sencillo preludio de otros que visitó con Sir Arthur Conan Doyle. Y antes pudo conocer al Capitán Trueno, Mortadelo, Astérix, Flash GordonTambién había cine y tele entonces, pero éramos inocentes. Creíamos que era posible vivir en un submarino o encontrar islas misteriosas sin salir de casa. Porque estaban en los libros. No interpreten estas líneas como lo que no son. Seguro que las nuevas generaciones nos mejoran y la tecnología abre nuevos canales. Pero perderemos los libros. Aun así, el hombre que regaló a su sobrina la caja de novelas sigue soñando con que se sumerja en ellas. No hablo de las de Verne. Ella decidirá cuál. Y también su hermana pequeña, a quien le gustan los libros con letras. Y entonces, como hicieron sus antepasados, se dejen llevar a donde les guíen las letras. A ese mundo llamado lectura, que jamás deberían abandonar. No por ellas. Por nosotros. Como dijo Benjamin Franklin Gastar dinero en libros es una inversión que rinde buen interés. Quizá por ello, los sigo regalando.