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Las aficiones rojiblanca y txuri-urdin aprovechan los derbis para hermanarse./ Jordi Alemany
El piscolabis

Las mentiras del derbi

Los encuentros entre Athletic y Real han generado miles de historias que van desde actos de hermanamiento y buen rollito hasta sonadas broncas

JON URIARTE

Sábado, 3 de marzo 2012, 04:33

Solo hay una cosa peor que una sonrisa falsa. Un abrazo falso. Y es algo que debemos evitar en los enfrentamientos entre Athletic y Real Sociedad. Como ven, digo enfrentamiento. La primera falsedad es llamarle Derbi. Según la RAE, significa Competición hípica, especialmente aquella que se celebra anualmente y en la que corren ejemplares de pura sangre de tres años de edad. Y no es casualidad que sea la primera definición. Porque viene del inglés "Derby". Resulta que en Epsom, Inglaterra, Lord Derby montó en 1780 una prueba exclusivamente reservada para yeguas de esas características y de la localidad. De ahí que para que exista un derbi, debe darse entre participantes de la misma zona. La rivalidad era máxima. Total que, no se sabe muy bien por qué, se trasladó al fútbol. Pero siempre y cuando se tratara de equipos de la misma localidad. Y recordemos que Bilbao y Donostia no lo son. Este último detalle lo obvia la RAE. De hecho, en su segunda definición, dice que es "un encuentro, generalmente futbolístico, entre dos equipos cuyos seguidores mantienen permanente rivalidad". Error. Por esa regla de tres, un Argentina-Inglaterra también lo sería. O un Barça-Madrid. Y no lo son. En este último caso, hablamos de un clásico. Se llama así a los partidos entre los tres equipos que siempre han jugado en Primera. Athletic, Barcelona y Real Madrid. Pero es precisamente esta segunda definición la que subraya que lo nuestro con la Real no es un Derby. El rival por excelencia, para el Athletic, siempre fue el Madrid. La cita con los txuriurdin no es la más importante. Que nadie se lo tome a mal, ni como desprecio. En todo caso, podríamos llamarlo clásico vasco por aquello de que son los dos equipos de Euskadi, que más veces se han enfrentado. Pero allí, por lo que sea, estos partidos están marcados en el calendario. En Bilbao, no. Lo que no impide que sea un partido con solera. Y a veces, con polémica. Desde 1980 hasta 1984 vivimos una comunión casi perfecta. Pero no siempre fue así.

Si la Real impidió en 1970 que el Athletic ganara la Liga, lo mismo pueden decir los donostiarras de aquel 1930, en que los bilbainos evitaron su primer título liguero. De hecho, esta sí que es buena, la primera bronca fue por un exceso de señorío. Sucedió en 1905. Los dos equipos estaban empeñados en que fuera el otro el que eligiera arbitro. Vino a ser como esas discusiones a base de esta la pago yo, de eso nada esta es mía. ¿Les suena? Pero fue a peor. Y entre 1910 y 1920, las crónicas contaron que unos y otros se llamaban de todo. Eso, cuando no acababan a pedradas. Total que, con los años, hemos tenido desde actos de hermanamiento y buen rollito, salida con ikurriña incluida, hasta sonoras broncas. En mis tiempos de televisión, fueron varias las veces que nos pidieron programas especiales para contar la hermandad entre aficiones. Hasta el año en que perdimos 3-1, expulsaron a Imanol y acabó de portero Larrazabal, mientras en la gradas se montaba la marimorena. Fue el punto final. Al salir de Anoeta, llamé a mi jefe de entonces y le dije que la próxima vez iba a ir él con su madre a grabar la hermandad. Y conste que también les ha pasado a compañeros de la Real en Bilbao. Tontos hay en todas partes. Pero comparado con Madrid, Sevilla o Barcelona, nuestros enfrentamientos parecen sacados de los mundos de Yupi. De hecho, tienen hasta sus momentos geniales. Como aquél en que nació el agua de Bilbao.

Tras ganar el Athletic en Atotxa, unos aficionados decidieron ir a cenar. Unos dicen que fue en el Nikolasa, otros en el bar Paco Bueno. Y para celebrar la cosa con fundamento, pidieron agua de Bilbao. Viendo que los camareros no lograban encontrar la botella, los bilbainos les explicaron que en Bilbao al champán le llamamos agua. Terminada la cena, pidieron la cuenta. Y los donostiarras no incluyeron el champán en la factura porque "en San Sebastián no se cobra el agua". Fue una pelea de orgullos. Pero tuvo gracia. Total, que Artajo inmortalizó la anécdota y creó el Agua de Bilbao, bajo un nombre muy txirene, Sirimiri.

Ojalá fuera ese el espíritu siempre. Está muy bien lo de la parejita, uno de cada equipo, saliendo en el resumen del partido dándose un beso, mientras el amigo que está a su lado come pipas. Y esos reportajes en los que unos y otros discuten de manera desenfadada sobre quién tiene mejores pintxos. O que el blanquiazul evoque aquél 5-0 en Anoeta y que el rojiblanco recuerde que ese estadio se llenó por primera vez con un Athletic-Sevilla. O que ellos se quejen de que les quitamos jugadores y nosotros les apuntemos que vienen gustosos. O que la Gilda, pese a ser de origen donostiarra, es de Bilbao de toda la vida. O que debatan sobre dónde hay más ambiente, si en Pozas o la Parte Vieja. Porque todo eso, es sano. Pero no busquemos falsos abrazos ni besos de Judas. La mentira tiene patas cortas y luego pasa lo que pasa. Tomémoslo como lo que es. Un partido. Ni más, ni menos.

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