El G-20 pone al FMI en el centro del sistema financiero
Tendrá más poderes y las instituciones bancarias contarán con un supervisor global para evitar nuevos fallos de control La cumbre decide inyectar más de un billón de dólares
ÍÑIGO GURRUCHAGA
Viernes, 3 de abril 2009, 12:40
«Éste es el día en el que el mundo se unió para luchar contra la recesión no mediante meras palabras, sino con un plan para la recuperación global y la reforma, y con un claro calendario para su implantación». El primer ministro británico, Gordon Brown, resumió así ayer el resultado de la cumbre internacional más esperada desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los líderes del G-20, el selecto club que representa el 85% de la economía planetaria y a dos tercios de la población, decidieron devolver protagonismo al Fondo Monetario Internacional (FMI), inyectar 1,1 billónes de dólares extra -817.000 millones de euros- sobre todo en los países emergentes para luchar contra la mayor crisis desde el 'crack' de 1929 y, además, crear una superagencia de regulación -incluidos los 'hedge funds' o fondos de alto riesgo- a la vista de que la falta de control de los mercados ha conducido al desastre, así como controlar mejor a las agencias de calificación de riesgo y establecer un sistema contable más claro. Como colofón, se difundió una lista de paraísos fiscales para reflejar que «los tiempos del secreto ya han pasado».
Al cabo del encuentro, celebrado en el complejo londinese ExCel entre extraordinarias medidas de seguridad, todos los mandatarios mundiales se esforzaron en subrayar la unidad alcanzada y en restar importancia a las supuestas diferencias entre los partidarios de más estímulos y los defensores de más control . En las horas previas el presidente galo, Nicolas Sarkozy, y la canciller germana, Angela Merkel, habían dejado claro que no estaban dispuestos a estampar su firma en un acuerdo sin contenido.
«Creo que lo que hemos hecho está OK», se felicitó Barack Obama, la gran estrella del encuentro en su primera visita a Europa. El presidente norteamericano, con aire agotado y ocasionalmente atacado por la tos, enfatizó el valor de que se hubieran puesto de acuerdo «países que hasta hace poco eran adversarios y, en algunos casos, enemigos mortales»; un extremo también resaltado por el jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, persuadido de que la convergencia habría sido imposible cuando el mundo estaba dividido en bloques ideológicos y económicos. Sarkozy, el protagonista en las horas previas al cónclave, cuando representó una pequeña farsa política al amenazar con su abandono si no se acordaban las medidas necesarias, zanjó la polémica. Se ha ido «más allá de lo que podía imaginarse», hasta pactar una reforma financiera «profunda» y la más importante «desde los acuerdos de Bretton Woods de 1945», la localidad de New Hampshire -en EE UU- donde se pusieron las bases de las relaciones financieras y comerciales que ahora han saltado por los aires, subrayó. El inquilino del Elíseo tuvo incluso el detalle de resaltar que los países anglosajones hayan compartido con otros las reglas de un capitalismo más moral.
El culpable de la crisis
La tan aplaudida convergencia, urdida durante las últimas semanas, se plasmó en un documento final de poco más de cinco folios en el que los firmantes, que se reunirán de nuevo en septiembre en Nueva York -hay voces discrepantes, como la de Sarkozy, por la poca movilidad de un organismo tan grande-, resaltan que se está aplicando el mayor paquete económico de la historia para amortiguar el impacto de la crisis; se comprometan a contribuir con otro billón de dólares; y, sobre todo, marcan el camino a seguir para hacer a la vez más transparente y más conservador en la gestión de riesgos el sistema financiero, cuya falta de regulación ha sido señalado por todos, en mayor o menor medida, como el culpable de la crisis, la peor de los últimos setenta años.
En este contexto, para el máximo responsable del FMI, Dominique Strauss-Khan, la conclusión de la cumbre era inevitable. «Les dije en octubre que esta crisis devolvería al FMI al centro de la escena internacional. Ahora lo puedo confirmar, el FMI ha regresado».
La explicación de su contento es que el G-20 decidió triplicar, hasta 750.000 millones de dólares en dos fases, los fondos disponibles en el FMI para ayudar a países con problemas financieros. De forma paralela, autorizó un aumento de la asignación de la divisa del Fondo en 250.000 millones y ofrecer garantías para nuevos préstamos por otros 100.000, de tal modo que haya 250.000 disponibles para la financiación del comercio internacional a través del Banco Mundial y de los bancos multilaterales de desarrollo.
El FMI se encuentra también en el centro de uno de los principales acuerdos de la cumbre: la fundación del Comité de Estabilidad Financiera, una especie de gendarme mundial que incluye la consideración de provisiones anticíclicas de los bancos, la regulación internacional de incentivos y bonificaciones de los directivos y la incorporación del sector bancario crecido en la sombra a lo largo de las dos últimas décadas a las instituciones que han de ser supervisadas. Al FMI se le encomienda también la tarea de alertar sobre riesgos de estabilidad financiera y supervisar la correcta aplicación de estímulos fiscales por los países que ya han comprometido unos 5 billones de dólares. Todo ello, para recuperar la senda del crecimiento, previsto en un 2% al término del próximo año. En suma, el organismo recupera el papel diseñado hace seis décadas para que economías en desarrollo no suspendan pagos y quiebren, arrastrando así a las grandes potencias.
Negro, blanco y gris
No todo fue en Londres un reflejo de unidad. En el avance del nuevo horizonte de regulación financiera se han expresado ya diferencias que, presumiblemente, se repetirán en el futuro. No obstante, y en relación al pasado cónclave, el que tuvo lugar en noviembre en Washington, sí se avanzó en la condena de los paraísos fiscales que no faciliten información a otros países. La única acción concreta, una solución salomónica propuesta por Barack Obama para acercar las posiciones de Francia y China, la potencia más reticente, fue saludar la publicación por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) de la 'lista negra' de quienes no dan datos; la 'gris' de los que han prometido darlos y la 'blanca' de los que ya han cumplido su promesa.
Caída la noche, la OCDE publicitó la ansiada lista, en la que figuran como los estados que menos cooperan: Costa Rica, Uruguay, Malaisia y Filipinas. Suiza, Chile, Guatemala, Austria, Bégica, Brunei, Luxemburgo y Singapur forman el paquete en 'gris'. Suiza, Bélgica, Luxemburgo y Austria ya han retirado sus reservas a levantar el secreto bancario en caso de fraude. El organismo coloca en mejor situación a Andorra, Gibraltar, Mónaco, Panamá y San Marino.