Cruel hasta el final
Análisis ·
ETA llega hasta donde nunca antes había llegado, pero hasta en su petición de perdón es injustaHemos tenido que esperar hasta el penúltimo comunicado de la organización terrorista ETA para que acepte lo injusto del tremendo daño causado y para que hable de perdón. Pero hasta cuando lo hace en estos momentos finales demuestra la crueldad que ha marcado su historia.
La banda armada desaparece. Se va para siempre derrotada por la democracia y garantiza que no volverá. Eso es lo verdaderamente importante, lo relevante, lo que se materializará en quince días.
Pero tanto los terroristas como quienes les han apoyado durante décadas desde la política saben que tras el adiós a las armas se juega ya la batalla del relato. La declaración de hoy sobre el daño causado busca que la historia encuentre comprensión a sus desmanes.
El documento es, sin lugar a dudas, el más crítico que ha emitido ETA respecto a sí misma. Llega, por fin, algo que la izquierda abertzale ya hizo hace mucho tiempo, no así la banda: mostrar su respeto a las víctimas, a todas, y aceptar el tremendo dolor causado. Eso sí: de añadir el término «injusto», nada de nada.
Incluso dice que «nada de ello debió producirse jamás» o «no debió prolongarse tanto en el tiempo». Un matiz que ni la izquierda abertzale se había atrevido hasta ahora a verbalizar.
Y da otro paso más. La organización pide expresamente perdón, también por primera vez, pero sólo a una parte de sus víctimas. A las que «no tenían una participación directa en el conflicto». El resto -se supone que los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, militares, ¿políticos? y quién sabe si alguien más- sigue, al parecer, sin merecerlo. Crueldad hasta el último minuto.
Todo lo demás es un nuevo esfuerzo por justificar lo injustificable: su actividad criminal. Un relato que ETA arranca en el bombardeo de Gernika y que conduce hasta la actualidad para mostrar a un pueblo vasco oprimido, opresión que ellos no habrían hecho sino combatir.
Ningún reconocimiento político de su dramático error al persistir en la actividad violenta cuando llegaron la democracia, el Estatuto y antes hasta una amnistía que vació las cárceles, también de etarras. Pero, claro, hacerlo sería tanto como admitir que ETA se equivocó, abjurar del pasado. Y eso la banda no está dispuesta a hacerlo ni en la hora final.
Aun así, llegó el adiós a las armas con la pista de aterrizaje de Aiete, pero sin contraprestación alguna. Hace un año, el desarme parcial con una fiesta en Bayona para tratar de camuflar la derrota. Y en dos semanas vendrá la declaración de desmovilización, eufemismo para evitar la palabra disolución. Que llegue cuanto antes y podamos seguir construyendo un futuro en paz. Con memoria y verdad. Y sin tergiversaciones.
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