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Adiós a una leyenda de la guitarra

Paco de Lucía y Vitoria, un idilio por jazz y bulerías

El músico gaditano actuó en cinco ocasiones en el Festival de Jazz (2001, 2004, 2006, 2010 y 2013) con un impresionante éxito de público y crítica

SERGIO EGUÍA

Jueves, 27 de febrero 2014, 12:12

Hay nombres propios capaces de hacer sentir toda la complejidad y grandeza de una disciplina con solo pronunciarlos. Sobre todo para el profano, que al oírlo es capaz de ver, de un flashazo, todo lo que significa y evoca esa materia. Más aún si es habitual que visite tu ciudad, que siempre se haya portado bien con ella y por tanto se sienta una cierta cercanía con el personaje. Probemos. Se podría organizar una tediosa charla sobre el flamenco, sus fundamentos técnicos, el duende, la historia de la música, el arte y sus profundas raíces... O también se puede decir Paco de Lucía.

Vitoria y su festival de jazz se pueden felicitar de haber podido disfrutar con el genio del guitarrista gaditano en cinco ocasiones. El pasado julio -en el último concierto en Euskadi del músico fallecido este miércoles y una de sus últimas actuaciones a nivel mundial- hacía las delicias de los aficionados al subirse al escenario con el pianista Chick Corea, con el que ya había compartido tablas doce años antes en Mendizorroza. En la recuerdo quedará para siempre el dúo con el gran icono del jazz vitoriano -y posiblemente el mejor jazzman del mundo- Wynton Marsalis. Fue en 2006, en el 30 aniversario del festival que dirige Iñaki Anúa.

La primera visita a la capital alavesa de Francisco Sánchez Gómez (su nombre real) fue en 2001 para protagonizar junto a Corea la clausura del festival. Paco de Lucía (nombre artístico) le viene de que en su Algeciras natal se referían al él como 'Paco, el de Lucía', ya que su madre se llamaba Luzia Gomes. Aquella noche, el 22 de julio del 2001, el recital del septeto liderado por el andaluz se hizo corto. Debía dejar espacio para regalar un adelanto a dúo de lo que sería la gira que planeaban para 2003 los dos artistas que compartían cartel. El colaborador de EL CORREO José Carlos Pérez Cobo resumía así en las páginas de este diario lo vivido en el pabellón:

Paco de Lucía se presentó solo con su guitarra en el escenario e interpretó el primer tema. Para el segundo, salieron el percusionista, el cantaor y el bailaor, éstos únicamente para hacer palmas. Luego, ya estaba el septeto completo: dos guitarras más, bajo eléctrico -soberbio Carlos Benavent- y la flauta de Jorge Pardo. Los más puristas de entre los amantes del flamenco culpan a Lucía de introducir elementos extraños a la tradición, como el bajo, la flauta o el saxo. Pero su trabajo aprovecha toda posibilidad sonora y, por supuesto, continúa siendo flamenco, al menos para la mayoría quizá no profundamente introducida en los misterios del arte andaluz. En cualquier caso, el baile, el cante y la música convencieron a todos. Además, las raciones de las diferentes posibilidades del espectáculo estaban perfectamente calculadas y medidas para que resultara una oferta equilibrada, de las que sacian pero no hartan. Todo terminó -concierto y vigesimoquinta edición del festival de jazz de Vitoria- con el dúo Corea y Lucía. El poderío del guitarrista llevaba al pianista a tocar flamenco, mientras que Paco de Lucía no se decidía a hacer más que algunos acordes de jazz. Eso sí, Carlos Benavent, que lleva muchos años explorando el flamenco-jazz, daba un soporte jazzístico a la música de la pareja.

De Lucía regresó en 2004. Una vez más -como en las cinco que ha venido- reventó la taquilla. Casi no quedaban entradas un mes antes de la actuación, que casualmente fue dos días después de recibir el Nacional de Flamenco. Una vez más clausuraba el certamen y Pérez Cobo lo narraba para EL CORREO:

En la segunda parte del doble concierto no hubo jazz, sino flamenco del mejor a cargo, nada menos, que de Paco de Lucía. Aunque esta distinción es sólo técnica: la noche del sábado, en Mendizorroza, hubo exclusivamente música estupenda. El pabellón estaba abarrotado y se percibía la presencia de muchas personas no habituales cuando el programa promete uno de los días 'normales' de jazz. Habían asistido arrastrados por el tirón del guitarrista, para escuchar el mejor flamenco. Sin duda, el gaditano no les defraudó pero, de propina, este público no 'jazzero' recibió un recital de la música nacida en Nueva Orleans, de la mano de la banda Juilliard All Stars, que se puede considerar como uno de los más grandes conciertos del ciclo festivalero de 2004.

(...) Tres partes tuvo el recital del guitarrista. Primero, sesión de guitarra flamenca: él solo o acompañado de una leve percusión. Un recital de virtuosismo pero con muchas cosas que decir. Luego, el guitarrista se acopló a su grupo al completo (¡qué estupendo armonicista es Antonio Serrano!). Y, para terminar, se sentó al piano el también gaditano Chano Domínguez, que modestamente se rindió al poderío de la prodigiosa guitarra de Paco de Lucía.

En la propina, también subieron al tablao flamenco dos de los maestros de la Juilliard, el trompetista Stafford y el trombonista Gordon: quizás un poco perdidos, pero demostraron cómo se puede coger al vuelo una melodía y hacerla propia. En definitiva, una estupenda fiesta flamenca con el recién premiado Príncipe de Asturias de las Artes. No merece la pena adjetivar las capacidades musicales de Paco de Lucía. Probablemente, nadie en el mundo toca el instrumento de las seis cuerdas mejor que él. Tiene, además, profundas ideas y muchas cosas que contar y lo sabe hacer con infalible belleza. Es un genio.

Y como si estas dos ocasiones no fueran suficiente, en 2006, en la trigésima edición del Jazz Vitoria, llegó la apoteosis. La nómina de artistas de ese año era de aúpa. Rollins, Marsalis, Mendes, Mehldau, De Lucía... para llenar una semana de arte. Lo que pocos esperaban era que la leyenda gaditana y el genio de Nueva Orleans se arrancaran a tocar juntos. Fue el 17 de julio. Natxo Artundo cubrió la información para este periódico destacando la admiración de Lucía por el americano Wynton puede tocarlo todo, exclamaba. La foto que acompaña este reportaje, de Javier Mingueza, es de ese momento mágico.

No se conocían. No se habían visto, pero -evidentemente- sí se habían escuchado. Marsalis había confesado a Lucía poco antes, en inglés, que el flamenco no es la música que mejor conoce. «Es distinto a lo que está acostumbrado, pero que sí, que lo coge», tradujo el genio de Algeciras a su banda. Marsalis estuvo sentado -físicamente- en una silla roja, muy flamenca y de patio andaluz, entre Paco de Lucía y Antonio Serrano. Tanto el guitarrista como el teclista comentaron con el jazzman en los ensayos diversas cuestiones de estructuras, armonías y arreglos, para aportarle otro tipo de asiento, donde se sintiera más cómodo al tocar. También prepararon los momentos de entrada o cómo terminar las diferentes partes: unos patrones sobre los que dar rienda suelta a la creatividad de unos grandes músicos. Y el maestro de las seis cuerdas, con esa pasmosa facilidad para lanzar falsetas imposibles y una visión absolutamente inigualable del instrumento y de los diversos palos, dio diferentes instrucciones a sus instrumentistas y cantaoras. Los matices y detalles, las melodías tan emblemáticas como "Entre dos aguas" se sucedieron mientras el de Algeciras y su grupo probaban el sonido en el pabellón vitoriano. Dentro de un gran rigor musical, el maestro tuvo más de un toque de simpatía y humor. Como cuando sonó su teléfono móvil y acercó el aparato al micrófono. Todo ello fue el prólogo de una noche llena de magia en el festival de Jazz de Vitoria

Cuatro ños más tarde, cuarta visita del guitarrista a Vitoria. Y como siempre la taquilla se dispara con solo saber que el andaluz estará en el festival. Llegado el momento, se repite el guión. Paco de Lucía cierra el certamen en una noche mágica en la que los ritmos de Nueva Orleans caldean el ambiente para que el de Algeciras remate. Releemos a Artundo :

Desde su aparición en escena, solo y guitarra en mano, Paco de Lucía se adueñó totalmente de la velada. La magia del genio de Algeciras, apoyada luego por una banda en la que el sonido de la armónica de Antonio Serrano ya se ha integrado tan naturalmente en el flamenco como en su día lo hizo el cajón peruano, recorrió temas como "Luzia", "Sólo quiero caminar", "Antonia" o "Canción de Amor". Pero fue la parte final la más emocionante, toda una fiesta. A modo de guinda del pastel musical, el saxofón de Sherman Irby y el piano del invidente Roberts se sumaron a la banda. A gusto e inspirados, tanto los invitados como el anfitrión y sus acompañantes regalaron al respetable unas versiones únicas de "Zyryab" y del emblemático "Entre dos aguas", reconocible aunque totalmente diferente.

Un idilio innegable entre Lucia y el público vitoriano que el pasado julio, en el reencuentro con Corea, llegó a su fin por los acontecimientos conocidos este miércoles. A su fin en lo físico porque en lo sentimental la relación de la ciudad y el músico no morirá. Para el recuerdo, pues, el concierto del 21 de julio junto a Chick Corea, considerado por la prestigiosa revista francesa Jazz Magazine Jazzman como el mejor recital de todo 2013 y que Laura Alzola describió para elcorreo.com de la siguiente manera:

Mendizorroza reaccionó a cada maravilla de Corea al piano con merecidos aplausos. Y eso que en el polideportivo, por primera vez lleno a rebosar, no dejaron de agitarse los abanicos hasta el final de la noche. 'Asiento no asegurado', decía la letra pequeña en la entrada, y así, hubo quien tuvo que disfrutar del concierto en pie o buscando un hueco en el suelo esforzándose, eso sí, por no molestar. "Perdonad, que con el calor se sudan las cuerdas" pedía disculpas de Lucía nada más tocar las primeras notas. El maestro, sentado en el centro del escenario, interpretó varias piezas en solitario antes de que irrumpiera de lleno su grupo. Para entonces, los oyentes del polideportivo vitoreaban a pleno pulmón como si hubiesen olvidado la falta de aire. 'Farru', el bailaor de la formación, levantó al público de sus asientos y 'El Piraña' arrancó aplausos atronadores. Pasada la medianoche, de Lucía anunció la hora de "fumarse un cigarrito" y "disfrutar de nuestro querido y admirado Chick Corea". En menos de quince minutos se volvió a encajar el piano de cola en el escenario, dando comienzo al espectáculo más esperado de la noche.

Curiosas las últimas palabras que el adorado Paco de Lucía dedicó al público vitoriano. A llegado la hora de fumarse un cigarrito. Lo dicho, maestro. Esté donde esté, que usted lo disfrute.

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