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A primeras horas del lunes 17 de diciembre de 1917, el alcalde de Getxo comunicaba por telégrafo al gobernador civil la aparición de dos barcos ... naufragados en la playa de Ereaga. Eran el pailebote Tritón y el bergantín-goleta Ciscar, que habían embarrancado en la arena arrastrados por un fuerte temporal del Noroeste.
La borrasca se había hecho notar dos días antes. «El temporal de aguas degeneró en plena tormenta, cayendo incesantemente granizadas y chubascos», contó 'La Gaceta del Norte'. «Los montes que circundan la villa aparecieron coronados de nieve». Las calles de Bilbao se vieron cubiertas de granizo, «haciéndose el tránsito muy difícil». También hizo su efecto el temporal «en las fábricas de electricidad, alguna de las cuales, como la Unión Eléctrica, tuvo interrumpida casi toda la tarde y parte de la noche parte de su línea, no pudiendo dar luz a sus abonados».
El peor día fue el domingo. El termómetro «descendió de manera alarmante. El temporal se agudizó alcanzando su periodo máximo», dijo 'El Pueblo Vasco'. Un viento «huracanado sopló con fuerza, irresistible, causando destrozos en las líneas telegráficas y telefónicas, así como también en las destinadas a conducción de energía eléctrica». Un tendido de alta tensión de la Compañía Vizcaína de Electricidad «sufrió una avería de importancia, la cual fue causa de que el comercio, los particulares y numerosas industrias de la zona se viesen obligados a suspender sus labores». Los tranvías interurbanos «estuvieron detenidos durante gran parte de la mañana, lo mismo que el transbordador del Puente de Vizcaya». Todos los buques «surtos en la ría tuvieron que reforzar sus amarras. Muchos de ellos, así como las gabarras atracadas a los muelles, corrieron grave riesgo. Numerosos botes y chanelas fueron arrastrados por la corriente, yendo a perderse en el mar».
Dos barcos acabaron embarrancados en Ereaga. El primero fue el Tritón. «Matriculado en La Coruña, partió de Gijón con 140 toneladas de carbón destinadas a BIlbao», precisa Manuel Torres Goiri en el libro 'Historia del salvamento de náufragos en el Puerto de Bilbao'. Al poco de salir este pailebote –una goleta pequeña sin gavias, muy rasa y fina– fue presa del temporal. «corriéndolo llegó el pequeño velero al Abra en la mitad del tiempo que habitualmente hubiera tardado en cubrir la travesía».
Según 'El Pueblo Vasco', el Tritón logró entrar «en el puerto exterior después de luchar durante angustiosas horas con el huracán y la bravura de las olas». La marejada lo empujaba hacia la escollera de Santurtzi, por lo que la tripulación se decidió a abandonar el barco, «arriando un bote al que a duras penas transbordaron los seis hombres». Así lograron ganar tierra, «tras una lucha desesperada con el mar». El patrón, Jesús Villa, y sus cinco compañeros se trasladaron a Bilbao, «presentándose al consignatario, don Emiliano de Arriaga, quien les atendió debidamente, proporcionándoles medios para subvenir a sus necesidades». El Tritón «quedó quilla al cielo frente al balneario de Ereaga, azotado por el temporal que poco a poco le iba deshaciendo».
En Zierbena, según contó 'El Noticiero', «el temporal causó grandes daños en la parte baja del pueblo, penetrando las olas en varios edificios y poniendo en grave riesgo a los moradores», que se ayudaron mutuamente para desalojar el agua de sus viviendas. «Varias embarcaciones penetraron en el pueblo, dándose el caso singular de que una lancha quedó colgada por la proa de uno de los balcones de un primer piso». Muchas lanchas soltaron amarras «y se fueron á la deriva, estrellándose contra lns rocas». Entre los pescadores que perdieron sus embarcaciones «figuran Inocencio Lazcano padre e hijo».
Más complicado fue el naufragio del Ciscar, «de 500 toneladas de desplazamiento, de la matrícula ds Rivadesella». Había salido del puerto de Bilbao al anochecer del día 14 rumbo a San Esteban de Pravia con 100 toneladas de cemento. Fue sorprendido por el temporal dos días después, «cuando daba vista a Gijón. Entonces cambió su ruta, llegando ayer de madrugada frente a Bilbao». Enfiló la boca del puerto hacia las seis de la mañana, pero el viento lo empujó «hacia la Grúa Titán, amenazando estrellarle contra el muelle» de Arriluze.
Detalló 'El Noticiero Bilbaíno' que, al darse cuenta de que era inevitable «el encallamiento, empezó la tripulación a dar voces de auxilio que fueron oídas por varios pescadores y un carabinero, los cuales se aprestaron a auxiliarles, tranquilizándoles al mismo tiempo, pues había embarrancado en la arena». A gritos, los de tierra aconsejaron a los del barco «que no se movieran, pues en la baja marea serían salvados fácilmente».
Pero un marinero, José Sánchez, «no se sabe si arrojado por un golpe de mar o voluntariamente, se fue al agua, donde seguramente hubiera perecido ahogado si no hubiese sido por el heroísmo del fogonero algorteño José María Ayestarán (a) Elorrio, que con grave peligro de su vida se lanzó al mar y cuando un golpe de mar ya lo arrastraba, pudo sujetarle y sacarle con vida». El marinero, que navegaba «encamado, por hallarse algo indispuesto, sufrió además de la impresión consiguiente, importantes magullamientos producidos por los golpes de mar».
Con la bajamar, los tripulantes saltaron al agua «y por su pie salieron a tierra todos ellos sanos y salvos», aunque maltrechos. Fueron «cariñosamente recibidos por las hermanas de la Caridad» en el Asilo-Hospital de Algorta, «que les prodigaron toda clase de auxilios». El barco «quedó hecho astillas», pero la tripulación pudo «salvar casi todos sus efectos, los pertrechos del buque y parte del velamen».
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