Tiempo de historias
El destino de la bandera vizcaína del VizcayaTras la batalla de Santiago de Cuba, la prensa contó qué fue de la enseña donada por la Diputación al crucero bautizado con el nombre del territorio
La prensa bilbaína encajó la derrota de la flota española en la batalla de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, con incredulidad, ... asombro e indignación. En un empeño casi suicida, aquel día se enfrentaron 6 barcos españoles a los 10 estadounidenses que mantenían el bloqueo del puerto de Santiago y su bahía desde el 19 de mayo. El resultado fue la pérdida de todos los buques españoles y la muerte de 343 marinos. Pero en Bizkaia la derrota se vivió de un modo especial: tres de los barcos perdidos habían sido construidos en Sestao y uno de ellos, el Vizcaya, enarbolaba una bandera de combate donada por la Diputación.
El Vizcaya era el segundo de una serie de tres cruceros acorazados, la clase Infanta María Teresa, construidos por la Sociedad Astilleros del Nervión, en Sestao. Bien artillados, con 110,9 metros de eslora, 19,9 de manga y 6.890 toneladas de desplazamiento, su diseño era una versión mejorada de los cruceros acorazados británicos de la clase Orlando.
El Vizcaya fue botado en Sestao el 8 de julio de 1891 en un ambiente más festivo y popular que naval. 'El Noticiero Bilbaino' animó a sus lectores a asistir al «acontecimiento, importantísimo para la industria de Vizcaya, para la marina de guerra, para España toda». Una multitud entusiasta presenció la ceremonia. «Lucían colgaduras todos los edificios de los astilleros y las casas de Erandio y el Desierto, estando profusamente engalanados todos los buques surtos en la dársena de aquel último punto y en la de Axpe», contó el periódico.
Puesto que el barco llevaba el nombre de Vizcaya, la Diputación decidió que su bandera de combate sería donada por el Señorío. Lo recordaría así Ignacio D. de Echevarría en 'El Noticiero', en un artículo titulado 'La bandera del Vizcaya - Recuerdos': «El 5 de diciembre de 1893, el diputado provincial y querido amigo nuestro don Fernando de Olascoaga proponía a la Excma. Diputación de este Señorío que, a fin de revestir de la mayor solemnidad posible al acto de la entrega del crucero Vizcaya al Estado, se regalara al buque la enseña del combate».
76 muertos
En el momento de entrar en combate, el Vizcaya contaba con 498 tripulantes. 68 murieron en el enfrentamiento y otros 8 más sucumbirían durante su cautiverio en EE UU. El capitán, Antonio Eulate, escribió que los estadounidenses dieron a sus marinos muertos «los mismos honores que ellos dan a los suyos».
Aceptada la idea, «se confeccionó una magnífica bandera, que con justicia llamó la atención, de riquísima faya de Lyon, bordando los escudos las señoras Adoratrices de Begoña; y un lujoso mueble de nogal tallado» para guardarla, siendo el costo total de una y otro «15.000 pesetas aproximadamente».
Varios contratiempos retrasaron la entrega de la enseña, que se tuvo que hacer en Ferrol, a donde el barco había sido llevado para terminar de armarlo. Fueron comisionados «para realizar el acto los diputados provinciales señores Olascoaga y Arrola, que cumplieron a satisfacción su honroso cometido» de entregar el «lábaro bendito que representa el amor a la patria». La ceremonia fue solemne y de un patriotismo desbordante, «imborrable de la memoria de cuantos lo presenciamos».
«El vicario castrense del Departamento» bendijo la enseña ante numerosas autoridades, «en primer término los comisionados vizcaínos, el comandante del buque señor Puente, el almirante señor Reguera, los jefes y oficiales, el alcalde del Ferrol y otros representantes civiles, confundiéndose los negros fracs con los brillantes uniformes». El comandante del barco, José de la Puente, pronunció un discurso «con entonación varonil». «Cuando llegue el día del peligro —dijo el comandante– dirigiremos una mirada hacia nuestra bandera de combate, recordando que en ella se reflejan las esperanzas y las aspiraciones de toda la Nación, y muy particularmente las de la invicta provincia, digna descendiente de Túbal, y cuyo nombre lleva este buque, y la amarraremos de tal conformidad que antes de arriar la bandera, sirva esta para cobijar entre sus pliegues los fragmentos de nuestros mutilados cadáveres».
Romper el bloqueo
Y ese día llegó. En la batalla del 3 de julio de 1898 y siguiendo las órdenes del almirante Cervera, el Vizcaya intentó romper el bloqueo haciéndose a la mar tras su hermano sestaotarra, el Infanta María Teresa. Entabló combate con los barcos estadounidenses hasta que al final su capitán, Antonio Eulate, decidió embarrancarlo y entregarse para evitar más muertes. El barco explotó poco después de que Eulate fuera llevado herido al estadounidense Iowa.
Prisionero en Estados Unidos, Eulate se las apañó para enviar una carta a la Diputación para contar el final de su bandera. La misiva llegó y fue publicada por 'El Noticiero' el 20 de agosto de 1898: «Me considero en el deber de manifestar, como comandante que fui del crucero Vizcaya, que, cuando consideré a éste perdido en el combate que sostuve el 3 de julio contra cuatro superiores americanos, di orden, que fue cumplida, de quemar la bandera que esa Excma. Diputación regaló al buque y llevó arbolada durante el combate, con objeto de que no pudiese servir de trofeo a nuestros enemigos tan valiosa enseña; creyendo al mismo tiempo que tampoco podrán aprovechar para ello lo más mínimo del buque, pues todo él se quemó y voló, no habiendo podido el enemigo pisar su cubierta después de rendido».
El periódico aplaudió «este hermoso y nuevo rasgo de patriotismo del Sr. Eulate. Antes que en el poder de los yanquis, bien quemada está la bandera del Vizcaya».
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