«El Beato de Liébana era un narrador en cómic extraordinario»
Tiempo de historias ·
Peridis recupera la vida del monje cántabro, una de las figuras más importantes de la alta Edad Media, en 'El Cantar de Liébana', su quinta novelaEl Beato de Liébana fue un monje cántabro del siglo VIII, del monasterio de San Martín de Turieno (actualmente, Santo Toribio de Liébana), que escribió ... un 'Comentario al Apocalipsis de San Juan' muy influyente durante la Edad Media. Hasta tal punto que se convirtió en algo parecido a un 'best seller'. Hoy día se conservan total o parcialmente una treintena de beatos, que es como se conoce a las valiosísimas copias manuscritas de aquel libro. Elaborados entre los siglos X y XIII, son famosos sobre todo por las miniaturas de estilo mozárabe que iluminan las hojas de 24 de ellos. En su última novela, 'El cantar de Liébana' (Espasa), el dibujante, arquitecto y escritor lebaniego José María Pérez González, más conocido como Peridis, revive la historia del Beato y el enfrentamiento que mantuvo con su rival teológico Elipando, arzobispo de Toledo. El libro ha salido a la venta este miércoles.
– Esta es su quinta novela. ¿Por qué ha esperado tanto para dedicarle una novela a su tierra y al Beato? ¿Quizá para coincidir con que 2023 es Año Jubilar Lebaniego?
– No, no, no... ¿Le digo la verdad? Es que no me atrevía. Escribí las tres novelas de la Reconquista, que es un tema relacionado con el románico. Y después sí, la de la guerra civil, 'El corazón con que vivo', que ya es en mi tierra, con Aguilar de Campoo. Pero en esta... Bueno, el paisaje, el patrimonio, la historia tienen un protagonismo. Un protagonismo que no es muy conocido. Y eso que el Beato ha puesto a Liébana en el mapa absolutamente.
– 'El cantar de Liébana' es un homenaje a su tierra. Se nota en la forma en la que describe los paisajes, cargada de sentimiento.
– La patria del hombre es su infancia, decía Rilke ¿no? Para poder escribir esto tenía que volver a la infancia y recordar mis primeras vivencias.
– Hay un toque proustiano ahí.
– Sí. En mi caso con Liébana lo hay clarísimo. Tengo una vivencia que me gusta contar. Cuando estuve visitando la cueva de Altamira, a la salida me vino un olor. «¿Este olor de dónde es?», me preguntaba. Y me di cuenta de que era del bosque de robles que había detrás de mi casa.
– Ese olor es entonces su magdalena de Proust.
– Sí, sí, sí.
– 'El cantar de Liébana' no es una novela histórica al uso. Hay dos tramas paralelas, una transcurre en la actualidad, la historia de dos amigas, Eulalia y Eutiquia, y otra en el pasado, la historia del Beato, unidas a través del profesor de las dos primeras, don Crisógono. ¿Por qué esta estructura doble?
– Pues porque mire, yo no valgo para hacer una novela solo sobre el Beato. Yo no meto un crimen para que luego los protagonistas estén buscando un libro misterioso. Lo que yo buscaba era el modo de acercar los dos mundos, el de la Edad Media y el de hoy. Mirar al mundo del Beato y Elipando con los ojos de hoy. Y luego contarlo a través de un intermediario que es un profesor, también de un cura, que saben muchas cosas. Yo sé que otros meterían el robo de un manuscrito y persecuciones, pero para mí el Beato no era un pretexto, era el texto. Y por eso opté por este modo narrativo que no sé si será acertado o no, pero sí que es el que me ponía, el que me llamó.
El azul, el color más precioso
– Esta novela está ilustrada con dibujos que a menudo se basan en los de los beatos. Esto hace que de algún modo usted se haya convertido de rebote en iluminador del 'Comentario del Apocalipsis' del Beato, como aquellos monjes medievales.
– (ríe) Esto es un 'Comentario al comentario del Apocalipsis del Beato'. Con este tema el dibujo era inevitable. Siendo yo dibujante y siendo lebaniego, qué menos que hacer un libro ilustrado. Sobre todo con Beato de Liébana, que es el inventor del cómic moderno. Bueno moderno, mejor antiguo. Es un narrador en cómic extraordinario. Y de algo casi imposible: ¡iluminar profecías!
– Una duda, ¿por qué ha optado por el azul como único color para las ilustraciones?
– En la Edad Media era el color más caro y más precioso. El lapislázuli. Era un color carísimo y difícil de obtener y que había que proteger mucho, porque con la exposición solar o con una utilización inadecuada, viraba al gris y se perdía. Pero era un color precioso.
– El estilo de las ilustraciones de los beatos es muy característico, con esos colores fuertes, los fondos planos, las figuras... Usted las define como «casi psicodélicas». ¿Podría decirse que son muy modernas?
– ¡Absolutamente! Para mí son muy expresionistas. Y tienen una ingenuidad medieval. Según van avanzando van siendo más naturalistas. El beato de San Andrés de Arroyo es un modelo casi de clasicismo. Son personajes que se retuercen, que se mueven, están ahí los cuatro jinetes y está la bestia...
– Muchos expertos coinciden al señalar que el texto del 'Comentario' del Beato era un poco duro, que para la lectura no resultaba agradable. ¿Cree que este libro triunfó y se convirtió en un 'best seller' en la Edad Media más por la iluminación que por el contenido textual?
– Bueno... Primero fue un libro muy oportuno para afrontar el conflicto del adopcionismo, aquella idea de que Jesucristo era hijo adoptivo de Dios, defendida por Elipando, el rival e Beato y arzobispo de Toledo. Pero en segundo lugar, la astucia de Beato fue iluminarlo con unos dibujos fantásticos. Imagínese uno de estos libros en la Edad Media, abierto en el scriptorium en un monasterio, en una catedral, lo ameno y lo entretenido que tenía que ser ver esas figuras.
– Umberto Eco describe ese efecto en 'El nombre de la rosa', cuando sus protagonistas penetran en la biblioteca del monasterio y uno de los primeros libros que hojean es uno de estos beatos.
– ¡Claro! Son un antecesor enorme del cómic. Cuentan con imágenes lo que no puedes explicar con palabras. Ahora que menciona a Eco, hoy me he acordado de una anécdota que contaba él. Él coleccionaba cómics y un día se llevó unos cuantos de Superman a la universidad y los puso sobre una mesa, junto a otros libros, para que los cogiera la gente, a ver qué pasaba. Y entonces desaparecieron los cómics. Todos los de Superman. Y de los libros no se llevaron ninguno. Él quería demostrar que el cómic tenía derecho a figurar como una materia universitaria. En la novela yo sostengo esta idea.
Dibujos para vivir el Apocalipsis
– En 'El nombre de la rosa', Adso, el novicio, sufre alucinaciones al hojear un beato, tiene una visión apocalíptica. ¿Cree que esto podía suceder, que un impacto así en un lector medieval podía darse?
– Mire, es que tenía mucho que ver con la meditación. Esto Beato lo tuvo claro, lo vio muy bien. El interés que tenía era provocar visiones, ponerte en el pellejo del autor del 'Apocalipsis'. Lo primero era ejercer esa atracción. Lo segundo era colar de matute, a través de las imágenes, la idea de que Jesucristo era el verdadero hijo de Dios, no un mero hijo adoptivo, como decía Elipando, y recordar los castigos que esperaban a los herejes.
– A los adopcionistas. La controversia entre Elipando y Beato fue muy virulenta. El primero llamó «oveja sarnosa» al segundo y este le respondío llamándole «testículo del demonio». A Eutiquia, Tiqui, la estudiante joven de su novela, todo esto le sorprende y le resulta muy ajeno.
– Hoy en día estas querellas religiosas nos resultan muy extrañas, de otro mundo. Pero entonces eran importantes y además tenían un fondo político fundamental. La razón de ser de los reinos cristianos era una fe distinta. Y esa fe se basaba en que Jesucristo es el Dios que había resucitado y que nosotros resucitaremos también. Estaba en cuestión el meollo de la fe cristiana, la divinidad de Cristo y la resurrección de la carne. Elipando es el arzobispo de Toledo, bajo dominio musulmán. Le interesa estar a bien con la autoridad de Córdoba y el adopcionismo convierte el cristianismo en algo más asumible visto desde el Islam. Jesús es solo un hombre adoptado por Dios.
– Un profeta más, como de hecho es para el Islam.
– Eso es. Para Beato, que está en Cantabria, en el reino asturiano, en el Norte no sometido a Córdoba, esto es una herejía absoluta.
– Beato es un monje que vive en una zona apartada. Su rival es el arzobispo de Toledo. En principio, parece que Beato está en inferioridad, pero al final es el que sale triunfante en esta controversia obteniendo los apoyos de la Iglesia carolingia.
– Y por una razón, San Martín de Tours y Santo Toribio, que entonces era San Martín de Turieno, tenían la misma advocación. Y también relación y contacto, seguramente por mar. Está demostrado en Santander, con hallazgos arqueológicos y monedas, que había un tráfico considerable, y seguro que lo había también desde Castro Urdiales, hasta Burdeos. Coincide que en un momento determinado Alcuino de York es abad de San Martín de Tours y Beato, con el que tenía contacto, es abad en San Martín de Turieno. Y por ahí llega Beato a Carlomagno, a través de Alcuino.
– Y ahí Beato gana la partida.
– ¡Y tanto que la gana! Vence al arzobispo de Toledo, al que acaban declarando hereje y resulta que al final no hay división en los reinos cristianos. Porque el peligro del adopcionismo era que causara la división política del reino asturiano.
– Hay mucho cariño hacia Umberto Eco en este libro. Además de las citas, hasta sale en caricatura. ¿Lo conoció?
– No. Y me habría gustado, porque es un personaje al que admiro. Y cuando le he leído y le he investigado pues mucho más. Porque era enorme y buen comedor y buen bebedor y buen orador. En fin, era un hombre extrovertido, generoso. Un gran hombre en todos los sentidos de cuerpo y alma. Me he sentido muy a gusto con el personaje.
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