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1590: La ría se encadena para proteger sus galeones

Ante el temor de una ataque inglés contra los barcos de guerra que se construían en Deusto, las autoridades bilbaínas prepararon sus defensas

Domingo, 16 de junio 2024, 00:30

Tras el fracaso de la Gran Armada, la conocida como Armada Invencible, Felipe II ordenó en noviembre de 1588 la construcción de cuatro galeones de ... 500 toneladas, cuatro de 600 y otros cuatro más de 800 toneladas. En total, doce barcos de guerra que, bautizados con los nombres de los primeros seguidores de Cristo, serían conocidos como los Doce Apóstoles y acabarían formando parte de una nueva expedición contra Inglaterra en 1597. Los astilleros de Deusto fueron escogidos para construir seis de ellos, lo que acabaría afectando a la política local, porque las autoridades bilbaínas tuvieron que tomar medidas para defenderlos, ante la sospecha de que los ingleses planeaban una incursión para destruirlos.

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En principio, el rey estableció un presupuesto de 150.000 ducados para la fabricación de los doce barcos. Aunque el primer plan era construir cinco galeones en San Sebastián y Pasaia, cuatro en Deusto y tres en Guarnizo (Cantabria), al final se decidió repartirlos a partes iguales entre Guarnizo y Deusto, descartando los demás astilleros por razones diversas, entre ellas la seguridad.

Los seis galeones vizcaínos se llamaban San Matías, San Bartolomé, San Simón, San Tadeo, San Felipe y San Bernabé. Sus quillas se colocaron en marzo de 1589 y fueron botados entre octubre de ese mismo año y marzo de 1590. Todo ello bajo la supervisión del capitán Agustín de Ojeda, «el constructor naval vasco más importante del decenio de 1590», según la historiadora Lourdes Odriozola, y que desde luego demostró un gran compromiso con su misión, porque puso dinero de su bolsillo para poder pagar a los trabajadores, comprar la madera y que la construcción no se detuviera cuando las arcas reales, al borde de la quiebra, no daban para ello.

Pero el dinero no fue su única agobio. «Ojeda estaba preocupado por los rumores que corrían de que una escuadra de 20 ó 30 navíos se disponía a partir de Inglaterra para quemar los nuevos galeones. Por ello, pidió soldados a Santander para proteger sus galeones en Zorroza. Incluso sugirió que los soldados pudieran vivir a bordo de los galeones mientras los protegían», escribe el arqueólogo José Luis Casaban en su tesis, 'The Twelve Apostles: design, construction and function of late 16Th-century spanish galleons' (2017).

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El 2 de febrero de 1590 Felipe II envió una cédula a la «Junta, procuradores, caualleros, escuderos, hijosdalgo de las ciudades, villas y lugares del nuestro muy noble y leal Señorío de Vizcaya, Encartaciones, y tierra llana», por la que encargaba la defensa de «algunas naos de mi armada» que había aprestándose «en el Rio de Biluao», en especial «los seis galeones nueuos, que por mi horden se hazen en Deustoa».

Noticias de Inglaterra

Se realizaron alistamientos y alardes, y Bilbao formó compañías de arcabuceros destinadas a proteger los barcos, estableciendo guardias nocturnas en la ribera de Deusto. El 17 de marzo, en otra cédula, el rey mostraba su satisfacción: «Os agradezco mucho el cuydado que en esto abeis puesto que es conforme a lo que siempre abeis acostumbrado y os encargo que llebando adelante esto procuréis que se conseruen las armas y exercite la gente en ellas y atienda con cuydado a la guarda de los pasos por donde podrá el Henemigo hazer daño».

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El 3 de junio las autoridades bilbaínas tuvieron noticia de que «se abían aparejado en Ynglatierra veinte y quatro baxeles de diez a doze rremos de cada banco y artillados y se tenía abiso de que querían benir con dos mil ynfantes con proposito de hazer mal en los galeones de su magestad», entonces amarrados en Zorroza. El Consistorio y el Consulado de Bilbao tomaron nuevas medidas para defenderlos, proporcionando 25 mosquetes y 6 arcabuces, más la pólvora y munición, a Ojeda y sus hombres, y disponiendo un sistema para cerrar el acceso a la ría con una cadena de hierro.

Esta última iniciativa generó unas desavenencias curiosas entre algunas personalidades bilbaínas, que al parecer discutieron por determinar quién se encargaría de ella y a quién debía de atribuirse el mérito de la idea. El caballero Juan Alonso de Mújica, uno de los encargados de organizar la defensa del Señorío, se opuso a ella solo porque no se le había ocurrido a él. En todo caso, la iniciativa recibió de nuevo el agradecimiento expreso de Felipe II, que además sugirió cómo solucionar el inesperado conflicto local.

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Agustín de Ojeda se avecindó en Portugalete

No se sabe de cierto el origen de Agustín de Ojeda. Según el perfil que le dedica la Real Academia de la Historia en su web, era de Hondarribia, pero no pocos historiadores apuntan a Huelva como su lugar de nacimiento. Goio Bañales explica en su obra 'In Insula Maris: El mundo naval de Las Encartaciones: Portugalete y el valle de Somorrostro' (2014) que «lo suponemos hijo del almirante Juan de Ojeda, y nacido en Huelva hacia 1545. Falleció en 1618, yendo en la armada del almirante Vidazabal contra los flamencos.contra los flamencos». Ojeda se avecindó en Portugalete. «En esta villa contrajo matrimonio con María Antonia de Velasco, heredera de una considerable fortuna con propiedades tanto en Portugalete y sus inmediaciones como las del mayorazgo de los Velasco de Lezana de Mena», precisa Bañales. Después, Agustín de Ojeda invirtió «grandes sumas en la compra de todo el lugar de Kortamendi, en Salcedillo, inmediato a donde se situaba una pequeña torre propiedad de su esposa, para añadirlo a su propio mayorazgo».

En una carta, el rey alababa de nuevo los esfuerzos de la villa y el Señorío: «Se echa bien de ver el cuydado con que de ordinario estays para acudir a las cossas de mi seruicio como lo han hecho vuestros passados, y assi os doy muchas gracias por ello». Sobre el asunto de la cadena, valoraba «el celo que os ha mouido a labrarla a costa de los propios de esa villa», para ponerla «en el Rio della a la parte de Çorroça donde están mis galeones para la guardia y defensa de ellos». En cuanto a Mújica aconsejó que «conviene tener con él muy buena correspondencia», por lo que procuraría apaciguarlo por su lado mientras pedía a los bilbaínos que le ayudaran en sus maniobras militares.

Finalmente la incursión inglesa no se produjo y los seis apóstoles deustoarras entraron en servicio. Participarían en el desastroso intento de invasión de Inglaterra de 1597 y uno de ellos, el San Barolomé, acabó desarbolado y arrastrado por las tormentas hasta hundirse frente a Mundaka.

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