'Venba': Un viaje gastronómico por la identidad, la tradición y los lazos familiares
Crítica ·
El videojuego de Visai Games condimenta la experiencia jugable con dosis perfectas de drama, amor y autoexploración
Cocinar para otros es uno de los actos de amor más sinceros. Pensar en los platos, preparar los ingredientes, cocinarlos y compartirlos con aquellos que apreciamos puede ser una experiencia realmente gratificante. 'Venba' es una de esas sorpresas estivales que se guarda de vez en cuando el calendario; en un año de lanzamientos tan saturado, repleto de propuestas de gran presupuesto, el evocador videojuego 'indie' desarrollado por Visai Games podría haber pasado desapercibido, pero su cautivadora propuesta es de esas que no solo hay que paladear, sino que hay que compartir con gusto, como quien disfruta de una entretenida sobremesa.
Venba no busca únicamente capturar esa esencia de amor y dedicación que se pone en la cocina, sino que a través de la gastronomía va desgajando la conmovedora historia de Venba, nuestro alter ego, una madre tamil que, junto con su marido, emigra a Canadá en los años 80. A través de este viaje gastronómico por varias décadas, vivimos cómo enfrenta el desafío de preservar sus recetas familiares mientras navega por los altibajos de la adaptación a una nueva cultura. La obra no es simplemente un juego de cocina; es una carta de amor a la tradición, a los recuerdos y a las historias familiares que se transmiten de generación en generación. A medida que desciframos las recetas dañadas del libro de nuestra madre, nos enfrentamos a una experiencia que va más allá de la mera resolución de rompecabezas: es un viaje por la memoria, un anhelo por los sabores y aromas de un hogar lejano, y una conexión profunda con las raíces.
De hecho, uno de los aspectos fundamentales de Venba es su capacidad para abordar temas de identidad, pertenencia, racismo o choque cultural. Estos asuntos se entrelazan con la mecánica del juego, donde cada ingrediente, cada técnica de cocción y cada receta revelan no sólo un plato, sino también fragmentos de una historia personal y colectiva.
El juego añade una sutil e interesante vuelta de tuerca a la vida familiar de Venba y su marido Paavalan, con el nacimiento de Kavin, cuya presencia es un hilo conductor vital para la narrativa del juego. A medida que profundizamos en la obra, no solo desentrañamos las dolorosas complejidades de la emigración y la adaptación a un país que no te lo pone fácil ni te va a ayudar a cumplir tu sueño, sino que también nos sumergimos en las profundidades de las relaciones entre padres e hijos y las inseguridades que pueden surgir en ese vínculo.
Kavin representa ese puente generacional entre el pasado de su madre en la India y su presente en Canadá. A través de sus ojos, vivimos los desafíos de crecer entre dos culturas, lidiando con el legado de las tradiciones familiares mientras busca su propio lugar en un mundo que no esconde su rechazo al diferente (hay varias escenas muy duras y conmovedoras al respecto que no comentaré por evitar destripes). Los momentos compartidos en la cocina se transforman en sesiones terapéuticas, donde la comida se convierte en un lenguaje común, uniendo a madre e hijo a pesar de las barreras generacionales, idiomáticas, por momentos, y culturales. Sin embargo, con el tiempo, las dudas sobre la paternidad asaltan a los protagonistas. ¿Están haciendo lo correcto por su hijo? ¿Cómo equilibrar el deseo de transmitir las tradiciones familiares con el de permitir que Kavin forje su propio camino? Estas preguntas, tan universales para cualquier padre o madre, adquieren una profundidad adicional en el contexto de Venba, amplificando los desafíos de criar a un hijo en una tierra extranjera.
La relación entre Venba y Kavin es palpable en cada interacción, en cada receta restaurada y en cada conversación en la mesa del comedor. Es una relación que se tensa y se fortalece, reflejando la dualidad del amor y la frustración que a menudo coexisten en las dinámicas familiares.
Pero Venba no solo brilla en su narrativa: la mecánica de juego también es un reflejo de su mensaje central. Las recetas ejercen de puentes entre lo que fuimos y lo que somos, nos desafían con elegancia no solo a reconstruir un plato, sino también a comprender la historia y el amor que lo envuelve. A través de esta interactividad, sencilla en sus formas pero con el punto justo de desafío, el título va creando en nosotros una conexión más profunda con la protagonista y lo que vive.
Es de justicia, de todos modos, reseñar que algunos jugadores podrían encontrar que la mecánica de restaurar recetas puede volverse repetitiva con el tiempo. Aunque la narrativa es fuerte, la integración entre lo que el juego quiere contarnos y sus partes más jugables en sí podría haberse pulido más para ofrecer una experiencia más fluida.
En definitiva, Venba es un testimonio de que los videojuegos, como medio, tienen la capacidad de contar historias profundas y conmovedoras, que se quedan con nosotros mucho después de apagar la consola. Es una experiencia breve pero perfectamente cocinada, que se disfruta en su punto sin llegar a perder en ningún momento fuelle ni impacto. Un título valiente que sabe epatar en el jugador de formas que solamente el videojuego como medio es capaz. En un mercado saturado de títulos que buscan impactar con gráficos de vanguardia, duraciones alargadas hasta la extenuación y acción trepidante, Venba no es solo un juego sobre comida y tradición, sino una profunda exploración de las relaciones humanas y las emociones complejas que conllevan. Es, además, un testamento al poder de los videojuegos para contar historias ricas y relevantes que nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia vida y relaciones.
