'Pikmin 4': estrategia para todos los públicos
Crítica ·
Shigeru Miyamoto redondea una de sus franquicias insigniaCuando se cumple una semana de su lanzamiento, la última producción de Shigeru Miyamoto (el 'padre' de Mario Bros.) supera las 400.000 copias distribuidas en suelo japonés. Dicha cifra cobra una importancia capital si la comparamos con el rendimiento comercial de 'Final Fantasy XVI' en el país: poco más de 300.000 unidades.
Hablamos de una saga -la de Pikmin- que nunca ha destacado por su acogida entre el gran público: el género de la estrategia en tiempo real no goza de la legión de fieles que atesoran, por ejemplo, los simuladores de fútbol o los shooters multijugador. Preguntado al respecto en una entrevista reciente, Miyamoto espetó que la dificultad de comandar a un ejército de criaturas diminutas seguramente haya podido con la paciencia de algunos usuarios; frustrados al ver cómo sus soldados caían por decenas tras un mal paso.
Sí, 'Pikmin', Pikmin 2' y 'Pikmin 3' (lanzados para GameCube los dos primeros y Wii U el tercero) se caracterizaron por una exigencia poco acorde a las propiedades intelectuales de Nintendo. Especialmente dada la estética colorida e ingenua de las aventuras del Capitán Olimar, por la que muchos se acercaron esperando un desarrollo simpático y relajado. ¿El resultado? Una IP de nicho que podría despuntar con su cuarta iteración, dos décadas después de la original.
Los factores para el éxito de Pikmin 4 pasan por su plataforma (Nintendo Switch, con una base de 127 millones de usuarios en todo el mundo) y los múltiples cambios implementados por Nintendo EPD. Refinamientos a una fórmula que satisfarán tanto a neófitos como a los veteranos de la franquicia. Es más: uno se pregunta cómo no han estado ahí desde el principio (máxime tras probar las remasterizaciones de Pikmin 1 y Pikmin 2 en la consola híbrida).
La escueta narrativa de Pikmin 4 sigue los derroteros habituales: un equipo de exploradores acaba varado en un misterioso planeta. ¿Su cometido? Reparar su nave y rescatar a todos los cosmonautas perdidos, a lo largo de seis áreas temáticas (mapas) de tamaño considerable. Para ello contamos con la ayuda de los mentados Pikmin, cada cual con sus propias habilidades: los de color rojo resisten al fuego, los azules pueden nadar, los amarillos conducen la electricidad... Encomendarles tareas es tan sencillo como lanzarlos a la barricada, enemigo u objeto de turno, con tal de que la derriben, lo derroten o lo transporten (respectivamente).
Los escenarios aparecen así plagados de tesoros y suministros que debemos recopilar, en periodos de juego de varios minutos (desde la salida hasta la puesta del sol). Esto obliga a otear el terreno y planificar bien nuestros pasos, dividiendo al grupo en pelotones para que cada cual acometa una tarea en puntos distintos del mapa, de forma simultánea.
Hasta aquí las bases de Pikmin. Ahora toca dar cuenta de las novedades, que son muchas. La primera y más evidente es la incorporación de un can explorador (Ochin) que nos acompaña en todo momento: también puede atacar a los enemigos y derribar barreras, pero su habilidad por antonomasia es la del transporte. Podemos subirnos a su lomo junto a los Pikmin, lo que facilita mucho las cosas al atravesar terrenos complicados: otrora caminar por los Pikmin cerca de un desfiladero terminaba con buena parte de las criaturas cayendo al vacío, por poner un ejemplo. Ahora no corren peligro alguno. Tampoco al atravesar un área anegada, sin importar que su tipología no case bien con el líquido elemento.
Ochin también puede saltar (lo que añade un cierto componente de plataformas a nuestras desventuras) y cuenta con un árbol de habilidades que podemos mejorar conforme avanzamos. Así, cada vez inflige más daño a los rivales y puede mover objetos más pesados (de perlas cuando no contamos con el suficiente número de Pikmin), cavar más rápido, bucear, ayudarnos a arrancar retoños e incluso recuperarse por sí solo tras caer en combate.
Otra piedra angular del nuevo Pikmin es la materia prima: si antes se encontraba diseminada por el mapa con el único propósito de edificar estructuras, ahora puede almacenarse en nuestro módulo de exploración para utilizarla en cualquier momento. Tanto para construir puentes o rampas como para fabricar artilugios en el campamento base: éstos van desde collares de resistencia elemental para Ochin (fuego, electricidad, veneno...) hasta incrementos de velocidad o vitalidad para nuestro personaje, cuya apariencia podemos configurar al comienzo del juego.
La materia prima, por ende, rebaja sensiblemente el nivel de dificultad y contribuye al potencial adictivo de Pikmin 4: cada pequeña acción o descubrimiento en los mapas implica recompensa y progresión (al más puro estilo 'Forza Horizon', cuyo mundo abierto tiene algo que ofrecer a cada tramo de carretera). De hecho, los colegas que rescatemos pasarán a encomendarnos misiones secundarias por doquier, con las que conseguir materia prima adicional.
Pero volviendo a las mecánicas propiamente dichas: Miyamoto sorprende con una inteligencia artificial mucho más depurada para los Pikmin, que ya no se quedan encallados en los recovecos del escenario y aciertan a esquivar algunos peligros. Además, nuestro cursor fija automáticamente los objetivos más cercanos, resultando casi imposible errar el lanzamiento de uno u otro Pikmin. Aunque sigue siendo posible separarlos por colores, apenas lo necesitaréis.
Otros añadidos más sutiles pero geniales son que el juego compensa el exceso de pulsaciones cuando arrojamos Pikmin a un ítem o construcción: si son necesarias 10 unidades, se lanzarán exactamente éstas, sin importar que hayamos aporreado el botón una veintena de veces. Por su parte, los Pikmin con objetivos en curso tardan más en reaccionar si usamos el silbato cerca de donde se encuentran, para replegar a las criaturas inactivas.
Nuestro héroe cuenta además con un inventario en el que van almacenándose las bombas, útiles y potenciadores, de forma que podamos usarlos en cualquier zona. Llaman la atención un dron para explorar a vista de pájaro sin que corra el tiempo; sendas antenas para convocar a los Pikmin rezagados y mecanismos paralizadores que reaccionan al movimiento, tremendamente eficaces con los jefes más letales. Si nos preguntan, apenas hemos tirado de estos objetos durante el juego por su asequible dificultad, pero ahí están para quienes no se manejen demasiado bien. Es más, Nintendo ha implementado una opción que retrocede la partida unos minutos, por si perdemos a medio pelotón de golpe al enfrentarnos a una mole sin las precauciones necesarias.
Esto último conviene sobre todo en los túneles subterráneos, que retornan desde Pikmin 2: cuentan con varios niveles e interesantes rompecabezas con Ochin (cuyo control podemos alternar), si bien brindan la posibilidad de regresar a la superficie en cualquier momento. Al volver a meternos bajo tierra podemos acudir directamente al 'piso' que nos convenga, donde hubiésemos dejado un tesoro por conseguir o un rescate por completar (a menudo supeditado a la derrota del jefe de turno). Una vez más, facilidades que allanan el gameplay sin restarle un ápice de profundidad.
Fijémonos ahora en el diseño de niveles como tal: los mapas están diseñados a conciencia para que completarlos al 100% requiera un buen puñado de horas. Incluyen elementos interactivos como ventiladores que se activan mediante interruptores conmutados, o montones de paja que debemos quemar para seguir avanzando, a base de encender los braseros diseminados de una punta a otra del terreno de juego. Todo esto casa a la perfección con el acierto de mover nuestra base (el punto donde extraemos a los Pikmin de su cebolla y al que acuden para depositar los tesoros), lo que permite ahorrar tiempo acortando nuestros desplazamientos.
Estamos además ante el primer juego de la serie que incluye todos los colores de Pikmin conocidos hasta la fecha (morados, rosas, blancos...) junto a dos inéditos: los de hielo congelan superficies para que el resto de la tropa pueda transitarlas y los luminosos juegan un papel clave en las nueva incursiones nocturnas. Sí, por primera vez podemos visitar el planeta durante la noche, en una suerte de retos 'tower defense' de corta duración. Se agradecen por la variedad que aportan al desarrollo, aunque solo un escueto número de estas misiones resultan obligatorias para alcanzar los títulos de crédito.
Otras pruebas recién añadidas son los Desafíos Dandori y las Batallas Dandori, donde conseguir cierto techo de puntos recolectando tesoros en un tiempo dado (también contra un adversario, al que podemos hacer la puñeta con ítems, como si estuviéramos en Mario Kart). Diseñadas para poner a prueba nuestra capacidad de organización y planificación, estas fases funcionan a las mil maravillas en multijugador, por lo que configuran una modalidad independiente en la pantalla de inicio.
Respecto a las cosas que menos nos han convencido, la necesidad de recolectar bulbos para aumentar el número de Pikmin simultáneos sobre el terreno se antoja un paso atrás. La profusión de diálogos y secuencias idénticas cada fin de jornada tampoco suma demasiado. De hecho, evidencia que la segmentación del juego en partidas de varios minutos, por mucha seña de identidad que resulte, ha dejado de tener sentido en una propuesta que ya no invita a la premura: busca que nos tomemos el tiempo que necesitemos para completar la misión. La caída del sol es recibida en no pocas ocasiones como un 'coitus interruptus' de manual, sobre todo porque a menudo llega justo cuando estás a punto de conseguir las metas que te habías marcado para el día en curso. Finalmente, el modo cooperativo peca de anecdótico y los 'Pikmaníacos' achacarán la falta de jefes originales (la mayoría repiten junto a sus patrones y puntos débiles).
Donde no hay peros es en el apartado técnico. Bajo Unreal Engine, Pikmin 4 es uno de los títulos exclusivos más vistosos del catálogo de Nintendo Switch (diríamos que justo por detrás de 'Metroid Prime Remastered' y 'Luigi's Mansion 3'). El realismo del juego queda patente tanto en la recreación de la vegetación como en el entorno doméstico que atesora; un contraste muy bienvenido en una saga quizás demasiado persistente en cuanto a ambientación. Estamos además ante una obra que invita a jugar con auriculares o un buen equipo de sonido: los efectos especiales consiguen sumergirnos en la naturaleza y los cánticos de los Pikmin alegran el corazón en la misma medida que lo destrozan sus quejidos, al sucumbir.
Completar la historia principal puede llevaros unas 15 a 20 horas aproximadamente (hay un giro considerable tras los primeros títulos de crédito), pero la cifra puede triplicarse si os proponéis conseguir el 100%. El juego está diseñado para que no lo abandonéis hasta ese punto, de hecho.
Con Pikmin 4, Miyamoto refunda una de sus ideas más originales acercándola a profanos (público femenino inclusive, como demuestra el tráiler que precede a la proyección de 'Barbie' en numerosas salas). Visto lo visto, podemos decir que ahora sí que sí: Pikmin tiene visos de continuidad entre la élite de exclusivos de Nintendo.