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'Oxenfree II: Lost Signals' o el poder del silencio

Crítica ·

Night School Studio vuelve a su universo de fantasmas y sucesos paranormales para firmar una historia más madura y refinada

Martes, 1 de agosto 2023, 09:54

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Decía Borges que, a menos que puedas mejorar el silencio, no hables. En el primer 'Oxenfree' pocas veces callé. Un par de veces o tres a lo sumo. No tenía mucho sentido hacerlo: la gracia de interpretar a Alex (la protagonista del juego) en plena aventura 'coming of age' es la verborrea narcisista que caracteriza a los adolescentes y jóvenes adultos, con más respuestas que dudas y la certeza de que tienen todos los errores por cometer.

'Oxenfree II' es una secuela en su sentido más estricto, que se puede entender perfectamente sin haber jugado a su primera parte, pero que dialoga continuamente con su predecesora. En esta ocasión en Night School Studio no abandonan las historias que reflejan etapas vitales, pero sí que se alejan del sobado paso de la adolescencia a la vida adulta para poner el foco en otro momento como es el del inicio del camino hacia la madurez. Riley, nuestro alter ego, vuelve a Camena, su pueblo natal, frisando los cuarenta y con la maleta llena de errores y decepciones. Como buena historia del género, la de Oxenfree II no es la historia de una huida, porque los treintañeros y cuarentones pronto descubrimos que la vida no va tanto de huir mientras chocamos contra la realidad, tratando de derribarla con el entusiasmo y la cabezonería insistente de un adolescente (la primera entrega va un poco de esto), sino de aceptar que, efectivamente, no se van a cerrar etapas porque estas, a veces, dejan vacíos como abismos o buscan encajar unas con otras, desordenadamente, como las cajas de tu enésima mudanza.

Riley llega a su pueblo con estas cosas en la cabeza. Con la intención de hacer borrón y cuenta nueva, mientras lidia con todas las incertidumbres de una vida inestable. Fruto de esta inestabilidad, acepta un trabajo colocando una serie de transmisores y antenas en Camena para un grupo de investigación que busca estudiar una serie de anomalías misteriosas. Como ya sabes si vienes del primer juego con los deberes hechos (y si no tranquilo que no hay spoilers), todo lo que tiene que ver con señales y transmisores solo sirve para desencadenar fenómenos paranormales. Camena es un pueblo costero que tiene de vecina a la isla Edwards (escenario donde tiene lugar el primer Oxenfree). Según colocamos la primera antena se produce un desgarro espacio-temporal en la propia isla que tendremos que controlar, triangulando más antenas en Camena. De este modo se desatará una historia de fantasmas, bucles espacio temporales y sectas que sirven, como buena excusa, para abordar otros temas mucho más humanos que conectan con maestría con el gran público.

Imagen principal - 'Oxenfree II: Lost Signals' o el poder del silencio
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Imagen secundaria 2 - 'Oxenfree II: Lost Signals' o el poder del silencio

Hablaba del silencio en Oxenfree, pero lo más destacado del juego, lanzado en 2016, fue su apuesta genuina y arriesgada por el diálogo como motor narrativo y mecánica principal. Una decisión muy inteligente que funcionaba increíblemente bien. Oxenfree, al contrario que otras aventuras narrativas o juegos de rol, apostaba por conversaciones en tiempo real. Esta simulación realista de los intercambios dialécticos entre los personajes permitía que se pisasen, se interrumpiesen, cambiasen de tema… todo ello con una naturalidad tan pasmosa que muchas veces costaba creer que estuviésemos ante un truco narrativo bien implementado. Y aquí es donde entra en juego el silencio. Si ya la conversación fluida, sin pausas, donde como jugador influimos eligiendo los temas y respuestas en tiempo real, no deja de sorprender, es con la implementación del silencio donde Night School refina su fórmula. En otros juegos del estilo, cuando los diseñadores consideran que tiene sentido en la conversación o en el desarrollo de la trama, aparece el silencio como una opción de diálogo. En Oxenfree no hay un botón que pulsar para callar cuando nos lo permita el juego. El silencio siempre es una opción válida. Simplemente basta con no hacer nada. Así, puedes decidir callarte información personal, algún descubrimiento; callar para forzar el cambio de tema, generar incomodidad o porque, simple y llanamente, no tienes nada que decir. Como hacemos en la vida real.

En Oxenfree II he callado mucho. Riley, al contrario que Alex en la primera parte, tiene muchas dudas y complejidades, por lo que sus conversaciones con Jacob, que nos acompaña en nuestro periplo por Camena casi desde el inicio, o con otros personajes a través de la novedosa implementación del walkie-talkie, invitan a una interpretación más sosegada y cauta. Los intercambios son continuos, los personajes hablan mucho, es un juego donde conversar es prácticamente lo que haremos de forma continuada (hay puzzles, también, muy sencillos, ya sea interactuando con el propio entorno o con una radio que nos permite sintonizar con lo inexplicable); pero en esta ocasión, a pesar de que, como señalaba, los diálogos son el principal motor narrativo, Oxenfree II no está interesado en ofrecer grandes respuestas a través de sus conversaciones, sino que quiere abrir un espacio a la reflexión. Por eso el silencio cobra un protagonismo mucho más acusado y natural. Tal vez hubiese esperado una vuelta de tuerca mayor al sistema creado en el primer juego, pero puede que sea difícil mejorar algo que funciona bien; lo que está claro es que este Oxenfree II tiene algunos de los mejores diálogos que he leído y escuchado no solo en videojuegos.

Night School firma, en este sentido, una obra ambiciosa, de madurez que resuena en una audiencia global que, como Riley, hace tiempo que descubrió que la vida no te espera, ni se deja dar sentido, que no hay forma de llevar rumbo firme; que las soluciones ni son tan sencillas, ni son tan complejas, que, en realidad, lo que necesitamos es conectar y sintonizar con otras personas y con nuestro entorno para sobrevivir a nuestros propios fantasmas y al ruido de estática que supone ese caos que es vivir con todas las dudas del mundo.

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