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'Diablo IV: Vessel of Hatred' o la pesadilla más dulce

Crítica ·

La primera expansión del juego nos enfrenta a Mefisto, uno de los tres demonios mayores de Santuario

Marc Fernández

Jueves, 10 de octubre 2024, 10:06

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Históricamente, las expansiones han sido una constante en los juegos desarrollados por Blizzard; alargan la trayectoria comercial de cada título más allá de su ventana de lanzamiento. En 'Diablo' lleva siendo tradición desde la legendaria segunda parte, por lo que su reciente cuarta entrega no iba a ser una excepción. Se trata de una oportunidad formidable para regresar a la sangrienta cacería de demonios en un mundo de auténtica pesadilla.

'Diablo IV' tuvo un lanzamiento algo peliagudo; no por negligencia alguna, sino por el acecho incansable de la competencia (tanto 'Baldur's Gate 3' como 'Starfield' le pisaron los talones). Un año y varios meses más tarde, recibe una segunda oportunidad gracias a su primera expansión de contenido: 'Vessel of Hatred'. Ésta amplía el universo del original con una narrativa inédita y un sinfín de batallas campales contra las hordas del infierno. Mefisto, uno de los tres demonios mayores de Santuario, se alza aquí como la amenaza principal; promoviendo una espectacular historia que, por desgracia, termina de forma algo anticlimática.

Uno de los grandes alicientes de Vessel of Hatred es su componente nostálgico. La campaña nos devuelve a las localizaciones más icónicas de 'Diablo 2' (concretamente a la región de Nahantu) para desgranar una epopeya oscura y cruel, a la altura del villano confrontado. Dejamos atrás las curiosas ambigüedades de Lilith y sus vacilaciones entre los dos mundos (el demonio y el humano) para darnos de bruces contra la pura maldad. Es cierto que la trama presenta altibajos, pero siempre se las ingenia para mantenernos pegados a la pantalla.

A nivel de gameplay, Vessel of Hatred también está al nivel que merece la franquicia. Gana protagonismo la nueva clase del 'Espiritualista': una tipología mixta, con reminiscencias al 'Médico Brujo' de la tercera entrega y con aptitudes cuerpo a cuerpo similares a las del 'Monje'. Su particularidad es que cuenta con el apoyo de cuatro grandes espíritus, cada uno con su propio estilo de lucha, dándose como resultado una mezcla de artes marciales, magias y habilidades pasivas. Hablamos así de una clase versátil, apta para quienes quieran explotar todos los flancos del juego.

Otro de los aspectos que mejoran respecto al título base es el diseño de las mazmorras (aunque despuntaban en lo estético, no dejaban de ser pasillos largos y cerrados). Se abandonó por completo el estilo laberíntico característico del género en pos de la accesibilidad. Aunque la expansión no da ninguna vuelta de tuerca espectacular, sí que se observan rutas algo más enrevesadas que de costumbre; sobre todo por la inclusión de áreas especiales que rompen para bien con la monotonía. Además, los tres nuevos 'Fuertes' incluidos en la región son desafiantes hasta decir basta, jefazos incluidos.

A lo anterior hemos de sumar el contenido 'endgame', como la 'Ciudadela Oscura' o la 'Temporada del Odio Creciente'; eventos pensados para el multijugador dada su dificultad y espectacularidad. Una de las novedades más agradecidas de esta expansión son los mercenarios: personajes que se nos unirán para facilitarnos las cosas durante la aventura. Cada uno posee un estilo de juego diferenciado, un árbol de habilidades personalizable y unos atributos de afinidad que iremos mejorando según nos ganemos su confianza (a base de completar sus misiones, claro). Lo interesante aquí es que algunos de estos personajes suponen una espada de doble filo: añaden hándicaps al terreno de juego.

Con respecto a la personalización, encontramos otra adición importante: a partir de nivel 20 se desbloquean las runas, que dan acceso a habilidades de otras clases o significativas ventajas temporales. Sin embargo, no son poderes que puedan activarse sin más, sino que requerirán cumplir determinadas condiciones. Surgen así las 'Ofrendas', un nuevo recurso que hará de combustible para desencadenar este poder adicional: cuanto más potente sea la habilidad en cuestión, mayor número de ofrendas habrá que dar a cambio.

Como todo lo que suele ofrecer Blizzard, Vessel of Hatred es una expansión sobresaliente. Añade mucho a todo lo bueno que ya había, aunque no soluciona aspecto negativo alguno. Se sigue echando en falta un diseño de mazmorras más complejo, o unas misiones no tan repetitivas. Si perdonaste estas carencias al original, ten por seguro que amortizarás todo el nuevo contenido.

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