Borrar

El día que visité a Astérix

El Piscolabis ·

Esta maldita pandemia no nos deja despedir a los seres queridos incluídos a los que nunca conocimos

Jon Uriarte

Sábado, 28 de marzo 2020, 01:23

Comenta

«Es para mí». Fueron las tres palabras que sirvieron como respuesta cuando el librero me preguntó si quería envolverlo para regalo. Y acto seguido, ... me lanzó una mirada cómplice. De esas que dicen yo también lo compré. Porque el tebeo, prescindo a propósito del eufemismo cómic, es un refugio al que acudo cada vez que puedo, que no es todo lo que quiero. Por eso, saber que el corazón del maestro Uderzo ponía el punto final a su vida me ha llevado a abrir una de sus aventuras en tinta. Unos son de Tintín. Y lo entiendo porque lo merece. Pero otros somos de la tribu de cierta aldea de la Galia. Allí donde el espíritu de sus gentes y una poción mágica convirtieron a una aldea en el quebradero de cabeza del mismísimo César. Si son de los míos entenderán que algunos, en estos tiempos donde no se puede ni despedir al que se va con una mínima decencia, necesitamos una cena en torno a las hogueras. Esas que nos decían hasta la próxima en la última viñeta. Y entenderán también que hoy recuerde aquella vez que busqué las huellas de Astérix y Obélix, en los primeros balbuceos del siglo XXI.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo El día que visité a Astérix

El día que visité a Astérix