Turismo rural
Este verano, como viene siendo tendencia desde hace tiempo, han aumentado las reservas en alojamientos de turismo rural. Me parece muy bien porque así nos ... desperdigamos y se activan distintas economías locales, pero creo que es un exceso candoroso creer que esas estancias puntuales nos aporten ningún tipo de conocimiento sobre el medio rural. Por un lado, solemos alojarnos en encantadoras casas, decoradas al detalle, de estilo rústico, pero provistas de todas las comodidades: chimenea y aire acondicionado, bañera de hidromasaje, hamacas en el jardín, lo que tercie; por otro lado, como nadie quiere ir a un secarral, buscamos parajes privilegiados como parques naturales, cerca de la costa, zonas fluviales; por último, nos entregamos al turismo rural cuando el tiempo acompaña.
Por extravagantes, dejo fuera de estas observaciones a las personas que, además de disfrutar de lo anterior, tratan de moldear el entorno rural a su antojo y se lanzan a pedir que no se abonen los prados porque huelen mal, que no suenen las campanas de la iglesia porque molestan o que las vacas no lleven cencerros.
El turismo rural es beneficioso, pero creo que nos vendría bien pasar unos días en un pueblo sin encanto particular, que no esté cerca de ningún espacio natural protegido, en una casa sencilla, más amueblada que decorada. Estaría bien ir fuera de temporada, cuando la oscuridad se arrellana y eterniza los días, cuando apenas se ve un alma por la calle. Por entablar conversación, preguntaríamos entonces a los habitantes en qué trabajan, cuánto les pagan, si están contentos. Nos fijaríamos en que el médico pasa por allí dos días a la semana, en que no hay sucursal del banco, ni farmacia, ni pescadería, y que la permanencia de la escuela pende de un hilo. Puede que nos deprimiera ver la vieja estación del tren, que dejó hace tiempo de acoger viajeros. Puede que de esa manera comprendiéramos mejor el enfado, la frustración, la desesperanza que recorre el medio rural, y que cristaliza, en ocasiones, en resultados electorales que nos descuadran: las calles bien iluminadas no nos dejan ver la oscuridad.
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