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Células zombis recorren nuestro cuerpo y lo conducen hasta la vejez y la muerte. Los científicos las llaman también células senescentes y forman parte del proceso biológico que es la vida. Lo normal es que las células del cuerpo humano vaya regenerándose, cambiándose unas por otras hasta el punto de que pasados diez años el organismo que nos mantiene vivos es, como el río de Heráclito en el que uno no puede bañarse dos veces: Completamente diferente. Ese proceso tiene un impacto determinante en el organismo y puede controlarse en cierta medida a través de la dieta, según explicó el médico nutricionista Javier Aranceta en la apertura del nuevo curso del programa de divulgación y ciencia de EL CORREO Encuentros con la Salud.
El envejecimiento está íntimamente ligado a la senescencia. Para mantenernos vivos, las células están en permanente evolución, se dividen una y otra vez, pero se resisten a morir. Las más viejas, las que en argot científico se conoce como células zombis se acumulan en los tejidos y liberan sustancias dañinas. Con capacidad para inflamar y generar en los tejidos que tocan lesiones capaces de transformarse en cánceres u otras enfermedades. «Actúan como si fueran manzanas podridas, pudriendo todo lo que pillan alrededor», explicó Aranceta, presidente del congreso de la Sociedad Española de Nutrición, que se celebrará en Bilbao los días 2 y 5 de octubre.
El sistema inmunitario, detalló el experto, intenta acabar con ellas, destruirlas por completo mediante otro proceso natural que se llama apoptosis, que busca impedir el contagio. No siempre lo logra. La ciencia ha demostrado que «algunas de las técnicas contra el envejecimiento celular que utilizaban nuestras abuelas resultan muy eficaces para frenar este proceso«.
Algunos alimentos contienen elementos senolíticos que lo impiden. Es el caso del pepino y las fresas, lo que explica «por qué las mujeres conseguían una piel más tersa y un aspecto más juvenil con solo ponerse las rodajas en la cara durante un rato», afirma el especialista, presidente también de la Real Academia de Medicina del País Vasco, asesora científica del programa, en el que también colabora la agencia de comunicación Docor.
«Envejecer es oxidarse y deshidratarse», argumentó el especialista. Sin embargo, por mucha agua que se beba, dijo, nunca se evitará la pérdida de líquidos, porque ése es un mecanismo natural ligado a la vida. «Hay que beber agua», insistió, porque es –junto con la dieta mediterránea– la forma que tenemos de contener ese proceso. Pero curiosamente no es ésta la bebida más hidratante que existe, «sino la leche». A partir de los 40 años, añadió, el control de la dieta se convierte en una clave determinante para contener el envejecimiento, lo mismo que la práctica de ejercicio físico y un sueño reparador. Los dos momentos de la vida en que se producen los dos mayores golpes de declive son justamente los 40 y los 60 años.
Una proteína clave en el proceso de envejecimiento es la que se conoce con el nombre de cloto. La producen los riñones y su hombre viene del griego (hilar). Los científicos la descubrieron al percatarse de que las pacientes con insuficiencia renal envejecen más rápido debido, precisamente, a la falta de esta sustancia, «que se genera en mayor cantidad estimulada por el ejercicio físico».
Otro 'órgano' –que así lo llaman ya– determinante en el proceso de envejecimiento es la microbiota intestinal, los billones de bacterias que pueblan los intestinos. Existen entre 500 y 1.000 familias diferentes, unas beneficiosas para el organismo y otras generadoras de enfermedad. La diferencia entre tener unos intestinos poblados de microbios buenos o malos depende de lo que se coma «y las únicas dietas, siempre lo decimos, que se han demostrado científicamente eficaces son las mediterráneas», cortadas todas por un mismo patrón: cereales, legumbres, verduras y pescado más que carne, preferiblemente roja.
La lucha contra el paso del tiempo ha impulsado una carrera frenética de la industria por el desarrollo de fármacos capaces de contenerlo. Uno de los más prometedores a juzgar por los resultados en experimentos con animales es la metformina, que se utiliza contra la diabetes tipo 2 y parece tener un impacto importante en el proceso de la vejez. Incluso retrasa la aparición de enfermedades como alzhéimer y párkinson. «Un investigador de Harvard llegó a decir que todos los que estudian el envejecimiento toman suplementos de metformina. Ustedes no lo hagan», recomendó el experto. «Son ensayos clínicos y lo que le vale a su vecino no tiene por qué serle útil a usted».
Uno de los aspectos clave que debe cuidarse en la dieta de las personas mayores es el consumo de productos con alto valor proteico. Al envejecer se pierde masa muscular, que el organismo tiende a reemplazar por tejido graso. En esta etapa de la vida, cuando las caídas se convierten en una tremenda amenaza, se necesita más que nunca disponer de proteínas que refuercen los músculos y faciliten la digestión. Pueden obtenerse de las carnes de pollo y pavo, sobre todo de las pechugas.
Pescado, leche, legumbres y, en menor medida, vegetales, también aportan proteínas interesantes desde el punto de vista nutricional. Mención especial merece el huevo, que aporta lo que los especialistas llaman la 'proteína de oro' por ser de las más digeribles y biodisponibles que existen. Es decir, que es de las que más fácilmente y mejor absorbe el organismo. Tienen la capacidad de reparar tejidos y favorecer una correcta función de las células. A partir de cierta edad, la alimentación debe entenderse no ya como una necesidad básica irrenunciable, sino como una fuente de gozo y felicidad. Son dos cosas que también contribuyen a vivir más y mejor. Lo dice la ciencia.
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