Prepararnos para una posible segunda oleada
Después del coronavirus ·
Al enemigo solo se le puede infravalorar una vez. Por eso es prioritario un plan de acción para los próximos mesesGorka Orive | Nerea irigoyen
Lunes, 13 de abril 2020, 00:35
Imaginemos que viajamos en un pequeño barco en el océano. De pronto una tormenta inesperada arrecia y nos arroja al mar. Sacando fuerzas de flaqueza ... encontramos una balsa salvavidas. El pulso sigue acelerado, pero respiramos aliviados: hemos estado a punto de ahogarnos. Pero el alivio es momentáneo: tenemos que llegar a tierra y retomar nuestra vida. A día de hoy, tras semanas de cuarentena, nos damos cuenta de que la tormenta es el Covid-19; la balsa, las medidas de confinamiento; y la anhelada tierra seca, el final de la pandemia. Nuestra normalidad.
En un escenario globalizado, hiperconectado y dinámico como el presente, y con una avalancha de datos no siempre del todo trasparentes, cada país toma medidas propias, sin parapetos frente a los aciertos y las críticas. Taiwán, Singapur y Corea del Sur han sabido gestionar precozmente la infección, diagnosticando de manera masiva frente al virus SARS-CoV-2 (responsable del Covid-19), medidas de distanciamiento e, incluso, geolocalización telefónica y por satélite de personas infectadas y asintomáticas.
En Occidente, a pesar del escalofriante número de nuevos casos cada día, el grueso de la población permanecerá sana y susceptible de infectarse. Tras esta primera ola, nos deberemos preparar para una posible segunda y tercera. Con un virus expandido globalmente, el riesgo de importar casos de otros países resurge como amenaza y, por ello, China ha vuelto a cerrar fronteras. Además, aunque el virus desaparezca de estas latitudes con el verano, estará circulando por el hemisferio sur y en otoño podría resurgir con más fuerza posiblemente acompañado de la gripe estacional. El mejor ejemplo es la mal llamada pandemia de 'gripe española' de 1918, en la que la segunda ola de contagios fue la peor.
Llegará el momento de rebajar o levantar las actuales condiciones de confinamiento, pero ¿cómo relajamos las medidas de confinamiento? ¿Cómo se retoma el contacto con familiares y amigos? ¿Cómo se reactiva la economía? ¿Cómo evitamos una segunda oleada?
Existen, no obstante, algunas medidas que se antojan necesarias, aun a riesgo de equivocarnos. La primera son los distintos test diagnósticos, cada uno con sus ventajas y limitaciones, pero fundamentales en esta crisis. Su rapidez en el diagnóstico y su disponibilidad serán claves para poder salir de esta situación. Los test PCR, capaces de detectar una sola molécula de material genético del virus, son los más sensibles y tediosos, ya que necesitan personal y equipamiento especializado. Los test rápidos de antígeno detectan proteínas del virus, pero solo son efectivos en el pico de la enfermedad y de poco al inicio de la infección. Los test serológicos detectan la presencia de anticuerpos, y aunque no nos dicen si tenemos una infección activa, sí nos informan de haberla pasado.
Una vez que se relaje el confinamiento, realizar test diagnósticos rigurosos, periódicos y rápidos en la población facilitará la detección precoz de sujetos con poca sintomatología. De esta forma, podrán realizarse cuarentenas focalizadas sin afectar al resto de las personas. Asímismo, los test serológicos a toda la población nos darán el porcentaje de gente inmune a la enfermedad, de extrema importancia para modelar las medidas de contención de una segunda oleada. En países como Alemania se propone «un certificado serológico» que indique tu inmunidad para volver a tu «vida normal». Muy buena idea para reactivar la economía.
Otra acción es extremar las medidas de higiene. No relajarse. Lavado de manos, de superficies, uso de guantes y mascarillas. El uso de mascarillas debe valorarse en relación a su disponibilidad, siempre evitando que el personal sanitario se exponga al desabastecimiento. Aun cuando no existe quórum en la comunidad científica, su uso generalizado podría limitar la transmisión del virus en personas ya infectadas, ya que las gotas orales y nasales cargadas de virus quedarían retenidas. Otra ventaja de las mascarillas sería la reducción de sensación de ansiedad por el miedo continuo a un contagio.
También será clave nuestra responsabilidad civil. Debemos estar atentos a cualquier posible síntoma, por leve que parezca. Durante las próximas semanas, deberemos seguir vigilantes con el distanciamiento físico, tanto en el entorno laboral como en otros lugares potencialmente de riesgo -ascensores, transporte público, supermercados u otros lugares con concentración de personas- y aumentar las medidas de higiene.
Es prioritario anticipar un plan de acción temporal y gradual que permita prepararnos como sociedad ante nuevas oleadas del virus en los próximos meses. Al enemigo solo se le puede infravalorar una vez porque, además, ya se sabe lo que pasa con las segundas partes.
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