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Había expectación, mucha, por cómo recibirían los familiares de los deportados republicanos que cumplieron condena en Mauthausen o directamente hallaron la muerte, la visita de ... los Reyes Felipe VI y Letizia. Los monarcas, que han asistido a los actos convocados en el campo de exterminio donde más españoles fueron asesinados por invitación expresa del canciller austriaco, Christian Stocker, no habían despertado ningún entusiasmo entre las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica, entre ellas Amical de Mauthausen, auténtico motor de esta iniciativa, con fuerte implantación en Cataluña, pero presente también en otros 23 países, todos presentes en la celebración internacional.
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Los Reyes accedieron al recinto por las puertas donde 80 años atrás los deportados habían dado la bienvenida a las tropas norteamericanas que acudieron a liberar el campo. «Solo le he dicho una cosa -relataba Dolors Pont, hija de un deportado muerto en Gusen, uno de los muchos campos que conformaban la constelación Mauthausen-. Que pidiera perdón a las familias, perdón por el olvido al que España condenó a sus hijos, convirtiéndolos en apátridas. ¿Vd. sabe lo duro que es tener 89 años y no haber conocido a tu padre?» . Felipe Vi trató de reconfortar a la mujer y atendió su ruego con una frase que Dolors espera esté cargada de significado. «No se preocupe. Todo llegará».
Juan Manuel Calvo, presidente de Amical, agradeció al monarca «el gesto de ser el primer Jefe del Estado que acude a Mauthausen para mostrar su reconocimiento por el sacrificio de los españoles y el sufrimiento que derrocharon durante su cautiverio. Somos republicanos -añadió-, y aunque nuestras ideas nos separan de él, se impone corresponder a su visita con respeto».
De la misma opinión era Josep San Martín, sobrino de un superviviente y como su tío miembro del comité internacional de la Amical de Mauthausen. «El rey se ha mostrado muy receptivo y lo agradecemos, y aunque las ideas nos separen, el mero hecho de que haya venido hasta aquí para mostrar su respeto por los españoles es motivo de felicitación».
Los Reyes presenciaron el desfile internacional que se prolongó por espacio de cuatro horas bajo un sol implacable en la Appellplatz, la plaza donde se mandaba formar a los presos y testigo de su suplicio. Hasta allí llegaron delegaciones de todos los países, desde Israel a Australia, de Argentina. Serbia. También franceses, chinos y norteamericanos. Cuando llegó la comitiva de españoles, entre los que abundaban las banderas tricolores, se lanzaron algunas consignas en favor de la República y en contra de la monarquía, sin que ni unos ni otros quisieran profundizar en lo que les separaba. Era un día de tolerancia y de apuesta por la convivencia y así lo entendieron todos.
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