El vapeo también daña la salud, pero la ciencia le reconoce ahora capacidad para ayudar a abandonar el tabaco. E.C.

Un polémico estudio avala el uso del cigarrillo electrónico para dejar de fumar

Profesionales sanitarios rechazan el trabajo y advierten de que «tiene trampa porque traslada a la población general medidas de salud pública que han de ser individuales»

Miércoles, 3 de abril 2024, 00:29

La Universidad de Oxford (Reino Unido) publica hoy un estudio sobre el uso del cigarrillo electrónico que nace envuelto en polémica. La reconocida institución académica ... plantea el uso de este producto como una herramienta válida para dejar de fumar y avala el planteamiento con la estadística. Tradicionalmente, según dice este trabajo, los usuarios que comenzaban a vapear, generalmente adolescentes y jóvenes de menos de veinte años, acababan fumando tabaco convencional. Pero esa tendencia, al parecer, ha cambiado y lo que se está viendo es que cada vez son más los fumadores que se ayudan de este producto para romper con su hábito. Los sanitarios agrupados en la Iniciativa Ciudadana Europea XQNS advierten de que el trabajo «tiene trampa», porque «se vale de una medida de Salud Pública que se ha mostrado eficaz a nivel individual para trasladarla al conjunto de la población. Las terapias de reducción de daños -explican- no pueden aplicarse así; Reino Unido, mejor que nadie, conoce los graves efectos que conlleva hacerlo mal».

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Los dispensadores electrónicos de nicotina llegaron al mercado en 2007. Los primeros, según se recuerda en este trabajo, tenían un aspecto similar a los cigarrillos convencionales y, para generar esa idea de que se estaba fumando, utilizaba baterías fijas de alto voltaje. Una década más tarde, en 2016, los fabricantes introdujeron líquidos electrónicos que contienen formulaciones de sales de nicotina con un ph más bajo que las del tabaco. A partir de ahí, comenzaron a aparecer investigaciones sobre la capacidad de estos dispositivos para ayudar al fumador a abandonar el tabaco, que llegaron a resultados muy dispares, incluso contradictorios. El trabajo de la Universidad de Oxford quiso, según sus autores, acabar con esta controversia y analizar la situación.

«Los tiempos han cambiado»

Para hacerlo, se valieron de los datos obtenidos por el Estudio de Evaluación de la Población y la Salud (PATH), que contiene, entre otras, información relativa a cómo los mayores de 21 años de Estados Unidos intentaron dejar de fumar y con qué resultados, entre 2013 y 2021. Los investigadores vieron que hasta 2016 no había prácticamente diferencias entre unos y otros. Las tasas de abandono llegaron al 15,5% entre quienes usaban cigarrillos electrónicos y el 15,6% entre quienes utilizaron otras fórmulas. Pero a partir de ese año, la situación comenzó a cambiar.

Entre 2028 y 2021 con el vapeo lo logró el 30,9% de los fumadores y sin él, el 20%. El documento conocido hoy destaca que el tiempo en que se realizó el estudio abarca el periodo completo de implantación y desarrollo del cigarrillo electrónico y que, además, coincidió con una apuesta federal tanto por restringir su comercialización como la del tabaco. «Nuestros hallazgos sugieren que los tiempos han cambiado para el vapeo y el abandono del tabaco», afirma la primera autora del estudio, la profesora adjunta de Oncología Karin Kasza, del Roswell Park Comprehensive Cancer Center de Búfalo, en Nueva York. «Nuestro estudio -reconoce la autora- no brinda respuestas sobre por qué el vapeo ayuda a dejar de fumar, pero es necesario profundizar en el análisis de por qué se ha producido este cambio de tendencia».

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«Una foto fija no es una estrategia para ayudar a la población a dejar de fumar»

Joseba Zabala

Médico y portavoz de la plataforma ciudadana XQNS de Prevención del Tabaquismo

«Es una explicación muy pobre para un trabajo que se limita a hacer una fotografía de lo sucedido, sin entrar en ningún tipo de análisis», ha valorado para EL CORREO el médico Joseba Zabala, portavoz de la plataforma XQNS, que aglutina a 262 organizaciones internacionales por la salud. La asociación considera que la utilidad del cigarrillo electrónico como producto para dejar de fumar es «muy dudosa» y plantea, «cuando menos», tres problemas de momento «insalvables».

«No es como la metadona»

El primero de ellos tiene que ver con el consumo dual del vapeo y el tabaco, que supone para el consumidor, según detalló el experto, un plus de toxicidad, «incluso en el supuesto de que realmente se llegue a reducir el consumo, que es algo que está puesto muy en duda». «A los tóxicos del cigarrillo convencional se suman los del electrónico», detalla.

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El portavoz de la plataforma, miembro también de la Sociedad Vasconavarra de Prevención del Tabaquismo y especialista en Salud Pública, considera que tras estudios como el difundido por la Universidad de Oxford se encuentra «la mano de la industria taquera», que busca confundir a la población, «haciéndola creer que la estrategia de reducción de daños que fue válida para luchar contra la epidemia de heroína también servirá para luchar contra el tabaquismo». ¿Podría valer? Reino Unido, según cuenta Zabala, lo intentó y está dando marcha atrás en su plan por haber resultado fallido. Las estrategias de salud pública cómo ésta, según detalla, no pueden aplicarse al conjunto de la población, sino que debe estudiarse su viabilidad caso por caso.

EE UU, como Reino Unido, también ha decidido promocionar el vapeo como método para dejar de fumar al comprobar que estaba sirviendo justo para lo contrario, como «puerta de entrada de los más jóvenes en el consumo de nicotina». Joseba Zabala recuerda, además, el «fortísimo impacto» que este material tiene sobre el medio ambiente. Los cigarrillos electrónicos son productos desechables de una «altísima toxicidad». El 75% de ellos acaba abandonado en la naturaleza, que necesita, al menos, 150 años para degradar el plástico. «Una foto fija no es una estrategia para ayudar a la población a dejar de fumar», concluye.

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Hasta impedir la respiración

Las evidencias sobre el impacto del vapeo en la salud pública crecen día a día. Aunque aún faltan datos sobre sus efectos a largo plazo, algunas de sus consecuencias ya se conocen. Uno de los más amplios estudios sobre la cuestión se publicó hace aproximadamente un año, en enero de 2023, y llevaba la firma del Instituto para la Investigación en Salud de Lawson, uno de los más prestigiosos de Canadá. El trabajo concluyó que el consumo mantenido de cigarrillos electrónicos daña lo que se conoce como el surfactante pulmonar, una sustancia presente en los pulmones, que es determinante para facilitar la función respiratoria. Su falta no solo dificulta sino que puede incluso impedir la respiración.

El grupo sospecha, según se explicó entonces, que ese daño es el que explica por qué las personas que vapean tienen mayor susceptibilidad a desarrollar lesiones pulmonares. Uno de los posibles causantes de estas lesiones podría ser el propilenglicol, un aditivo autorizado por las autoridades sanitarias para la industria alimentaria. Se sabe de su inocuidad para ser consumido, pero no de las consecuencias de su inhalación.

El vapeo, según ha demostrado la ciencia en estos años, genera menos daño que el tabaco porque contiene menos sustancias tóxicas, pero no es inofensivo. Para empezar, también contiene nicotina. El propilenglicol, además, se convierte en gotitas (vapor) cuando alcanza los 300 grados. Cuando su temperatura baja a 36 se solidifica y se deposita en los pulmones. Dentro de unos años, se sabrá de las consecuencias de este proceso.

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