Lamento el llamativo titular y si he abofeteado la nostalgia de algún alma sensible que adoraba a la abeja Maya. Pero no veo otra forma ... de llamar la atención sobre un asunto que cuando aparece como noticia, si lo hace, provoca desinterés o hilaridad. La avispa asiática va a acabar con la abeja autóctona.«¿Y qué?», dirán unos. «¿A quién le importa?», añadirán otros. Tenemos una guerra en Europa y una crisis energética que machaca aún más nuestra débil economía y llega este junta letras para decirnos que le preocupa un puñetero bicho. Pues nos quedamos sin miel y punto. Tómese una pastilla para la garganta y deje de dar por saco. Esa es la reacción inicial. Como pasó esta semana cuando salió la noticia de que los apicultores catalanes estaban al pie de sus colmenas para detener la llegada de enjambres de avispas asesinas. Hubo cachondeo. Como si se tratara de una noticia friki propia de las películas catastróficas de los 70. Pero esta vez es verdad. Está pasando. Y nos jugamos mucho.
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Lo mejor, para saber, es ir a la fuente. En este caso a la colmena. A una de las 50 que tiene en Tarragona María Micó. Una apicultora que nos habla desde el otro lado del teléfono con voz cansada y preocupada. Lleva toda la noche sin dormir intentando defender a sus abejas de las letales avispas. Lo hace con cazamariposas y a raquetazos. Para ello, utiliza una especie de matamoscas que provoca descargas al insecto que toca. No está siendo fácil. Hay muchas 'Vespa Velutinas'. Así se llama esta especie que llegó, al parecer, en el contenedor de un barco de mercancías de China que atracó en el puerto francés de Burdeos. De allí pasó enseguida los Pirineos y en 2010 ya se había detectado a esta avispa en Euskadi. Después invadió el resto, desde Galicia hasta Cataluña.
Los expertos estiman que en 2029 habrá colonizado la Península entera, Ceuta, Melilla y Baleares. Solo quedarían libres las Islas Canarias. Se habló de ellas cuando, no siendo especialmente peligrosas para el hombre, en lugares como Galicia y Cantabria se habían producido picaduras graves e incluso alguna muerte. Su aspecto lo dice todo. Sobre todo, el tamaño. Entre los 17 y los 32 milímetros, aunque existen ejemplares que alcanzan los 5 centímetros de largo. Y son muy efectivas cazando. El 80% de la alimentación de la avispa asiática son las abejas, el 20% restante de proteínas e hidratos lo obtiene de otros insectos. De ahí que las abejas de María no se atrevan a salir de la colmena. Están dentro. Prefieren morir de hambre a ser devoradas. Lo mismo que el resto de insectos. Cuenta esta apicultora que ni las moscas se atreven a revolotear. Pero no acaba aquí la cosa. Si no encuentra caza se dedica a comer frutos. A poder ser dulces. Y las uvas acaban negras y secas tras ser chupadas por ellas. Ya lo ha sufrido más de un vinicultor. Que se lo pregunten a Arguiñano y su txakoli dulce.
Llegados aquí les imagino sintiendo su zumbido cerca. Es lo que tiene la mente. Que nos juega malas pasadas. Pero es efímero. Por eso lo olvidamos. Y al hacerlo cometemos un error irreparable. Ya no es una amenaza. La invasión se ha completado. En el mejor de los casos provocan la pérdida del 30 al 50% de las abejas de una colmena. Pero alcanza el 100% de destrucción en las menos pobladas. Lo que tiene y tendrá dramáticas consecuencias. La desaparición de las abejas supondría la extinción de al menos el 50% de todas las plantas del planeta y del 75% de los productos que consumimos. Por eso es importante que María Micó no esté sola defendiendo a sus abejas. No se trata de miel. Ni de los muchos productos que se obtienen de sus colmenas. Sino de supervivencia. Y, como siempre pasa, piden ayuda a las autoridades competentes y no reciben ni una triste respuesta. Aunque sea para decirles que se vayan a paseo con sus colmenas. Quizá es que no veían a Maya en su infancia. O que les importa un bledo quién fue. Pero al menos, aunque solo fuera por egoísmo y por un mínimo de sentido común, deberían ayudarles a defender a las abejas.
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