No nos declaremos la guerra
Es la intención de este artículo rebajar el nivel de beligerancia. Otra cosa es que el propósito se vea satisfecho, porque esto ya depende de ... dos. De quien lo escribe y de quien lo lee. La cuestión es que desde que el feminismo ha encontrado un lógico hueco entre los asuntos públicos importantes, se ha convertido también en motivo de disputa. Más que eso, se ha declarado la guerra.
Feministas contra los que no lo son. Que nadie se ofenda (si puede), pero en esto no debería haber dos bandos. Como «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre», tal y como reza en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, versión actualizada, nadie debería quedarse fuera.
Pero no es solo que haya gente que se quiera autoexcluir, es que lo hace como quien pisa suelo ardiendo. Y encima la que se tiene que justificar es la feminista, o el feminista, que esto va de nosotras y de vosotros. O sea, que quien predica la igualdad debe encontrar argumentos con los que convencer a quienes reniegan de esta igualdad. Esto es el mundo al revés.
No solo eso, es que hemos llegado ya al punto de tirarnos los trastos a la cabeza. Como los del Barça y los del Madrid; como los del PP contra los del PSOE. Y viceversa. Pero esto no va de fútbol, ni de intereses partidistas. Esto va de algo mucho más serio. Y más incluyente que los escudos y los colores, en cuyo nombre nos comportamos a veces como auténticos borregos. La igualdad, como la justicia o la solidaridad, son conceptos que no admiten dos bandos. Porque nadie quiere ser injusto ni insolidario. Y los que lo son o se comportan como tal encuentran la reprobación pública. Pero no ocurre así con los que se declaran no feministas. No hay penalización social, solo parcial. Y a quien les afea la conducta se les llama 'feminazis' o 'feminoides', como dice Bertín Osborne.
En este ambiente de beligerancia se está desarrollando el debate. Si hay ocasión se llegará a las manos, como los que quedan para pegarse en la calle antes de ir al fútbol. El conflicto está servido y no parece uno de esos que se resuelvan apelando a la razón. La carga contra las feministas no solo está encaminada a imponer el argumento de una parte. También tiene como objetivo hacer un debate bronco de algo que no admite debate. Porque la igualdad no admite debates. Y de eso va el feminismo.
No hay más que ver las reacciones que provoca un simple comentario de opinión como el de estas líneas o una manifestación por los derechos de la mujer... no digamos ya iniciativas más llamativas. Contra todo eso se carga, queriendo hacer del feminismo una suerte de enemigo público que de ningún modo es. Obviamente habrá posiciones radicales también dentro del propio movimiento feminista, conductas o actos que puedan molestar incluso a quienes comparten argumentos pero no formas. Pero eso no justifica la descalificación gratuita de quienes quieren insultar llamándonos 'feminazis'. Eso es empezar el 'debate' haciendo trampas, colgando una etiqueta injusta al adversario.
La causa feminista no se va a ganar cargando en Twitter contra Bertín Osborne. Pero tampoco se va acallar desde el insulto a quienes defienden que mujeres y hombres participemos de una igualdad efectiva y real a todos los niveles. Es una cuestión lo suficientemente importante como para que la desvirtuemos dándole la forma de una suerte de guerra entre dos bandos. No es la guerra, aunque a algunos les interese que lo sea. O que lo parezca al menos.
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