«Con limitaciones, pero se puede hacer una vida normal»
Joana Castresana, bilbaína de 41 años,convive desde los 26 con la esclerosis múltiple que no le ha impedido cumplir sus metas, entre ellas, ser madre dos veces
Fue un mazazo. «Me trastocó todo, todos mis planes, me había estabilizado en el trabajo, iba a comprar un piso... Se me vino el ... mundo encima». Joana Castresana ahora tiene 41 años, pero a los 26 recibió un diagnóstico que cambió su vida, esclerosis múltiple. Dos palabras malditas que no truncaron ni sus planes ni sus sueños. Los avances en la investigación y en los tratamientos en los últimos años han mejorado con creces la calidad de vida de los afectados. «Se puede hacer vida normal, con ciertas limitaciones, pero se puede y con buena calidad. Se puede formar un familia... No hay cura, pero sí es posible adaptarse a la enfermedad y cumplir tus metas», asegura con conocimiento de causa.
Eso sí, el shock inicial «no te lo quita nadie». Esta bilbaína, administrativa de profesión y desde hace varios años miembro de la junta directiva de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Bizkaia (ADEMBI), siempre ha sido muy activa. Le gustaba mucho hacer deporte, sobre todo, ir a nadar. «Lo de estar sentada no me va nada». Pero en 2005 un extraño hormigueo en las manos comenzó a preocuparle. Además de mucho cansancio. «Agarraba un papel y se me caía de las manos», recuerda. Decidió acudir al médico. Era un primer brote de la enfermedad. «Por fortuna», señala, en su caso la confirmación fue rápida, «en dos o tres meses ya sabía lo que me pasaba, hay personas que están un año esperando. Me quitó mucha incertidumbre».
El primer instinto a este vuelco tan inesperado en su vida fue buscar información en Internet. «No sabía lo que era. Te haces muchas preguntas, pero ninguna tiene respuesta», explica. La esclerosis múltiple no tiene cura, pero sí tratamientos. De hecho, hay un amplio abanico de ellos, que lo que hacen es retrasar los brotes que provoca la enfermedad. «Además, si una medicación no funciona, hay más opciones», agrega.
En su caso, la medicación elegida fue la acertada y no ha variado desde entonces. Sólo la interrumpió para ver cumplido su sueño de ser madre. Telmo y Amets, de 9 y 6 años, son su timón. «Yo lo tenía muy claro y cuando se lo consulté a mi neurólogo me quedé tranquila porque me animó mucho». Pero el miedo nunca desaparece. Hay que saber convivir con él. Y admite que planificar a medio-largo plazo «es complicado». «No hay un día en que no piense que tengo esclerosis», confiesa. Sin embargo, la mochila tan llena de piedras que lleva no le impide caminar. «Es una fortaleza interior que yo no sabía que tenía antes. Quizás, hasta que no te pasa algo así, no la sacas».
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