La Iglesia española gira a la derecha
La estrategia del Papa para impulsar la renovación de la Conferencia Episcopal se topa con el muro conservador
El pasado 26 de febrero, una semana antes de que los obispos acudieran a las urnas, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, desembarcó en Roma ... para interesarse por la beatificación de la reina Isabel la Católica, un proceso que no se encuentra entre las prioridades de Francisco. Y no sólo por la controversia que supondría elevar a los altares a una soberana que expulsó a los judíos o por la polémica sobre la conquista de América. En el Vaticano no sentó nada bien el «despliegue mediático» de la expedición española, pero Argüello consiguió una foto con el Papa muy valiosa en términos electorales.
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Ocho días después, el exsecretario general de la CEE fue elegido presidente de los obispos españoles en primera votación y con 48 apoyos de un total de 78. Argüello, etiquetado como conservador, no era el candidato del Papa; sí lo era José Cobo, el arzobispo de Madrid. Al menos, eso decían las señales. Cobo, de 58 años, había sido nombrado en un tiempo récord arzobispo de la diócesis más importante, cardenal y miembro de dos dicasterios, uno la 'fábrica' de obispos, donde se seleccionan los prelados que luego nombrará el pontífice. Había llegado con buenos avales, pero pronto.
En sus círculos más cercanos dejó caer que no quería que le votaran porque necesita centrarse en la organización de su archidiócesis y sus cargos en la curia le obligan a viajar a Roma dos veces al mes. Pero sus seguidores le marcaron como candidato para mitigar la victoria de Argüello, que daban por segura. Al final, le han hecho vicepresidente, pero se trata de un cargo con poca capacidad ejecutiva. Aunque ser cardenal de Madrid ya es mucho, el presidente de la CEE es el rostro de los obispos ante la opinión pública y el interlocutor ante el Gobierno, el que marca la línea.
En el contexto de un pontificado de talante tan abierto como el que está imprimiendo Francisco, que más de la mitad de los obispos se inclinen por Argüello llama mucho la atención. Si se analizan las manifestaciones públicas del arzobispo de Valladolid, se aprecia enseguida que no habla de las cuestiones que están en la agenda del Papa. No ha sido de los que madrugaron para arropar al pontífice cuando arreciaron los ataques por la declaración 'Fiducia supplicans', que autorizaba las bendiciones a las parejas del mismo sexo y a los divorciados. Y minusvaloró las denuncias contra la pederastia eclesial cuando Roma y otras conferencias episcopales se habían puesto las pilas para atajar esa lacra y arropar a las víctimas.
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En un pontificado tan abierto, que la mitad de los obispos opten por Argüello llama la atención
Un cierto desaire al Papa
A ello hay que sumar que en la votación de sondeo, Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, recibió 10 votos para 'marcarle' como candidato a la vicepresidencia, pese a ser uno de los abanderados del sector más rigorista. En la virulenta polémica por la bendición de homosexuales, Sanz llamó «mastuerzo» al prefecto (ministro) de Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández 'Tucho', amigo y asesor cercano del Papa. Lejos de ser descalificado, lo han mantenido en el Comité Ejecutivo, el Consejo de Ministros del episcopado. Se aprecia un cierto desaire al papa en el resultado electoral de los obispos, donde se mantiene con fuerza un bloque duro, refractario al ideario reformador.
Parece claro que un núcleo importante de los prelados buscaban seguridad y un liderazgo fuerte, al entender que el mandato del cardenal Omella, auténtico 'hombre del Papa' en España, habría sido débil. Monseñor Argüello tiene mucha capacidad intelectual, está bien preparado y es un fino observador de la realidad. Es partidario de la presencia ofensiva de los cristianos en la vida pública y de plantear la batalla cultural para enfrentar los valores del cristinianismo a una mentalidad dominante que los pone en peligro. Representa a un sector que está por la beligerancia, pero para su línea.
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Los prelados han apostado por seguridad y liderazgo tras el mandato de Omella, un 'hombre del Papa'
El nuevo 'jefe' de los obispos tiene cuatro años por delante para 'aterrizar' las reformas franscisquistas en España y para implementar el plan de reparación a las víctimas de los abusos, una crisis en la que la Iglesia se ha dejado muchos pelos en la gatera. También para reformular la estructura y la formación en los seminarios, para evitar que se convierta en un coladero para sacerdotes como los que rezan para que «el Papa se vaya al cielo». En el plano político, queda por ver si se va a atemperar por el cargo o van a saltar más chispas.
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