La hipocresía de 'La Manada'
Sabemos la condena a aquella violación grupal, pero no lo que representa
jon uriarte
Sábado, 22 de junio 2019, 01:00
Los cinco a la cárcel. Quince años. Luego serán menos, por buenas conductas y por apuntarse a clases de pretecnología o lo que se lleve ... ahora en las cárceles. Pero lo que está claro es que la manada va a aullar entre rejas. Uno de ellos, por llevarse el móvil de la víctima, sumará dos años más a la condena. No por el hecho de robar, o no solo, sino por hacerlo con intimidación y, aunque no figura como tal, porque ese robo implicaba dejar a la víctima incomunicada y sin posibilidad de pedir ayuda. De hecho quienes sabemos poco de leyes, pero aplicamos el sentido común, entendemos que si cinco tipos encuentran a una mujer dispuesta a satisfacer sus fantasías sexuales, lo normal no es que le roben el teléfono, sino que le pidan el número para quedar otra noche. No fue el caso. Y así lo entiende el Tribunal Supremo. Pero de ello ya les hablan mejor y más ampliamente en otros rincones de este periódico. Nuestro objetivo es otro. La hipocresía. La que rezuma este caso, tanto por dentro como por fuera.
De saber qué ruedas debe usar Fernando Alonso cuando llueve poco, hemos pasado a dominar las leyes. Raro es el momento en que no escuchemos o leamos a alguien dando lecciones sobre cuántos años debían caerles a los de la manada y si era agresión o abuso. Como si fueran catedráticos de derecho penal por la Universidad de Apatamonasterio. Es una de las conversaciones del fin de semana, así que no les costará comprobarlo. Pero aquí, más allá de la osada ignorancia, está la hipocresía. Porque nuestra valoración sobre cuántos años o, incluso, si deben o no ser condenados, no depende de lo que sabemos de leyes sino de lo que nos dicen las tripas. Hay quien seguirá pensando que 15 años no es nada y quien mantendrá, en público y sobre todo en privado, que si llega a cerrar las piernas y aguantar una paliza no le habría pasado nada. Y eso no lo arregla ni el Supremo, ni la madre que lo parió.
Por otro lado está la hipocresía de la justicia. Justificando, de aquella manera, que aquí no hay tirón de orejas a quienes juzgaron el tema, sino ajuste de condena. Como si te pegas un leñazo a 250km/h y te dicen que la culpa era de que tenías las ruedas un poco desinfladas, pero que por lo demás ibas perfecto. Se equivocaron antes o se equivocan ahora. O, y esto parece que lo resume todo. Las leyes son interpretables. Lo que siempre decíamos los simples mortales. Depende del juez que te toque y que no nos vendan hipocresías envueltas en togas. Algo a lo que ha ayudado la prensa. Nosotros. Bueno, algunos más que otros. Por ejemplo, debatiendo sobre este caso entre una entrevista al viejo que raya coches en Galicia y el último retoque de cara de Belén Esteban antes de su boda. Y luego decimos que fueron bestias los medios en el tratamiento del crimen de las niñas de Alcásser. Como si hubiésemos aprendido algo. Otra vez la hipocresía. Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Hablemos de los protagonistas.
Cuidadito con decir, salvo que ya sea evidente y público, que los autores de una violación son de tal o cual nacionalidad o de determinada etnia. Cuando, lo siento, hay ocasiones en que ese dato explica algunas cosas. No solo para utilizarlo en contra. También, si no a favor, al menos para entender que la cosa haya acabado así. Pero olvídense de ello. Salvo que sea autóctono o haya morbo. En el caso de la manada se subrayó que uno era militar y otro guardia civil. Y me parece bien. Son dos profesiones en las que se exige y supone un plus de principios, valores y comportamientos. Por tanto, es un dato importante. Pero nada sabemos de otros acusados de este u otros casos de violación o asesinato. Y eso también es hipocresía. Cosa que también sucede con las pancartas.
No entiendo por qué hay violaciones de primera y de segunda. Por qué unas provocan concentraciones en plazas y ayuntamientos y otras apenas son un efímero titular que pasa al olvido. No entiendo por qué no hubo, más allá de lo que determine la investigación y decida la justicia, una movilización tras la violación del chico de Otxarkoaga al que golpearon y sodomizaron dos tipos. Me refiero a una concentración grande. Como las que hubo con el tema de la manada, pese a que, en este caso, nos tocaba muy cerca. Insisto, ya veremos qué pasó. Pero la primera reacción no ha sido, ni de lejos, similar a la de otras violaciones. Quizá sea una percepción equivocada. Y quiero ver lo que no hay. Pero no lo entiendo. Salvo que se trate, una vez más, de hipocresía. La que veo en la gente que se alegra hoy de la sentencia, cuando hace cuatro días dudaba de la culpabilidad de la manada. Algunos lo teníamos muy claro desde el principio. Y nos cayó la del pulpo. Un servidor, sin ir más lejos. Simplemente por mantener que, más allá de lo que determinara la justicia sobre si fue o no violación, estaba la propia definición de lo que pasó. Aquello no era una orgía. La manada sabe de orgías lo que yo de macramé. Han visto cuatro vídeos porno y creen que eso es sexo en grupo satisfactorio y consentido. Y lo mismo todos los que les apoyan o justifican. La raíz de todo esto es que no hay educación sexual. Demasiadas personas, incluso mujeres por desgracia, creen que meter mano a una mujer borracha o drogada o desesperada es ligar. O que parte de la culpa es de ella por ponerlo a huevo. Y para eso no hay condena ni purga. Dudo mucho que estos cinco cambien su forma de entender el sexo, por muchos años que pasen en prisión. Porque la propia cárcel es un contrasentido. La mayoría de las veces es un simple castigo. Y no una rehabilitación. Cuando, que nadie lo olvide, ese es su principal objetivo. Recuperar al condenado y devolverlo apto para convivir en sociedad. Lo dicho, en este caso hay cinco condenados, millones de opiniones y, sobre todo, mucha hipocresía.
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