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Alumnos de la escuela elemental Sandy Hook de Connecticut son evacuados después de que un joven armado matara a 27 personas el 14 de diciembre de 2012. REUTERS
Españoles en América

Españoles en América

Cada año son más los estudiantes que viajan a Estados Unidos para completar sus estudios. La oferta universitaria es enorme y muy flexible

IRMA CUESTA

Jueves, 31 de mayo 2018, 01:29

Ángel Cabrera, un 'teleco' formado en la Politécnica de Madrid y el único español que desempeña el cargo de rector de una universidad norteamericana, asegura que la razón de su exitosa carrera al otro lado del océano hay que buscarla en la sólida formación que recibió en su país. Máximo responsable de la George Mason University de Virginia, es uno de los miles de españoles que un buen día hicieron las maletas decididos a completar sus estudios en Estados Unidos. Desde que Cabrera (Madrid, 1967) partió hacia el Nuevo Continente con solo 24 años, el número de españoles que ha seguido su estela, y la de todos aquellos que le precedieron, no deja de crecer.

Durante el curso 2016-2017, 7.164 jóvenes españoles realizaron algún tipo de estudio en Estados Unidos. Según un informe publicado por el Institute of International Education, esa cifra supuso un incremento del 7,9% respecto al año anterior y confirmó una tendencia que los representantes de Education USA en España creen que está directamente relacionada con la inmensa oferta académica (hay más de 4.500 universidades) y la enorme flexibilidad y diversidad de opciones de los cursos que se imparten. Con eso, y con la certeza de que sigue siendo un valioso aditamento para los profesionales de todo el mundo incluir en su currículum una estancia en cualquiera de sus centros.

En España, las universidades no ocultan que desde hace años han situado su relación con los centros norteamericanos en la categoría de preferencial. Efrem Yildiz, vicerrector de Relaciones Internacionales de la Universidad de Salamanca, un campus que lleva más de un siglo conectado con América, opina que un estudiante de nuestros días no puede entenderse fuera de ese contexto. «El enriquecimiento es incuestionable a todos los niveles, y nuestra relación con los centros norteamericanos no puede ser mejor», afirma.

Esfuerzo económico

La Universidad de Cantabria también está entre las tres españolas que, en relación al volumen de alumnos, más estudiantes envían cada año, y están orgullosos de ello. «Desde hace más de dos décadas ha sido una prioridad del área de Relaciones Internacionales. Quizá por eso hoy podemos enviar a nuestros alumnos a universidades del prestigio de Princeton, Cornell o Brown. Cuidamos ese intercambio y tratamos de que vaya creciendo cada año», asegura Teresa Susinos, vicerrectora de Internacionalización de la UC. El estudiante que decide marcharse a Estados Unidos, apunta, tiene un perfil determinado. «Para empezar, hay que tener en cuenta que las universidades norteamericanas exigen un nivel acreditado de inglés muy alto sin el cual es imposible plantearte entrar. También supone un esfuerzo económico, quizá más alto que el de una estancia en Europa, aunque la Universidad de Cantabria ayuda con una beca. El objetivo es apoyarles en la medida de lo posible y a todos los niveles que estén a nuestro alcance».

La realidad es que, aunque al estudiante español que cursa un año en EE UU de la mano de su universidad le baste su matrícula española para cubrir la de allí, hay que sumar los viajes de desplazamiento, la estancia (alojamiento y comida) y el seguro. Unos quince mil euros que, además, uno debe acreditar como disponibles antes de que le admitan en ninguna residencia. Visto así, es fácil entender que los estadounidenses estén encantados con la idea de acoger españoles. En 2016, según datos del Departamento de Comercio, contribuímos a apuntalar su economía con casi 32.000 millones de euros en este concepto.

Jael Burgada (Oregón)

«Hay cierta hipocresía en la sociedad norteamericana»

Jael Burgada, santanderina de 21 años y estudiante del Grado de Administración y Dirección de Empresas en la Oregon State University, se enteró de lo ocurrido en Florida a través de las redes sociales. Luego, uno de sus profesores de Estadística introdujo el tema en clase. Habló de la fuerza de la Asociación Nacional del Rifle y del número y contenido de tuits que esta organización había lanzado horas después de la tragedia. También anunció a sus alumnos que si alguno de ellos quiere sumarse a las manifestaciones que el movimiento Never Again ha convocado el 14 y el 24 de marzo en Washington para exigir que se endurezcan los controles en la venta de armas, podrán hacerlo sin que faltar a sus clases les suponga un problema. Hasta ahora, esa ha sido la única respuesta a la tragedia.

Jael, una santanderina estudiante en Oregón. R. C.

Jael dice que Estados Unidos es un país lleno de contradicciones. «No es lógico que para algunas cosas traten a los jóvenes como si fueran niños y para otras no. Aquí se puede conducir a los 16 años y comprar armas a los 18, pero no se puede beber alcohol hasta los 21. En lugar de estar en una universidad y un colegio mayor, en ocasiones me siento como si estuviera en un instituto. Si pillan a alguien que ha bebido, pueden llamar incluso a la Policía. La realidad es que son algo hipócritas».

Después de haber pasado el último curso de Erasmus en Edimburgo, reconoce que la vida en Estados Unidos es muy diferente a la de Europa. «La ciudad en la que vivo, Corvallis, es muy tranquila y segura. La verdad es que no piensan habitualmente en este tipo de cosas, y mis amigos norteamericanos no son de los que tienen o hablan de armas, pero me llama la atención que a mucha gente joven le parezca atractivo entrar en el Ejército... quizá porque tienen muchas ventajas a nivel de seguros», explica.

Confiesa que le parece bien que los estudiantes se movilicen y se pregunta qué ha pasado para que no lo hayan hecho hasta ahora. «Creo que puede haber habido algún otro tipo de protesta coincidiendo con un suceso como este, pero no estaba aquí y no he tenido noticias. Desde luego, estas parecen ir muy en serio y me parece normal, pero lo cierto es que aquí, en la universidad, no parece ser un asunto que alumnos y profesores tengan mayoritariamente en la cabeza. Definitivamente, son muy peculiares».

Candela Abejón (Los Ángeles)

«Aquí la gente está en contra. Son anti-Trump»

Los profesores de Candela Abejón, estudiante de Ingeniería Eléctrica en la University of Southern California, en Los Ángeles, todavía no han dicho una palabra sobre el debate que tras los acontecimientos de Florida se ha abierto en EE UU. Candela (Gijón, 1996), que llegó hace tres años para estudiar y poder jugar al baloncesto, confiesa que nunca les ha escuchado hablar del tema. «La realidad es que mi carrera quizá no sea la más propicia para eso. Puede que los de Ciencias Políticas sí lo hayan hecho, porque aquí la mayor parte de la gente está en contra del uso de armas. Todos mis compañeros de equipo lo tienen claro. Esta es una zona anti-Trump».

Candela, estudiante de Ingeniería y jugadora de baloncesto. R. C.

Eso, en cualquier caso, no le libra de pasar miedo de vez en cuando. El día después de la masacre de Las Vegas, cuando Stephen Paddock, un hombre de 64 años, disparó a una multitud reunida en el Harvest Music Festival de Las Vegas matando a 58 personas e hiriendo a más de 500, en el campus de Candela creyeron estar sufriendo un ataque. «Finalmente fue una falsa alarma, pero se pasó muy mal. Una profesora, traumatizada porque un amigo suyo había muerto en Las Vegas, hizo saltar todas las alarmas creando el pánico. Hasta que se controló la situación y se supo que no pasaba nada, la gente que estaba allí lo pasó faltal. Yo, por suerte, estaba en casa cuando ocurrió. La realidad es que cada cierto tiempo se ensayan simulacros de actuación para estar preparados en caso de que ocurra algo parecido a lo sucedido en Florida. Aquí es algo con lo que cuentan y se preocupan de poder afrontarlo, si sucede, de la mejor manera posible».

En la University of Southern California no está permitido portar armas, pero Candela reconoce que es un campus muy abierto al que puede acceder cualquiera. «Nos pasa como sucede en Europa cuando hay un atentado terrorista. Durante unos días la gente está especialmente sensibilizada, triste y asustada. Luego la vida sigue... hasta el siguiente ataque», dice el ala-pivot de los USC Trojans de California mientras reconoce que, aunque le encanta Estados Unidos, no cree, en buena parte por este tipo de cosas, que sea el lugar en el que algún día se decida a formar y criar una familia.

Jean Pierre Cousirat (Kansas)

«Mis amigos americanos no se creen que nunca haya tenido un arma»

Jean Pierre Cousirat, un uruguayo de 23 años cuyo bisabuelo francés dejó Europa tras la Segunda Guerra Mundial y se asentó en el nuevo mundo, ha visto cómo las puertas de su universidad, la Pittsburg State University (Kansas) se han llenado este año de carteles en los que se advierte de que está prohibido llevar armas... a la vista. «Hasta el año pasado informaban de que estaba prohibido portar armas a menos de seis metros de todo el área del campus. Este año, después de una modificación de la ley estatal, las cosas han cambiado», cuenta este estudiante de Finanzas.

Jean Pierre, estudiante de Finanzas. R. C.

Jean Pierre confiesa que sus compañeros norteamericanos no se creen que él no haya tenido ni usado jamás un rifle. «¿Que si siento miedo? Al principio sí, cuando piensas en ello. Es complicado para nosotros llegar a verlo como algo normal, pero también es cierto que, con el tiempo, dejas de darle vueltas. Te acostumbras», dice. Asegura que ni uno solo de sus profesores ha hecho el más mínimo comentario tras los asesinatos de Florida. «No quieren líos».

Este estudiante estaba en Las Vegas cuando se enteró de los terribles sucesos de la escuela de secundaria de Parkland. «En ese momento no te explicas nada. No entiende cómo pueden ocurrir cosas como estas y no terminas de acostumbrarte a digerirlas. Desde que estoy aquí, y ya llevo tres años porque he venido para hacer la carrera completa, ya han sido muchos los episodios como este que, aunque no te toquen muy de cerca, te impresionan. ¿Que si los movimientos estudiantiles que han surgido a raíz de esta última tragedia podrán conseguir algo? No estoy seguro. Es cierto que están siendo escuchados, que incluso Turmp ha recibido a algunos alumnos y familiares de las víctimas y que son cada día más las voces que se suman reclamando una política diferente sobre el uso de armas, pero también que es algo muy complejo que aquí, sobre todo en determinadas zonas del país, como el Medio Oeste, se vive de una manera muy particular».

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