«Los padres necesitan que abramos»
Vuelta esperada. Guarderías privadas son las primeras en retomar la actividad y reclaman ayudas y un protocolo
Suena el grito de guerra de la andereño en la guardería: ¡virus! y decenas de manitas muestran sus palmas hacia arriba mientras la cuidadora las ... rocía con el spray limpiador. Después los pequeños se frotan las manos a conciencia, «para matar al bicho», dicen muy serios. Las escuelas infantiles privadas han abierto sus puertas esta semana con estrictas medidas de higiene y mucha incertidumbre ante su futuro después de tres meses de parón. Han sido las primeras en acoger niños y reclaman un protocolo de seguridad al Gobierno vasco y apoyos económicos y laborales porque, dicen, cumplen el mismo «servicio necesario» para las familias que las públicas y concertadas.
Entrar a una escuela infantil desde esta semana exige todo un ritual. En la guardería Bambino de la plaza Amézola de Bilbao hay una valla para separar el recinto 'limpio' al que solo acceden los pequeños. Los padres no pueden dejar los carritos aparcados a la salida y tienen que despedir a sus hijos tras esa pequeña puerta. Las visitas deben colocarse mascarilla, unos protectores plásticos para cubrir los zapatos y lavarse con gel desinfectante las manos. El personal lleva mascarilla toda la jornada.
Los niños no comparten juguetes, solo hay objetos de plástico de fácil lavado y estricta higiene de manos
La imagen de una guardería en la que cada niño campa a sus anchas, cogiendo y dejando juguetes a su antojo y compartiendo objetos con sus compañeros ha desaparecido. En la escuela infantil Bambino han creado espacios diáfanos, despejados, con todos los utensilios que se usan a diario situados en estanterías y casilleros en altura, donde los pequeños no alcanzan a cogerlos. «Si un niño quiere un juguete se lo damos nosotras. Y después se desinfecta», explica Laura Pereira, que junto con su hermana Elena dirigen el centro.
El papel ha sustituido a toallas y telas y han retirado los peluches. Solo hay elementos de plástico y madera, más fáciles de desinfectar. Pero lo que más echan de menos los pequeños en su vuelta a esta guardería bilbaína es la gran piscina de bolas, la estrella del recinto. «Era imposible limpiar miles de bolas al día», admite Laura. Les ha sorprendido, cuenta, cómo han llegado de «concienciados» los más mayorcitos, de 3 a 6 años. «Saben que tienen que lavarse las manos y lo piden».
Medidas propias
Las responsables del centro bilbaíno lamentan que no cuentan con un protocolo oficial de medidas de seguridad elaborado por las instituciones -a pesar de que lo han reclamado-. Se han visto obligadas, junto con otras guarderías privadas, a crear uno propio. «Son medidas de higiene de sentido común y los padres pueden estar tranquilos porque sus hijos están bien cuidados, pero consideramos que el Gobierno vasco debe darnos unas pautas iguales para todos los centros», reclama Laura.
Esta escuela infantil, que acoge a pequeños de 0 a 6 años, abrió ayer después de tres meses con más de una veintena de niños. «Los progenitores necesitaban este servicio para poder trabajar y han contactado con nosotros en cuanto se han enterado de que podíamos funcionar», añade. Considera que si los niños pueden ir al parque, a la playa... con más razón «podrán estar en una guardería bien atendidos».
Bambino aún está por debajo del 60% del aforo permitido. Y es que en estos tres meses las familias se han visto obligadas a buscar soluciones de urgencia. «Han recurrido a abuelos, contratado cuidadoras y, en algunos casos, se han juntado varias familias para atender a los pequeños en una casa», comentan.
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