El disfraz de guarra
El Piscolabis ·
JON URIARTE
Sábado, 22 de febrero 2020, 01:58
«Los disfraces deben ser flexibles, creativos, adaptados a la edad, rompiendo los estereotipos asignados a mujeres y hombres. Elegir una misma indumentaria para ambos ... sexos y utilizar complementos neutrales, evitando la hipersexualización en los disfraces de niñas». Este texto es parte de las recomendaciones del Ayuntamiento de La Puebla del Río en Sevilla. También insta a que se eviten canciones sexistas y, a poder ser, utilizar aquellas con letras inclusivas e igualitarias. No es el único ayuntamiento que lo propone. De hecho hay algunos más cercanos que también van en esa línea.
Y no negaremos que hay buena fe y que lo de la oferta de disfraces es como para hacérselo mirar. Todos los veranos nos disfrazamos para un evento familiar y no había forma de encontrar un traje para las mujeres que no estuviera inspirado en el vestuario femenino de una película de destape de los 70. De ahí que se entienda la petición, sobre todo pensando en las niñas, de que una cosa es ser enfermera y otra la que le tomaba el pulso a Benny Hill. Pero de ahí a que tengamos que ir igual hombres y mujeres, también en esto, va un abismo. Y además va contra la propia esencia del carnaval.
No hace falta investigar mucho, aunque algunos por gusto y trabajo lo hemos hecho, para descubrir que el origen de esta fiesta radica en romper con las reglas establecidas, sobre todo las que hacían referencia al poder político y al religioso. Y también a las normas establecidas que aquello que se considera «correcto». De ahí que desde la noche de los tiempos, el pueblo se disfrazaba de recaudador de impuestos, de alcalde, de cura...o de mujer, caso de ser hombre y de hombre cuando eras una mujer. Todavía hoy hay localidades que mantienen esa máxima y sus disfraces pasan de generación en generación. Incluso algunos de esos carnavales han alcanzado categoría de patrimonio y bien cultural. No me olvido de las recreaciones de seres malvados que raptan a mujeres y niños o cometen atrocidades de toda índole. Lo que nos debe, al menos, hacer reflexionar. No a usted y a mi, que no pintamos nada. Sino a quienes escriben bandos municipales de manera tan alegre como poco fundamentada. Y me explico.
Vivimos una era donde, en pro de lo correcto, alabamos lo incorrecto. Como quitarle al carnaval su propia razón de ser. Disfrácese usted, pero que no sea de las siguientes cosas:
Mujer: porque ofenderá a las propias mujeres y a los colectivos que creen que vestirse de mujer es un derecho que nunca debe ser tomado a risa.
Hombre: si es mujer, porque ofenderá a los y las machistas que no entienden que una mujer puede llevar algo que no sea falda o vestido.
Tribu africana: porque ofenderá a las personas de color negro.
De Andrés Iniesta: porque se ofenderán las personas con poca melanina.
De chino, ruso, japonés, catalán, sevillano, vasco o de un ciudadano/ciudadana de cualquier país, región o pueblo porque ofenderá a algún país, región o pueblo... Bueno, de chino casi mejor no, porque lo mismo se pasa la noche bebiendo en soledad, viendo cómo la gente le evita por si tiene el coronavirus.
Cura o monja: porque ofenderá a los colectivos católicos más ortodoxos.
Imán: porque ofenderá al mundo islámico. Y además, según dónde lo haga, le pueden limpiar el forro. Puestos vaya de imán, pero de los que atraen metales.
De Franco, Hitler, Stalin o cualquier dictador muerto porque ofenderá a más gente de la que cree. Unos por considerarlo falta de respeto y otros por ver apología de sus regímenes.
Cristiano Ronaldo o Messi: porque ofenderá a ambos, a sus clubes, a sus países y a sus seguidores. Y además sus representantes les pueden pedir derechos de imagen.
De bebé o niño: porque se ofenderá a los/las menores. Sobre todo si utiliza vestidos azules o rosas que determinan una sexualidad impuesta.
De los Village People: porque ofenderá a nativos americanos, policías, vaqueros, obreros de la construcción y moteros.
De Zombie: porque está mal reírse de los muertos. Además con lo de la eutanasia la cosa no está para bromas.
Visto todo lo anterior pensará, pues voy en pelota picada y me dejo de líos. Tampoco será una buena opción. Acabará en el calabozo, por escándalo público.
Podría seguir hasta el infinito y más allá. El cinturón de la ofensa aprieta cada vez más, hasta que un día acabará por ahogarnos. Nadie discute que hay que levantar la voz contra el evidente y zafio machismo que impera en la sociedad actual. Ese que, en asuntos de disfraces, provoca que hasta los de monstruo sean, en su versión femenina, más pornográficos que terroríficos. Que quieras ir de zombie y la versión para mujer el disfraz incluya una liga y un top es como para mirar y remirar el calendario para comprobar que estamos en 2020.
Y pongo este ejemplo porque es real. Por no hablar de los disfraces para niñas. Mejor que lo elaboren ustedes tirando de imaginación y buena mano. Pero de ahí a que en nuestra casa, que somos un hombre y una mujer, tengamos que ir con el mismo traje y los mismos complementos hay un abismo. Un disfraz debe sorprender, nacer de la creatividad y de esa vuelta de tuerca que necesita todo en esta vida. Al menos una vez al año. El carnaval nació para reírse de todo lo establecido. Llegando, incluso, a lo incorrecto. Y así debería ser. Porque a este paso vamos a poner leyes hasta para controlar el humor y la risa. Ah no, calla, que eso ya sucede. En fin, que ustedes se disfracen bien y, sobre todo, que sea de lo que les de la puñetera gana. Y ahí incluyo, aunque a mi no me haga gracia, de señorita guarra.
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