De paraíso del trail running a pueblo fantasma
Las llamas han devorado la localidad gallega de Vilamartín de Valdeorras y han destrozado el 90% de las viviendas de la aldea de San Vicente
Los últimos datos del Sistema de Información de Incendios Forestales del programa europeo Copernicus indican que en Ourense se han quemado ya más de 154. ... 000 hectáreas. En otras palabras, la superficie arrasada por los incendios en esta provincia gallega es superior a toda la masa forestal de Bizkaia (134.000 hectáreas).
Noticias relacionadas
Los fuegos comenzaron hace unos doce días. Uno de los núcleos más afectados es el entorno de Vilamartín de Valdeorras. Se trata de un pequeño núcleo urbano encajonado entre montañas. En sus laderas hay numerosas aldeas. Tito dirige el restaurante de A Lastra. Es un enamorado de la montaña. «Aquí salías a correr por el monte y podías hacer rutas distintas todo el año», afirma. En su coche luce una pegatina con orgullo: «Valdeorras, paraíso del trail running». Hoy, prácticamente todos los montes alrededor de Vilamartín -salvo algunas de las partes más bajas cercanas al núcleo urbano- están calcinados. «Aquí hemos visto muchos incendios, pero nunca ninguno como este», confiesa Tito. De hecho, el fuego de la comarca Valdeorras está ya considerado como el tercero más grande de la historia de España.
San Vicente de Leira es una de las aldeas por las que pasaban estos senderos que frecuentaban los amantes de la montaña. Se trata de un pequeño núcleo rural compuesto por unas 70 viviendas y que era famoso por sus bosques de castaños centenarios. Para llegar hasta aquí hay que superar pendientes del 20%. Solo algunas de las casas estaban habitadas durante todo el año, pero en verano la aldea rebosaba vida. Los niños jugaban en el parque y se organizaban cenas todos los fines de semana. Hoy prácticamente el 90% de las viviendas han quedado destruidas por el fuego que arrasó con todo hace una semana. También han muerto los árboles que llevaban allí cientos de años.
Nadie les avisó
Toño y Elena son dos de los pocos vecinos que han podido salvar su hogar. Están jubilados y viven aquí prácticamente la mitad del año. Ella nació aquí, él en una aldea cercana. Ayer se afanaban por cortar los troncos de los árboles quemados que cayeron sobre su fachada. Les ayudaba Pedro con su motosierra. Aunque ya no vivía allí, este hombre ha perdido la casa en la que nació y también en la que creció con su familia. A su alrededor todo es destrucción. «Esto es como Gaza», compara Toño. También está arrasada la vivienda de Jorge, un colombiano que llevaba un año instalado en la zona. En medio de toda esta destrucción de tejados y paredes devastadas, Toño piensa que quizá se libraron porque las construcciones próximas y los árboles frondosos actuaron como protectores del inmueble.
Este matrimonio confiesa que nadie les avisó del peligro, a pesar de que las llamas llevaban días acercándose a su casa. Llamaron a los servicios de emergencias «cuatro veces» cuando vieron que el humo era cada vez más denso, pero les dijeron que no les constaban incendios en esa zona. Decidieron salir de allí al ver fuego en la parcela de sus vecinos.
Toño y Elena saben que, dentro del desastre de San Vicente, son afortunados. Pero tras el shock inicial, Elena confiesa que les está invadiendo la tristeza: ya no hay árboles ni se escuchan lechuzas. También han visto corzos deambulando desorientados, en muy mal estado. Y, sobre todo, temen la sensación de soledad y de melancolía que les invadirá cuando todo esto pase y sean los únicos que se puedan quedar allí.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión