La cabeza en la ría se colocó para apelar a la sostenibilidad. L. á. g.
Competitividad sostenible

Mucho más que medio ambiente

Día Mundial del Clima ·

Diferentes expertos debaten sobre la necesidad de conciliar el crecimiento social y económico con el respeto a la naturaleza

Sábado, 26 de marzo 2022, 00:47

Competitividad sostenible son dos palabras que pueden parecer antagónicas. Sobre todo, porque históricamente lo han sido. Aunque ahora se dan la mano para dar nombre ... a un nuevo modelo que muchas voces autorizadas consideran el relevo del capitalismo. ¿Se limita al plano económico? La respuesta es un claro y rotundo 'no'. Lleva implícita en su ADN una clave: hay que ser sostenible en todos los ámbitos, no sólo en el medioambiental, también en el plano social. En el Día Mundial del Clima que se celebra hoy, diferentes expertos consultados por este periódico debaten sobre la necesidad de colocar al ser humano en el centro del eje entre desarrollo y naturaleza.

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«No es una era de cambios, es una nueva era». Así lo define Javier Cortés, que ha formado parte del Pacto Global de las Naciones Unidas para América Latina, Caribe y Norteamérica. La nueva concepción busca que no se deje atrás a nadie: ni al planeta ni a las personas. «Con el capitalismo más brutal se han dejado caer continentes enteros. Es un modelo deshumanizante», lamenta.

«No es buenismo», puntualiza Juan José Álvarez, catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV/EHU. «La competitividad sostenible implica sobrevivir como empresa, que es el único elemento generador de verdadera riqueza social. Y tiene que ver con proyectos sociales y laborales igualitarios y justos», describe. Claro, también con aspectos medioambientales. Por eso el consumidor es un pilar del cambio, pero hay que ser consecuentes. «Somos 'militantes Guadiana': un día protestamos porque se nos va el mundo y al siguiente consumimos ferozmente», recrimina.

Así que los desafíos son muchos, unos personales, otros globales... Y el tiempo apremia. «Vamos muy tarde, pero no es imposible. Y cuanto más tardemos, mayor va a ser el esfuerzo que vamos a tener que hacer para adaptarnos», advierte Ibón Galarraga, doctor en Economía Ambiental y profesor e investigador del Basque Centre for Climate Change (BC3).

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  1. Javier Cortés | Naciones Unidas

    «El que no se transforme a un modelo sostenible está fuera»

La necesidad de generar confianza en los negocios es hoy fundamental y para ello «es necesario alinear la estrategia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible del territorio en el que opera la empresa». «La producción sostenible de alimentos, agua y energía accesibles y limpias, así como unas instituciones sólidas, transparentes, son elementos fundamentales sobre los que construir un planeta social, medioambiental, institucional y humanamente viable. Y sin dejar a nadie atrás».

El cambio es inevitable. Incluso BlackRock, el mayor gestor de fondos del mundo, «lanza mensajes de que el que no se transforme hacia un modelo económico sostenible está fuera del sistema». Sin embargo, su implantación abre la puerta a la incertidumbre y a la desestabilización, y con ellas a los conflictos. Evitarlos es uno de los grandes retos. Los analistas, los gobiernos y el capital lo saben. «El mundo financiero está invirtiendo masivas cantidades y necesita destinar más para regenerar el ciclo económico mundial a través de la sostenibilidad y no hacerlo como se ha hecho en el pasado, con la contracción y luego a través de guerras y reconstrucción».

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Las ventajas del crecimiento de forma sostenible repercutirán «en el 99% de la población, pero habrá un 1% que se niegue al cambio». «Serán los que defiendan la antipolítica como ya han hecho antes en la historia».

  1. Verónica Urda | BBK

    «El compromiso con el clima se basa en la tecnología y el humanismo»

La competitividad sostenible es una nueva forma de entender las cosas. «Hemos visto cómo el concepto de empresa ha ido evolucionado a lo largo del tiempo y ha pasado de ser una organización que busca maximizar el beneficio para el accionista, que era el modelo que se promovía en los años 70, a incorporar cada vez más otras perspectivas. En un primer momento surgió la responsabilidad social corporativa que ha ido creciendo hacia el valor compartido, un concepto que dice que si tú desarrollas una actividad empresarial orientada a solucionar un reto social el beneficio se consigue de manera inducida».

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Se trata de «ir un paso más allá» porque las empresas son «capaces de contribuir positivamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que nos marca la Agenda 2030». Serán firmas basadas en «la innovación, los valores sociales, el respeto ambiental y el compromiso con el clima que se basan en la tecnología pero también en el humanismo».

Es un momento de cambio. Prueba de ello es que «muchas compañías están virando sus modelos de negocio para ser más sostenibles y cumplir los criterios que exigen cierto tipo de fondos de inversión que de otra forma no las elegirían para formar parte de sus activos». Además, el papel de las políticas públicas será primordial por «su capacidad de dar ejemplo».

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  1. Juan José Álvarez | Profesor de la UPV/EHU

    «Los consumidores no deben adquirir nuevos hábitos solo por quedar bien»

La apuesta por ser competitivo sin alterar el entorno «no va solo de las empresas o del medio ambiente, que también, sino de los consumidores, de que nos creamos que garantizar que una empresa logre tener parámetros de sostenibilidad social tiene un coste». A juicio de Juan José Álvarez, si «estamos de acuerdo en cambiar de modelos, eso implica que como consumidores adquiramos hábitos no solo por quedar bien». «Hay que tomar las decisiones porque se cree en ello y, segundo, porque asumamos sus implicaciones».

El catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV/EHU habla de que incluso «hemos de decirles a los proveedores que solo adquiriremos sus productos si garantizan que respetan las nuevas reglas». «Todo eso en términos sociales finales tiene unos beneficios que en el modelo clásico -el fenicio- se traducen en un producto más caro».

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Las reglas cambian: «En la batalla por comprar en el todo a cien, siempre vamos a perder. Cada vez que en nuestro ámbito territorial -el vasco, el español e incluso el europeo- hemos intentado hacer eso hemos salido perdiendo porque conlleva eliminar la malla de protección social, los derechos sociales y ¿para qué?, para que luego lo que tú hacías a 10 y logras rebajar a 9 el de enfrente lo haga a 8? Has perdido dinero y destrozado el equilibrio empresarial y social».

  1. Arantza Acha | Unesco Etxea

    «El respeto a la diversidad cultural es fundamental en el nuevo sistema»

La directora de Unesco Etxea tiene claro que el enfoque de la competitividad sostenible ha de abarcar todos los ámbitos. «También el cultural». «Queremos darle entidad propia porque el respeto a las diversidades culturales es una herramienta imprescindible para este nuevo modelo». Por eso Arantza Acha aboga por «respetar y promover» las peculiaridades en este ámbito, incluidas las lingüísticas, ya que «son un factor fundamental de sostenibilidad».

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Cualquier tipo de desarrollo debe poner el foco en la cultura porque de lo contrario estaremos ante un crecimiento deficitario. «Si no se le da entidad al final desaparece y eso podría significar una homogeneización de todas las culturas a nivel global». La pérdida supondría además dejar por el camino «diferentes formas de ver la vida y de interactuar con la naturaleza» que podrían ser primordiales para solucionar los problemas de las sociedades actuales y del cambio climático. «Ante un problema, cuantas más opciones de solución tengas, mejor. Pasa con la industria creativa que genera riqueza y bienestar».

Para Acha, el éxito del nuevo modelo no será llegar a 2030 con todos los objetivos de la Agenda 2030 cumplidos, sino «haber establecido procesos diferentes de hacer las cosas». Y ello conllevará «una mayor colaboración y también más confianza».

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  1. Ibón Galarraga | BC3

    «O vamos a modelos sostenibles o no mantendremos el nivel de bienestar»

El actual profesor e investigador del Basque Centre for Climate Change (BC3) considera que es necesario «pensar en formas de hacer más eficientes». El primer paso es «ser conscientes de que hay que hacerlo, que nos ha costado unas décadas asumirlo». «El bienestar económico no está reñido con la sostenibilidad, es más, o vamos a modelos sostenibles o seremos incapaces de mantener el nivel de bienestar».

Galarraga pone el acento en la puesta en marcha de políticas públicas adecuadas, especialmente en fiscalidad. «Lo que no puede ser es que salga más barato consumir y construir cosas que generan un impacto ambiental muy alto que elegir alternativas sostenibles. Es decir, un coche que contamina más debería ser más caro, en su compra y en su uso, que uno más limpio. Así, no relacionaríamos lo sostenible con precios muchos más altos», ejemplifica. Se trataría de «poner impuestos sobre los bienes que contaminan para dar subvenciones a los que no».

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Otro de los grandes retos es lograr una transformación justa que «no afecte a la cantidad de empleo, a su calidad, o a las clases más vulnerables». Para ello, «habrá que valorar el daño ambiental de las cosas que hacemos». «Se puede calcular lo que va a costar un proyecto en términos, de pérdida de biodiversidad, que se pague por ello y que ese dinero vaya a mejoras sociales por ejemplo».

  1. Leire San José | Universidad del País Vasco

    «Las decisiones aún las toma solo el capital y eso tiene que cambiar»

Una empresa que no se preocupe de los aspectos sociales, medioambientales y de cómo se están tomando las decisiones «no va a ser competitiva». «O lo hacen así o desaparecen. Antes solo había un objetivo, el económico, pero ahora no es suficiente», explica Leire San José, profesora de la UPV en el área de Finanzas. El nuevo paradigma exige alcanzar otros logros, pero no a cualquier precio. «Es necesario incluir la perspectiva más ética. Es decir, analizar cómo lo estamos consiguiendo y habría que responder también, a por qué. ¿Cuáles son las intenciones reales de las organizaciones al tomar sus decisiones?».

La competitividad sostenible no es un sistema infalible y tiene sus lagunas, representadas por dos términos anglosajones: 'green washing' y 'ethical washing'. Describen a las organizaciones que adoptan medidas verdes o éticas de cara a la galería y con el único objetivo de lograr más ingresos y mejorar su imagen. Una perversión solventable con «órganos de control». «Ahora nos hemos sensibilizado, estamos preocupados por hacer de otra manera pero hay que ir a más. Las decisiones aún las toma el capital. Nos falta dar el siguiente paso y que el dinero no sea el único que decida, sino que influyan todas las partes interesadas (trabajadores, socios, proveedores, familias, clientes). Ese será el capítulo final del nuevo modelo».

  1. Braulio Gómez | Deustobarómetro

    «Algunas empresas vascas ya han virado hacia el nuevo paradigma»

El nuevo paradigma busca un equilibrio entre «el beneficio empresarial y la creación de empleo, por un lado, y la mejora de las condiciones de vida -incluidas las laborales- y la conservación del medio ambiente, por otro». Sin embargo, la mayoría de la ciudadanía desconoce no solo la vocación integral de este modelo, sino que «algunas organizaciones y empresas vascas ya han virado hacia él».

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Así lo reflejan los datos del Deustobarómetro, en cuya elaboración participa el doctor en Ciencia Política y Sociología Braulio Gómez. «La ciudadanía es crítica, desconfía y ha aumentado su rechazo a quienes desarrollan comportamientos poco éticos o irrespetuosos con el cuidado de las personas y la naturaleza. En cambio es menos generosa a la hora de premiar los comportamientos empresariales que han avanzado en sus compromisos», detalla.

La sensibilidad sostenible existe en Euskadi. «Cuando pedimos a la ciudadanía que elija entre un desarrollo económico que crea empleo sin tener en cuenta los costes medioambientales o dar prioridad a la conservación del planeta aunque suponga perder oportunidades laborales, la mayoría se sitúa en el centro, inclinados ligeramente hacia la conservación medioambiental. Esta tendencia se rompe entre las generaciones más jóvenes, que directamente dan más peso a la naturaleza».

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