Seria corrida de Murteira Grave
Un quinto toro extraordinario dentro de un relevante conjunto. Colombo sale librado con éxito de dos peleas volcánicas. Herido grave el banderillero Cándido Ruiz.
De serias hechuras, bien armada y rematada, la corrida de Murteira Grave fue brava. Cargado de culata, enmorrillado, el primero apretó a modo y, encelado, ... sacó el caballo de pica hasta el tercio. En la reunión del primer par de banderillas, prendió por la ingle a Cándido Ruiz y lo hirió de gravedad. Es sabido que las dimensiones del ruedo de Azpeitia complican los cuarteos sencillos: ni el toro tiene recorrido suficiente ni el banderillero espacio de salida. Incluso rehileteros seguros suelen verse comprometidos. Después de la cornada se hicieron de ánimo las cuadrillas. Y antes que ninguno, Fernando Sánchez, que completó a solas el tercio con su habitual oficio. Codicioso y fijo en el engaño, se movió bien el toro. David de Miranda se acopló sin dudarle en una faena que tuvo en el comienzo buen aire: doblones, una tanda en redondo en los medios, seguridad, facilidad. El toro en la mano. Fue, sin embargo, faena larga y de una sola mano, la diestra, y en algún momento pareció David tomárselo como de tentadero.
El segundo de corrida llevaba el mismo nombre de un toro que fue premio de San Isidro a finales de los 80: Cumpridor. No eran las mismas hechuras, pero los nombres no son casuales en las ganaderías largas y con pasado, como es la de Murteira. Salida a cañón, le arrancó a Jesús Enrique Colombo el capote de las manos en el saludo, un pésimo puyazo trasero del que se rebotó el toro, un quite de Colombo por navarras y un tercio de banderillas, Colombo en su salsa. Del tercer par salió el torero venezolano perseguido y forzado a saltar al callejón. Venido arriba, entero, el toro tuvo trato por la mano izquierda, pero la pelea de Colombo, en busca del cuerpo a cuerpo, fue por la otra. Sin gobierno, el toro echaba la cara arriba. Una estocada desprendida bastó. Colombo se había ganado para entonces la complicidad de paganos y gentiles. La teatralidad justa porque el toro no estaba para bromas. Cundió la petición de oreja.
Campero y artista
Aplomado demasiado pronto, corto el trazo del muletazo y corto el recorrido del toro, el tercero peleó en serio en el caballo y esperó en banderillas. Terminó por ser el menos propicio de la corrida. Por revolverse antes de pararse. Estuvo firme Ángel Téllez. Peor fue faena de uno en uno, sin ligazón. Tres pinchazos, siete descabellos.
Y luego se embaló para bien la corrida: un cuarto que mugió como un desesperado pero tomó engaño con claridad y nobleza; un quinto muy completo, que galopó y a todo quiso por otra y mano con prontitud y entrega, y tuvo además una espectacular muerte de bravo; y un hondo sexto acapachado que apretó como todos en el caballo, descolgó sin hacerse esperar y dejó estar. Fueron la guinda de la corrida. El quinto fue merecedor de la vuelta al ruedo en el arrastre.
De Miranda, que abrió con el cuarto faena al modo Roca Rey -de largo, cambiados en los medios-, no se complicó la vida con el cuarto. Despegado, suficiente. Torero de notable naturalidad, bien rodado, con un estilo entre campero y artista, distinto. Un metisaca en los bajos y una entera. Le espera dentro de tres días un mano a mano en Huelva con Roca Rey precisamente.
Colombo hizo casi de todo y por su orden con el gran quinto: recibirlo y pararlo con asiento, quitar por los vistoso lances de El Zapopán, banderillear de poder a poder, reunirse a la carrera y clavas certero y trasero, torear templado y despacio en un inicio de faena prometedor, apostar enseguida por las formas de las llamadas faenas de sol, cargadas de concesiones, pasadas de velocidad, salpicadas de pausas y gestos, y rematada, eso sí, de un sopapo incontestable. Una oreja, casi dos.
Téllez es un torero frío de cuello, y el contraste con el volcán Colombo debió de pesarle. Le pegó al buen sexto naturales de hermosa factura, se quedó la deuda de una tanda ligada completa, faltó abrirse con el toro fuere de las rayas y sobró una estocada tan caída que dejó el trabajo sin premio.
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