Asfixiada por los trastos y la humedad en un camarote: así vivió un año Josefina tras ser okupado su piso en Vitoria
La mujer, de 71 años, tenía que usar un balde para hacer sus necesidades y, cuando salía a la calle para vaciarlo, «me hacía burla y señas desde la ventana de mi casa»
D. González | I. Juez
Jueves, 23 de octubre 2025
Un año de auténtica pesadilla. Es lo que tuvo que soportar Josefina tras ser okupado su piso en Vitoria. Además del robo de varias joyas en su domicilio ... que está investigando la Ertzaintza, esta mujer, de 71 años, tuvo que recurrir a su camarote para tener un techo donde dormir. Esta vecina, con la voz quebrada por la rabia y la pena, mostró a EL CORREO cómo tenía que sortear en su vida diaria todo tipo cachivaches amontonados en un habitáculo que, además, presenta humedades, lo que ha terminado afectando a su salud.
Todo empezó cuando su okupa, una mujer llamada Jamila a la que alquiló una habitación, cambió las cerraduras de su casa, aprovechando «unas vacaciones en Colombia». Finalmente, tras 3 años de lucha judicial, ha logrado recuperar su piso. Eso sí, sin los objetos robados presuntamente por su antigua inquilina. Pero lo que nadie le quita es el sufrimiento que ha padecido viviendo en un lugar que no estaba preparado para ello, «mientras en mi habitación dormía otra gente», relata.
«Por aquí bajaba yo todos los días cruzándome con los okupas que tenía en mi casa», relata Josefina mientras desciende por unas escaleras sumamente estrechas entre contadores y luces de emergencia. En un momento dado, señala con el dedo varias manchas en la pared, explica cómo ha estado este tiempo en el sótano de su bloque de viviendas «chupando humedad, así estoy yo de salud». Finalmente, la mujer llega a la puerta de su camarote que tampoco, según su versión, estuvo a salvo de los ocupantes ilegales. «Me la reventaron cuatro veces con un taladro y me robaron todo lo que pudieron hasta que vino la Ertzaintza», asegura.
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Una vez abierto el camarote, podemos hacernos a la idea de lo difícil que ha debido ser vivir dentro de él. Un espacio estrangulado por muebles, utensilios, prendas, maletas y todo tipo de pertenencias apelotonados unos con otros en un aparente desorden. Incluso hay hasta neumáticos. En un rincón, aparecen una cazuela y un hornillo «que me dio una vecina». Da escalofríos pensar lo que hubiera pasado si el fuego de este aparato se hubiera descontrolado. «Aquí era donde comíamos», añadió mostrando lo que parece una diminuta mesa de playa.
Unos palés de la calle como somier
También se hizo con «un armarito que compré para la ropa porque no tenía donde ponerla», recuerda Josefina a punto de llorar. «Vine de vacaciones y me dejó con las maletas en la calle», rememora en alusión a la mujer a que había alquilado la habitación. Gracias a la generosidad de nuevo de sus vecinos, pudo hacerse con un colchón para dormir, uno de los pocos espacios que están más libres de enseres. Y como somier, usó unos palés «que cogí de la calle». «Aquí viví un año y ella alquilando habitaciones» en su casa, insiste con rabia.
¿Y cómo hacía sus necesidades? Fuera de cámara, contaba que tenía que recurrir a un balde. Cuando salía a la calle a vaciarlo, su antigua inquilina le «hacía burla y señas desde la ventana de mi casa», explicaba. Una situación humillante que la destrozaba el corazón.
Por fortuna, esta historia tiene un final feliz y Josefina ya se ha instalado este jueves en el que siempre fue su hogar. Ahora sólo falta recuperar sus pequeños tesoros que ocultaba en un armario, «una cajita con varias joyas». «Falta un reloj de mi hermano, una cadena de oro con crucifijo de mi primer marido y que compró en una joyería muy pequeñita que había en la Virgen Blanca, una pulsera, también una medalla, una cruz de Caravaca...», se lamenta. De momento, la Ertzaintza trabaja ya para devolverle estos enseres con un alto valor sentimental.
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