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María Luisa Castro llegó a Bilbao en agosto de 2023 procedente de Honduras. Tiene tres hijos, la menor de 11 años, y cinco nietos que ... también están aquí. «Vine naciendo de nuevo a un país en el que no conocía nada; me sentía como en el kinder (la guardería)», recuerda ahora. Desde los servicios sociales municipales la animaron a participar, casi recién aterrizada, en Elkar-Hobetzen, un proyecto impulsado por Lanbide y desarrollado con el Ayuntamiento y Gaztaroa Sartu dirigido a mujeres responsables de familias monoparentales que presentan problemas de conciliación familiar y acceso al empleo. Año y medio después, y a la espera de conocer la resolución de su solicitud de asilo, tiene trabajo en la empresa de inserción Servicios Sociales Integrados acompañando a personas mayores y «herramientas» para salir adelante. En definitiva, «otra vida».
El programa, en el que se apoyó a otras siete mujeres solas con niños, forma parte de los itinerarios mixtos, unos programas experimentales puestos en marcha por el Servicio Vasco de Empleo para personas en situación de riesgo o exclusión sociolaboral con múltiples barreras relacionadas con factores sociales, educativos, sanitarios, de salud mental... En estos planes, que se prolongaron durante dieciocho meses hasta el pasado marzo, trabajaron de manera coordinada -y lo siguen haciendo a pesar de que hayan concluido- profesionales de diferentes sistemas como los servicios sociales municipales y forales, el servicio público de empleo, Osakidetza... con la vista puesta en ofrecer un acompañamiento personalizado.
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Los catorce itinerarios, que han dispuesto de un presupuesto de 1,2 millones de euros, han abarcado diferentes perfiles, como mujeres en riesgo de exclusión en el ámbito rural, víctimas de violencia machista, personas con problemas de salud mental, jóvenes migrantes que salen del sistema de protección de menores... «Hemos visto que tienen un impacto relevante», sostiene Sara Buesa, directora de Inclusión del Departamento de Economía, Trabajo y Empleo del Gobierno vasco.
A nivel cuantitativo, están los datos: 361 participantes de los que 52 ya trabajaban cuando empezaron su itinerario y otros 153 que concluyeron el proceso habiendo encontrado un empleo. 78 no tenían 'papeles', aunque 24 los consiguieron. «Son personas en situación de bastante vulnerabilidad y requieren procesos largos», subraya Buesa, que pone el acento en «la mejora de su situación» y en la reducción de sus «barreras para la inclusión» tanto en el ámbito de «empleo y formación» como en el «sociopersonal». Unas dificultades estas últimas, esas que marcan el día a día, que cuantifican que han disminuido en torno a un 70%.
Lo certifica Lina Espino, panameña de 30 años que ha participado en el itinerario para madres solas. En Bilbao desde 2018, todavía carece de permiso de trabajo. «Hemos intentado por todos los medios que lo consiga», reconocen Elena Delgado y Andrea Fernández, sus «apoyos» en esta entidad social.
Ella les agradece que «han movido cielo y tierra» para que lo logre, y su ayuda en otros ámbitos, como «el acceso a la beca de material escolar y comedor». Pero, si algo les reconoce, es que la mantienen «ocupada» en su escaso «tiempo libre», con talleres, clases y actividades... Ahora estudia un curso de atención a personas dependientes y con discapacidad, aunque su objetivo es formarse en enfermería.
Espino echa la vista atrás, en los golpes de «suerte» que ha podido tener en una vida en la que le sigue tocando luchar para salir adelante. «Cuando llegué a Bilbao estaba en limpieza y conocí a una señora que me dejaba vivir con su madre si la cuidaba», recuerda. Permaneció varios años en esa casa y sus hijos, una niña de casi diez años y un niño con discapacidad que cumple ocho este mes, llaman a esa mujer que les ofreció la casa de su madre «abuela».
361 personas
participaron en los itinerarios mixtos. 205 terminaron con un empleo.
«Son mujeres que lo tienen todo en contra», expone Pilar Navarro, orientadora de la oficina de Lanbide en Mazarredo involucrada en el itinerario para mujeres con hijos. Pese a que no siempre consigan la inserción total, celebra que se ha «mejorado significativamente» sus vidas. De las ocho participantes, cinco han accedido al empleo y tres han regularizado su situación legal. «El balance es muy positivo», incide.
Y no solo para los beneficiarios del programa. «La experiencia ha estado muy bien para nosotros, para esa labor de coordinación entre administraciones públicas y de colaboración con el tercer sector, porque a veces en la administración somos inaccesibles y hemos conseguido una capacidad de reacción más práctica, en el día a día de las personas, gracias también a Gaztaroa Sartu», destaca.
A lo largo de este año y medio, esta funcionaria ha apreciado que «el resultado funciona» y que, más allá de que son «proyectos piloto», deberían convertirse en «un modo de hacer, de trabajar, para dar respuestas de verdad a la población, ser más ágiles».
Esa es, avanza Buesa, la intención del Gobierno vasco. Quieren «generalizar» este modelo de acompañamiento, que presentaron hace un mes en Madrid en un encuentro de la Red de Inclusión Social, integrada por representantes de las administraciones públicas responsables de gestionar los fondos comunitarios y las políticas de inclusión social a nivel europeo, estatal, autonómico y local.
De momento, ya han elaborado un «documento de bases» y «una propuesta de estructura de coordinación y gobernanza», explica. También se ha creado un grupo de trabajo en el Consejo Vasco para la Inclusión, en el que están integrados todos los sistemas y desde donde se marcan las políticas en este ámbito, para acordar una «estrategia de despliegue», que confía en que sea bien acogida.
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