No sé si habrán notado que últimamente están de moda los políticos agoreros. Esos que no solo no arreglan el presente sino que nos predicen ... un futuro catastrófico. Y se quedan tan anchos. «Se nos avecina una hambruna de proporciones bíblicas por culpa de la pandemia del coronavirus», pronosticó en 2020 el director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Han pasado dos años y el mismo señor, David Beasley, reaparece una vez más para advertirnos de que en unos meses la guerra de Ucrania provocará en el planeta la peor crisis alimentaria desde la Segunda Guerra Mundial. No conozco a Beasley personalmente, pero juraría que desde 2020 para acá no ha bajado de peso. Y afirmaría sin temor a equivocarme que tampoco ha dejado de comer caliente y mínimo tres veces al día. La única diferencia que le veo es que ahora lleva barba y ha redoblado su afición al catastrofismo: «Millones de personas morirán de hambre, los países se desestabilizarán y las familias migrarán por necesidad», asegura con una sonrisilla...
Debe de ser que él tiene la seguridad de que nada de eso puede afectarle. No sé si al mando del Programa de Alimentos de Naciones Unidas se encuentra un político de carrera o el guionista de películas como '2012', 'El día después', 'Twister' y 'Armageddon'. Pero me atrevo a vaticinarle a Rappel un futuro brillante al frente de algún organismo internacional de renombre. Total, de tener ahí a un adivino, que sea un profesional.
Políticos como Beasley abundan hoy en día. Parecen disfrutar aterrorizándonos, como si la cosa no fuera con ellos. Como si esos espeluznantes pronósticos no los estuviera retratando como unos auténticos inútiles... Mejor dejen de profetizar desgracias y hagan por evitarlas, que para eso se les paga.
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