El PNV y la sombra de Ayuso
El PNV ya ha encontrado a quién culpar de lo que ocurra con la pandemia a partir de ahora: los jueces. Un poder que no ... controla, que osa llevarle la contraria y que, además, es uno de los escasos estandartes de la presencia del Estado en Euskadi. O sea, un chivo expiatorio ideal.
Puede causar de todo menos extrañeza el auto del Tribunal Superior que establece que sin estado de alarma no es posible restringir derechos fundamentales. Más sorprende que en otras comunidades la Justicia avale toques de queda y limitar las reuniones en grupo. Y que el Gobierno vasco, si tan imprescindible considera la excepción constitucional que permite aplicar esas medidas, además de confinamientos, no haya activado los resortes legales para reclamar a Pedro Sánchez su mantenimiento en la comunidad con mayor tasa de contagios de España. Ni haya recurrido ante el Supremo una resolución que tanto discute. ¿Desde cuándo no se plantea un pulso judicial para evitar incertidumbres, como ha alegado? Más bien parece que tras esa actitud, difícilmente conciliable con su discurso sobre la gravedad de la situación sanitaria, hay más de cálculo político que otra cosa.
Al nacionalismo no se le puede negar olfato para percibir el estado de ánimo de la calle y obrar en consecuencia; bien amoldándose a la ola vencedora, bien intentando corregirla para evitar daños mayores. Basta asomarse por la ventana para detectar que el hartazgo de la ciudadanía tras catorce meses de sacrificios ha derivado en un desgaste como no se recuerda del Gobierno vasco y, especialmente, de la figura del lehendakari. Es poco menos que inevitable vincular esa percepción con la respuesta de Ajuria Enea a la desaparición, con el estado de alarma, de las principales herramientas en la lucha contra el covid. En vez de aumentar, como habría sido consecuente con su discurso, las restricciones sobre las que tiene competencia para compensar un mayor riesgo de contagio, ha optado por lo contrario: ampliar el horario de la hostelería, el comercio y los eventos culturales. Como si hubiese decidido no ser por más tiempo el malo de la película, una especie de 'doctor No', mientras Sánchez se lava las manos y la población antepone el deseo de recuperar la normalidad a la evidencia de que la pandemia no ha sido vencida y aún puede causar mucho dolor.
La situación no es comparable. Pero al PNV no le habrá pasado desapercibida la influencia en los resultados del 4-M de la gestión de la crisis y el malestar social con las limitaciones para contenerla. En Euskadi no existe un fenómeno como el de Isabel Díaz Ayuso. La hegemonía jeltzale es aplastante. Más que discutirle el poder, la mayoría de los partidos solo parece aspirar a compartirlo con el nacionalismo. La principal alternativa, EH Bildu, está a gran distancia en votos y lastrada por su pasado. Y no hay elecciones a dos años vista. Aún así, el Gobierno vasco ha dado un volantazo a su estrategia. Renuncia a ir de aguafiestas. A quemarse más. Es como si dijese: ¿esto es lo que queréis?, pues ahí está y que sea lo que Dios quiera. Ojalá que cuando pasen unas semanas no tengamos que lamentar lo que Ayuso llamaría «ansias de libertad».
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