La Princesa Leonor: «La convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido»
La Princesa de Asturias, que se reconoce «de la generación zeta, e hija de una equis y un boomer», apostó por escribir una carta a cada premiado para «pararse, profundizar y pensar más» y defendió «la educación, atender a los vulnerables y salir de la trinchera»
Chelo Tuya
Gijón
Viernes, 24 de octubre 2025
«Soy de la generación zeta, e hija de una x y de un boomber». La Princesa de Asturias volvió a demostrar que, pese a los cargos y las cargas que conllevan sus apellidos, es una joven que el próximo 31 de octubre cumplirá 20 años. No solo calificó a sus padres por la denominación que corresponde a su año de nacimiento, 1968 en el caso del Rey, quién no ocultó su risa; 1972, en el de la Reina, sino que le dijo al profesor Han que los jóvenes «nos quedemos con ese emoticono que tenemos en los móviles en el que al muñequito le explota el cerebro». Todo guiños, sin embargo, para reclamar, desde esa generación suya, «volver a lo esencial, a los básicos».
Así, desde el altavoz que le procura la entrega de los premios que llevan su nombre, del que reconoció que «a veces, las palabras pronunciadas en un atril pueden sonar vacías», Leonor pidió la vuelta «al respeto por quienes piensan diferente, por quienes SON diferentes», poniendo tanto en la escritura como en la entonación la mayúscula al verbo ser. También volver «a la educación, a valorar a nuestras maestras y maestros y considerar nuestro tiempo escolar obligatorio como una etapa crucial en la que todos deben implicarse para que cada ciudadano libre tenga oportunidades».
No quedaron ahí las reivindicaciones de la princesa. También quiere «no olvidarnos de atender a quienes no lo tienen fácil, a las personas más vulnerables, a los jóvenes que pelean para formarse, para tener un trabajo, para tener un hogar, a las personas mayores que no desean estar solas, a nuestros niños y niñas en riesgo de pobreza». En definitiva, «recordar lo que significa tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos para hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir en confianza».
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Porque, resumió, «la convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido». En su opinión, «Tiene sentido cuidar y defender los valores que, como españoles y europeos, en realidad como ciudadanos de cualquier lugar, nos definen y nos guían». Cree que confiar en esos valores «es confiar en la libertad frente al miedo; en la justicia frente a la arbitrariedad, en la democracia frente a la intolerancia, en el Estado social de derecho frente al abuso del poder, en los derechos humanos frente a la indiferencia». Porque, lo que está claro «es que no hay fórmulas mágicas para gestionar esa complejidad».
De hermanas cómplices y abuelos que recuperan nietos
Pero, antes de su declaración de principios, tuvo unas palabras para cada uno de los premiados. Con su lema de «pararse, profundizar y pensar más», lo hizo como pocos de sus coetáneos hacen: remedando una carta postal para cada uno de sus galardonados. Eso sí, sin perder el humor: «como vivimos en la economía de la atención, a ver si soy capaz de retener yo ahora la vuestra».
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Las risas de los aludidos y del público en el Teatro Campoamor dejaron claro que nadie se perdería ni una de sus palabras. Se dirigió, en primer lugar, al Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional. «Querido profesor Draghi», le dijo, «en 2012, como presidente del Banco Central Europeo, dijo 'haremos todo lo que sea necesario (...). Y créanme, será suficiente'; una frase que no sólo calmó los mercados, sino que fue un acto de confianza en el proyecto europeo en uno de sus momentos más frágiles. Esas palabras encerraban un mensaje más profundo que el de la estabilidad financiera: la defensa de los valores europeos, de la solidaridad entre países y de la idea, no por repetida menos valiosa, de que juntos somos más fuertes. Y le cito una vez más: 'la Unión Europea es, ante todo, un mecanismo para alcanzar los objetivos compartidos por sus ciudadanos (casi 450 millones de personas). Es nuestra mejor oportunidad para un futuro de paz, seguridad e independencia'. Los desafíos son hoy aún mayores, profesor».
Muy emotiva fue la carta a la Premio Princesa de Asturias de los Deportes. «Querida Serena: nadie podría entender hoy el tenis sin ti. Lo transformaste en un deporte más rápido y explosivo, en una forma de vivir en la que tuviste que desafiar muchas convenciones». Además de alabar «tu técnica impecable», destaca de ella que «has demostrado que la grandeza no está en ganar siempre, sino en la capacidad de levantarse, aprender y seguir adelante». No se olvidó de que Serena tiene un alter ego. «Es bonito lo que dices de tu hermana: 'Sin Venus, no habría habido Serena'. Las hermanas cómplices son nuestras grandes compañeras de viaje», dijo lanzando una mirada llena de cariño a su hermana, la Infanta Sofía. Una mirada que aplaudió el público.
Y muchas miradas estaban pendientes de la Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Porque Mary-Claire King no pudo participar en la foto de familia que, durante la mañana, se llevó a cabo en el Hotel Reconquista. No pudo recuperarse de su indisposición, así que no participó en la entrega de los galardones. Desde su habitación escuchó como la Princesa Leonor destacaba «su trabajo ha logrado la identificación de una región cromosómica humana que albergaba un gen cuyas mutaciones predisponen al cáncer de mama y ovario». Un compromiso el suyo que, recordó la heredera al trono, «ha ido más allá, al contribuir con sus conocimientos en genética a que los nietos de los desaparecidos por la represión de la dictadura argentina hayan podido reunirse con sus familias». Un carta que cerró con un mensaje especial para dos de las personas que no se perdían ni una de sus palabras: «imagino el alivio que habrán sentidos tantos abuelos», con lo que se llevó el aplauso de las suyas, la Reina Sofía y Paloma Rocasolano.
Olmeca, zapoteca y badulaque y chafarriñón e intérpretes
La carta al Premio Princesa de Asturias de la Concordia, que este año recayó en el Museo Nacional de Antropología de México, la personalizó en Madeleine y Antonio, sus representantes. «Acabáis de celebrar vuestro 60 aniversario, aunque vuestro germen se remonte a hace 200 años. Proyectáis con vigor la fuerza de un pueblo que se mira a sí mismo con orgullo y que muestra al mundo su generosidad». Hizo público su deseo de «tener la suerte de adentrarme en ese bosque de Chapultepec» y «de ver la Piedra del Sol», y «tantas muestras de vida olmeca, zapoteca, maya, mixteca...»
Zapoteca aparece, también, en su carta a la Premio Princesa de Asturias de las Artes. Le confesó a Graciela Iturbide que «no dejo de mirar su su foto de esa indígena zapoteca con las iguanas en la cabeza». Habló de «esperar y paciencia», algo que «no abundan en estos tiempos». Y, por ser «una fotógrafa sin prisa, con vocación de escritora, estudiosa del cine y gran lectora», así como «una artista que ha plasmado la fuerza de las mujeres», es por lo que ha merecido su galardón.
De movimientos migratorios y de su complejidad, pero, sobre todo, de la defensa que «la inmigración conlleva costes y beneficios, y que el problema es que los costes se producen de forma desproporcionada en el presente, mientras que los beneficios se acumulan en el futuro», son los mimbres que conforman la cesta del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Y respaldó las tesis de Douglas Massey «que defiende con datos hasta la saciedad, metiéndose en el centro de la discusión política con ataques desde diferentes ámbitos ideológicos». Para la princesa, «desde el rigor académico ha contribuido a rehumanizar la mirada hacia quien deja su país», y califica de «narrativas simplistas» las que se basan en desinformación.
Los lectores del Premio Princesa de Asturias de las Letras ya conocían los términos fámula (criada) y chafarrinón (manchurrón) que aparecen en los escritos de Eduardo Mendoza «no me quiero imaginar como se estarán apañando los intérpretes», bromeó. Porque Leonor se confesó lectora también «del artesano de la palabra, como te llamas con el humor fino y socarrón del barcelonés al que adorna un barniz cervantino, un poco británico, un poco neoyorquino y, a partir de ahora, un poco asturiano». O un mucho, porque el escritor ha contado que tiene familiar en el Principado. Invitó la princesa a los miembros de su generación y posteriores a leerle «para saber más, para aparcar el scroll infinito» y, a la vez que hacía el gesto habitual sobre el teléfono, explicó, «ya saben, lo de arrastrar sin fin el dedo sobre la pantalla».
Y dejó para el final al profesor que aboga por la desconexión digital y al que ella le habla de un emoticono. Pero tiene explicación. Al Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Byung-Chul Han le dice «si vivimos en un redil digital, si hemos vendido el alma a un dispositivo, si somos esclavos de la pantalla y nos autoexplotamos para cumplir con las exigencias del rendimiento, si lo trascendente se nos escapa, ¿cómo recuperamos, sobre todo los jóvenes, la TRASCENDENCIA, en mayúsculas en letra y entonación, para que la vida no sea, como uste dice, la mera satisfacción de necesidades y la exhibición narcisista?». En espera de la respuesta se quedó. Pero ya será en privado. En público, en cuanto concluya el discurso de su padre, quedarán convocados los Premios Princesa de Asturias 2026.