El enterrador de Vitoria que enviaba cartas bomba
Prisión incondicional por terrorismo para el jubilado de 74 años que mandó artefactos a Sánchez y a embajadas. «En el cementerio te vas agriando, pero esto...»
Pompeyo G. P. era el prototipo de enterrador silencioso, discreto, correcto. «Era currante. Muy respetuoso con nosotros y con las familias que venían a los ... entierros. Y es cierto que este es un trabajo peculiar y te vas agriando, pero esto... ¡Si pensábamos que era de derechas, del PNV o del PP!». Sus compañeros hasta hace diez años en los cementerios vitorianos de Santa Isabel y El Salvador no salen de su asombro.
El hombre que desató la alarma en Moncloa y las embajadas estadounidense y ucraniana enviando cartas bomba a Pedro Sánchez y la ministra de Defensa, Margarita Robles, entre otros, es el reservado Pompeyo. El mismo que se despidió con un «simple adiós» de Vitoria cuando se jubiló en 2013 y se encerró en su piso de Miranda de Ebro del que apenas salía para dar paseos, tomar un café y hacer la compra. Siempre solo, sin familia ni amigos.
Desde ayer duerme en la cárcel. Detenido el miércoles en la localidad burgalesa en medio de un fuerte despliegue policial, el magistrado de la Audiencia Nacional José Luis Calama le ha imputado seis delitos de terrorismo. Dos de ellos son agravados por ir dirigidos a altos miembros del Gobierno. Estos cargos se suman a un delito de fabricación y empleo de artefactos explosivos inflamables e incendiarios con finalidad terrorista. La pena entre rejas podría alcanzar «los veinte años».
La Audiencia Nacional le imputa seis delitos por terrorismo y alerta del riesgo de fuga a Rusia
prisión incondicional
Poco antes de las 11.30 horas de ayer se decretó la prisión incondicional para Pompeyo, quien optó por no declarar en la Audiencia Nacional. La resolución valora sus «contactos» con Rusia -a través de diversas páginas web- y la posibilidad de huir a aquel país.
«Siempre ha sido un hombre de pocas palabras», dice un vecino de escalera en la calle Clavel de Miranda, donde residía «desde hace más de quince años» en un pequeño piso de 45 metros cuadrados. Practicó boxeo de joven y le apasiona internet. Vivía solo. Desde que se jubiló como interino del Ayuntamiento de Vitoria salía de casa para dar paseos -con parada obligada en el bar Don Quijote-, comprar comida en un supermercado cercano y poco más. No se le conoce pareja. Apenas tenía relación con su hermano y su cuñada, que hacen vida normal en la capital alavesa. Estos parientes prefieren mantenerse «al margen». «Pero sí, somos familia», confirman.
«Siempre fue muy correcto. Su último día se despidió de nosotros con un simple adiós», dicen sus excompañeros
trabajó hasta 2013
La herencia de su padre
«Se distanciaron a raíz de la muerte de su padre, hace ya muchísimo tiempo. Con la parte de la pequeña herencia que le tocó se instaló en Miranda de Ebro, donde la oferta inmobiliaria resultaba más accesible», cuenta un vecino del mismo portal, que el miércoles fue rodeado por casi un centenar de agentes venidos desde Madrid, Burgos y Valladolid.
«Hacía dos días que veíamos gente extraña por el barrio. Pensábamos que se trataba de un operativo antidroga. Minutos antes de su arresto, vi a Pompeyo cómo bajó a la calle y tomó alguna foto a los coches de los 'secretas'», asegura un residente del bloque de enfrente. La multitudinaria entrada policial culminaba dos meses de frenética investigación, después de que el 24 de noviembre arrancara en Moncloa una sucesión de cartas bomba de procedencia desconocida. En la embajada ucraniana, el sobre explosivo de fabricación casera provocó heridas leves a una integrante del servicio de seguridad que lo manipuló.
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Compró en Amazon los componentes de sus artefactos
El auto del Juzgado Central de Instrucción número 4, al que ha tenido acceso EL CORREO, desgrana el laborioso trabajo de la Policía Nacional para dar con Pompeyo. Dejó pequeñas pistas que -una vez unidas- precipitaron su captura, con repercusión mundial. El New York Times publicaba hace unos días que la CIA y Washington creían que el envío de las seis cartas era obra de grupos de extrema derecha rusos. Hablaban incluso del Movimiento Imperial Ruso, una organización supremacista con lazos en España.
Pero parece que no hay nada de eso. Pompeyo, ese hombre de 74 años y costumbre fijas, como tomar café todas las mañanas sentado en la misma silla del bar Don Quijote de Miranda, actuaba solo.
«En el registro estuvo como si no fuera con él, tranquilo y colaborador con los policías»
jesús alegre, su abogado
Los matasellos de los sobres que no explosionaron apuntaron a Burgos como el lugar desde el que partieron. Los sellos usados -de una edición muy especial- también fijaron ese lugar. Los sobres fueron comprados en una web especializada, veinticinco de una tacada. Y el IP del ordenador del enterrador jubilado lo delató. A partir de ahí, los investigadores le sometieron a un discreto seguimiento. Hallaron ADN en las evidencias recuperadas en los ataques. Faltaba descubrir a quién pertenecía.
Una noche, Pompeyo bajó la bolsa de la basura y los policías la recogieron. «Fue trasladada hasta las dependencias de la Comisaría General de Policía Científica», refleja el auto de la Audiencia Nacional. Hubo coincidencia y se organizó en tiempo récord un importante dispositivo de arresto y el posterior registro de la casa.
Daba paseos por las mañanas y tomaba un café en un bar cercano antes de encerrarse en su casa donde fabricó los artefactos
pasaba desapercibido
Un recorte de 'Matar al rey'
Jesús Alegre, del despacho Herreroalegre abogados, le asistió durante las seis horas que duró la inspección del piso, ordenado y decorado de un modo austero. «Estuvo como si no fuera con él, tranquilo, colaborador y explicando de dónde procedía cada objeto», desgrana. Le intervinieron medio centenar de enseres que revelaban su obsesión por la ideología comunista. Guardaba imágenes de Lenin y La Pasionaria y prensa castrista. También se llevaron un artículo sobre el libro de José Luis Corral 'Matar al rey'.
Su letrado destaca que «los agentes se portaron muy bien con él, que permaneció esposado de pie salvo unos minutos que se sentó en una banqueta». Después de tantas horas juntos, un policía le preguntó si era comunista y dijo «bueno, bueno». Al requerirle entonces si prefería a Vox, Pompeyo contestó contundente: «De esos no».
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