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La ternura y la táctica

La estrategia de Díaz recuerda al 'estilo PNV': no pisar callos en pos del espacio propio y parte del ajeno

Martes, 4 de abril 2023, 00:04

Dejó escrito Raymond Carver que «en realidad es la ternura la que me interesa; ése es el don que me conmueve, que me sostiene, esta ... mañana, igual que todas las mañanas». Una idea que ha alentado, por ejemplo, una hermosa canción de Nacho Vegas y que inspira ahora el relato de Sumar, el proyecto político con el que Yolanda Díaz impugna 'de facto' el discurso agresivo y populista de Podemos. Porque nada hay más ajeno a la ternura que Ione Belarra insultando a empresarios, Irene Montero sosteniendo y no enmendando el fiasco del 'sí es sí' o 'Pam' mezclando las raíces cuadradas con el 'satisfyer'.

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Justo lo contrario que encarna Díaz. Vestida de blanco roto, el nuevo y estudiadísimo color esperanza (otra de las ideas fuerza sobre las que quiere ser, como mínimo, tercera en las generales por delante de Vox, la capacidad de ilusionar a la gente en tiempos de desafección), con la ternura por bandera, sí, pero también con el cuchillo entre los dientes.

El indiscutible 'yolandazo' del Magariños, un éxito incontestable si se mide en términos de repercusión política y mediática, es también el inicio (oficial; el oficioso no es de ahora) de la guerra fría entre la flamante candidata y Podemos. La mejor prueba, que ambos sugieren ya pedir explicaciones al de enfrente por el divorcio y, en el caso de Díaz, empiezan incluso a verbalizar la posible ruptura. La vicepresidenta segunda y el hiperactivo Pablo Iglesias ni siquiera esconden su repelencia ideológica y táctica. Para Sumar, el baño de masas del domingo supone, sobre todo, un punto de inflexión a partir del cual se puede «medir» ya como marca frente a los morados. El CIS contabilizó por separado sus apoyos en su última oleada, con escandalera incluida, y no hay que tener una bola de cristal para prever que la sigla seguirá creciendo mientras sus promotores aguardan a que el 28-M dé la puntilla a Podemos.

La estrategia de Yolanda Díaz y sus confluencias recuerda poderosamente al 'estilo PNV': no pisar callos para hacerse con el espacio propio y parte del ajeno, lanzados a por una porción del centro y a por los indecisos. Para ello, grandes dosis de marketing almibarado, un ideario socialdemócrata que tranquilamente podría firmar Sánchez y nada de meterse en charcos embarrados como el de Ucrania. La táctica es tan valiente como arriesgada porque se soporta en la premisa de que ya no hay clientela electoral para una izquierda más bolivariana que cívica, más radical que bienencarada. Que es el tiempo de una izquierda adaptada a la realidad pospandémica de 2023, una izquierda que ocuparía el espacio que cíclicamente desde la Transición ha sido del PCE, de IU o de Podemos, pero a lo grande.

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Iglesias (e Iván Redondo, con su teoría de que Podemos es el único motor que puede hacer carburar Sumar) insisten en que, sin los morados, Díaz camina hacia el abismo. Porque, ojo, advierte Iglesias, su apuesta expulsa también a ERC y Bildu, «condición de posibilidad para una dirección de Estado democrática». Iglesias avisa de que, con la izquierda rota, no podrá reeditarse la mayoría de la investidura. Díaz va a por todas, sea en 2023 o cuando Sánchez deje libre el liderazgo casrismático de la izquierda. La ternura es hoy táctica.

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