Adiós a un «hombre consecuente»
Con un carácter forjado en la Margen Izquierda, su papel político y sindical, así como su relación con González, fueron claves en la Transición
David Guadilla
Miércoles, 4 de enero 2023, 19:22
Nicolás Redondo Urbieta tenía 95 años y hasta poco antes de fallecer la noche del martes seguía atento a lo que le rodeaba. «Tenía la ... cabeza perfectamente. Hablábamos mucho, intercambiábamos papeles. Le preocupaba el deterioro de la convivencia en España. Me decía, ¿cómo podemos arreglar esto? Y yo sólo le decía: 'pero Nicolás, que tienes 95 años...'». Alberto Pérez compartió años de militancia y dirección en la UGT con uno de los principales referentes del sindicalismo español, «un hombre que sobre todo fue consecuente. Que pisó el barro y estuvo donde tenía que estar». Su capilla ardiente quedó instalada en la sede de la UGT. Este jueves será enterrado en el cementerio civil de La Almudena.
Nacido en Barakaldo en 1927, su vida siempre estuvo marcada por el compromiso. Sin dudas y sin miedo a las consecuencias. Retirado de la primera línea desde que abandonó la Secretaría General de la UGT en 1994, residía desde hace años en un humilde piso de Madrid, arropado por sus amigos, y por su hijos, Idoia y Nicolás Redondo Terreros. «Con buena salud en general», el martes a la mañana se empezó a encontrar mal. Acudió al ambulatorio y de allí fue trasladado al hospital, donde falleció.
Fue fiel representante de una generación de trabajadores forjados en la Margen Izquierda, en empresas como La Naval y Altos Hornos. En la lucha contra el franquismo y en defensa de los derechos de los trabajadores. Acabó desterrado lejos de la ribera del Nervión, «su hábitat natural», detenido y renunció a competir con Felipe González por el liderazgo del PSOE. «Actuó como hacen las personas inteligentes y sabias, con humildad», subraya Antonio Gutiérrez, el ex secretario general de Comisiones Obreras con el que convocó de forma conjunta la huelga general del 14-D de 1988.
Su historia estuvo marcada por su propio contexto y por sus orígenes. Desde pequeño mamó lo que significaba crecer en la Margen Izquierda de las industrias y las desigualdades. Su padre fue condenado a muerte tras la Guerra Civil, aunque terminó encarcelado en Puerto de Santa María. Durante la contienda, el que después sería líder sindical, se convirtió con apenas diez años en niño de la guerra y fue evacuado a Francia, donde estuvo acogido por una familia minera. Regresó en 1942, entró en La Naval y a partir de ahí comenzó su lucha. Donde vio «la capacidad de sacrificio de la gente» y «se originó en mí un gran sentido de clase», según confesó a este periódico en 2017. Allí fue, añadía, donde «se reafirmaron mis criterios políticos e ideológicos que ya traía de casa».
En aquella empresa, junto a otros históricos como Eduardo 'Lalo' Álvarez y Tomás Tueros, se forjó su leyenda como sindicalista. Detenido en ocho ocasiones y deportado durante tres meses en 1967 a Las Hurdes, impulsó huelgas, «siempre en defensa de los trabajadores», recuerda Alberto Pérez, y siempre desde Portugalete, la villa convertida en su refugio. Despedido en 1973, fue a juicio de la mano de un joven abogado laboralista sevillano: Felipe González. «Ganamos en primera instancia, pero luego perdimos», narraba el propio Redondo Urbieta.
Entre el veterano sindicalista y el prometedor letrado se estableció una relación que pasó a la historia y que se visualizó en el Congreso de Suresnes de 1974. En la clandestinidad, Redondo era 'Juan'; González, 'Isidoro'.
Arrancaba el nuevo PSOE. «Siempre fue un renovador, de la socialdemocracia y del sindicalismo», rememora Antonio Gutiérrez. En aquel cónclave, Redondo entendió que el futuro pasaba por González. Por historia pudo liderar el partido, pero dio un paso al lado. Era la época de la doble afiliación, en la que ser de la UGT no se entendía sin ser del PSOE, y viceversa.
Pero aquel idilio duró hasta que el socialismo pasó de la resistencia al Gobierno. A finales de los setenta, la brecha entre González y Redondo se abrió y nunca se llegó a cerrar. Muchos de los que habían sido figuras de la central, como Ramón Jáuregui, Joaquín Almunia o José Luis Corcuera, optaron por el partido. Y eso, según algunos de los que estuvieron a su lado, Redondo nunca lo entendió.
Amenazado por ETA
Jáuregui, ex secretario general de UGT-Euskadi entre 1977 y 1982, recuerda a un hombre que «para todos era un referente», «duro» y «exigente», con un carácter forjado «en la dureza del sindicalismo clandestino, las penurias y la guerra». Aquella postura de firmeza sindical se materializó el 14 de diciembre de 1988 con la huelga general convocada junto con la CC OO de Gutiérrez contra el Gobierno de González. «Fue una relación basada en la franqueza», recuerda el antiguo líder de Comisiones, quien ensalza el papel que tuvieron ambas centrales en la consecución de importantes logros sociales y laborales para los trabajadores españoles.
Un año antes ya había abandonado su escaño como diputado socialista y en 1994 dejó la Secretaria General de la UGT en manos de Cándido Méndez. «Dijo que se retiraba y lo hizo, no como otros», recuerda Pérez. Se alejó de la primera línea, pero seguía pendiente de todo. Con el paso de los años fue pasando más tiempo en Madrid. En 2003, las fuerzas de seguridad descubrieron que el 'comando Bizkaia' de ETA había controlado sus rutinas, vigilado su domicilio en Portugalete y que tenía «información avanzada». Fue otra de sus victorias. Ver cómo tras desaparecer el franquismo también era derrotado el terrorismo.
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