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Las elecciones autonómicas del año pasado representaron un cambio de caras en la política vasca: el PNV prescindió de Iñigo Urkullu como candidato a lehendakari ... para apostar por Imanol Pradales; EH Bildu se decantó por su gurú ideológico, Pello Otxandiano; Eneko Andueza concurrió por primera vez como presidenciable del PSE-EE; el PP rescató a un histórico como Javier de Andrés; y Sumar se estrenó con Alba García. Este primer año ha servido para comprobar cómo todos ellos, especialmente los más protagonistas, se resitúan en el nuevo mapa político vasco.
Pradales partió casi como un desconocido. «Salía de las catacumbas», dice Ander Gurrutxaga. Su elección como lehendakari, sin embargo, le ha permitido escalar en su notoriedad y valoración por parte de la sociedad. Si en febrero de 2024, sólo le conocía un 37% de los encuestados en el Sociómetro y le daban un 5 sobre 10, esos índices han ascendido en un año hasta el 75% y un 5,4, respectivamente. Se debe, según María Silvestre, a que «ha estado muy presente en los medios gracias a la promoción de sus pactos, sus viajes al extranjero, encuentros con agentes sociales...».
La construcción de su liderazgo se ha visto acelerada en la medida en que «se ha hecho desde el poder», subraya Cristina Ruiz. «Es un valor inherente a un puesto como el de lehendakari. Otra cosa es ganarse la autoridad, eso cuesta mucho más», explica. Gurrutxaga ahonda en que todavía hace falta tiempo para contar con «elementos de evaluación suficientes» que determinen los logros de Pradales. «Yo no sería capaz de ponerle una nota. Una de las cualidades fundamentales de la democracia es la paciencia», argumenta el sociólogo.
Frente al jefe del Ejecutivo autonómico, EH Bildu ha trabajado para otorgar a Otxandiano un papel institucional como líder de la oposición. «Se trata de apartarse de un pasado más vociferante y, con nuevas formas, visualizar un proyecto, hacer imaginar a la gente que Otxandiano puede ser lehendakari, que es una alternativa creíble al PNV», resume Rafael Leonisio.
El resto de expertos coinciden en enmarcar esta operación en la estrategia global de la coalición soberanista por «institucionalizarse del todo». Un tránsito cuyo inicio sitúa Silvestre en 2016, «cuando Podemos se posicionó como primera fuerza en Euskadi en las elecciones generales», y que se ha visto impulsado tras la disolución de ETA, un pasado con el que la izquierda abertzale se resiste a romper. Leonisio, en cambio, advierte con la metáfora de la manta: «Si la estiras por un lado, te quedas sin ella por el otro. Usando el espejo de Cataluña, si te conviertes en ERC, es inevitable que te surja una CUP». Ahí está la sombra de EHKS.
El tercero en discordia es el PSE-EE, que ha visto incrementada su representación en Lakua y busca reforzar su posición. En esa reivindicación encuadran los expertos el estilo de Andueza, abonado a la polémica en sus declaraciones, a veces contra su propio socio de coalición. «Cuando decidió quedarse fuera del Gobierno vasco, lo hizo con plena consciencia para tratar de mantener perfil propio», apunta Ruiz. Gurrutxaga se pregunta si «esos juegos florales penetran realmente en el electorado porque de las riñas de familia sólo se enteran los miembros de la familia».
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