Una ruta hecha de tranquilidad

Tras dejar atrás un pueblo, el primer tramo pica para arriba. Y al llegar al punto más alto llega la que es la única precaución. Una señal, que cuesta ver porque está caída, indica que hay que seguir un pequeño sendero, paralelo a un cercado, para enlazar con una carretera cercana que luego conduce a la ruta en sí. Pasarse ese sendero obliga a franquear alguna alambrada, portillas en mal estado y, sobre todo, a transitar por un tramo de bosque con barro.

Otra opción es seguir por carretera desde Aloños. Algo más largo, pero más seguro. En un desvió una señal indica el barrio Castrajones y otra apunta hacia el Hayal. Tras franquear un paso canadiense, comienza una pista de monte. En el primer tramo, son los pinos los que reclaman el protagonismo. Al llegar a una pequeña bifurcación, junto a la que hay una señal con dos marcas blanca y amarilla, se puede optar por ir de frente o a la derecha. Al poco se inicia el hayal propiamente dicho. El sendero es al inicio un suave sube y baja. Y se está bien fresco bajo todo ese manto verde.

Una curva, en la que hay otra señal, marca el inicio del tramo más exigente. Una de esas cuestas sin un desnivel imposible, pero que pone a prueba las piernas. Coronar significa entrar en una avenida de hayas, tan cerca del camino que se pueden tocar. Un pequeño claro, a la izquierda marca el punto más alto del recorrido. A 679 metros de altitud, aunque se parte de los 317. Alguna otra cuesta arriba queda muy cerca, pero ya el camino apunta hacia el descenso. Enseguida, un paisaje despejado permite las vistas del valle, con Villacarriedo a la derecha y el pico Jeniro justo encima.

La ruta tiene variantes, y de hecho el cartel que hay en Aloños incluye un recorrido algo más amplio para explorar otro pequeño bosque que hay más cerca de la localidad. Sea cual sea la opción que se escoja, el resultado siempre va a ser bueno.