Balcón sobre Innsbruck. Iratxe López

Innsbruck: la puerta del Tirol austríaco que te lleva a siglos de historia y ofrece preciosas rutas de senderismo

La ciudad, rodeada de montañas, luce casas de colores y un río bravo de aguas verdes

Martes, 5 de agosto 2025

Para conocer a Juana I de Castilla a tamaño natural (bueno, algo más alta) hay que cruzar fronteras hasta Austria. No nos hemos equivocado al ... escribir el país, la hija de lo Reyes Católicos aguarda la visita junto al marido que la trajo loca, Felipe 'El Hermoso', en la Iglesia de la Corte de Innsbruck. También anda por allí el resto de familia política, su suegro, Maximiliano I, y sus suegras, María de Borgoña y Blanca María Sforza. A la reunión está invitado incluso el Rey Arturo, y reclamaron la presencia de Carlo Magno, pero no pudo acudir, algún asuntillo relacionado con la guerra tendría.

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La recepción será un poco fría, todos se han convertido en estatuas de bronce. Rodean la tumba del emperador, quien reza por el buen acomodo en el cielo de su alma. El problema es que su materia nunca se encontró en esta tumba. Durante años, Maximiliano I planeó un descanso eterno repleto de VIP reales o legendarios que consideraba antepasados porque daban caché, 40 figuras que quedaron en 28. En realidad, su cuerpo adelgazado hasta el esqueleto, polvo más bien ya después de siglos, está en Viena, pero la falta de huesos no resta grandiosidad al conjunto inspirador de sepulcros para varios Papas y de El Escorial.

Iglesia de los Hombres de Negro. I. López

La 'Iglesia de los hombres negros', Schwarzmanderkirche, fue un proyecto de propaganda imperial convertido en cenotafio. Entre esos hombres oscuros hay también ocho mujeres, todos con la mano dispuesta a sujetar una vela, salvo los tres modelados por Durero, que obviaron el cirio. En conjunto, se trata del monumento más grande del mundo en bronce y el más importante del Renacimiento de Europa. Las estatuas nacieron en su mayoría entre 1502 y 1555, aunque algunas se completaron hasta 1587. Pesan entre 300 y 500 kilos cada una. Quien sí yace enterrado allí, por cierto, es el héroe tirolés Andreas Hofer. Sobre este aprenderá mucho el recién llegado en la Montaña Gloriosa, Bergisel, dentro de El Tirol Panorama. Una pintura de 1.000 metros cuadrados envuelve a quien la observa, narra la tercera batalla de Bergisel que enfrentó a campesinos contra soldados bávaros y napoleónicos en 1809. Son 27 paneles de tela pintados con detallismo, plagados de llamas; estallidos de munición en cuya pintura se incluyó polvo de metal para lograr el efecto; vallas; troncos y objetos dispuestos entre quien observa y la obra con el fin integrar al público, y las montañas al fondo tan definidas que parecen dispuestas a ser coronadas.

Una sección de la pintura sobre la batalla de Bergisel en El Tirol Panorama. I. López

Resistieron tres enfrentamientos, tras el último Hofer escapó a las montañas. Uno de los suyos, Rafael, lo vendió por 30 monedas, como Judas a Cristo, por eso durante años no se puso ese nombre a los niños de la zona. Aproximadamente 30.000 campesinos participaron en la lucha, y aunque en la obra pintada por un profesor de arte alemán, Michael Zeno Diemer, solo aparezcan dos mujeres, muchas también pelearon. El cuadro distrae como una película. Fuera, una estatua recuerda al héroe que, por cierto, antes del conflicto era un simple comerciante de caballos.

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Idéntico nombre, Bergisel, lucen el estadio y el trampolín de saltos de esquí olímpico rediseñado por Zaha Hadid en la misma montaña. Un ascensor sube a la torre desde donde divisar las cimas que montan guardia tras la ciudad vieja, coronas de la naturaleza como Kleiner Solstein, de 2.637 metros. La torre de hormigón mide unos 50 metros de alto, la rampa 90 de longitud. Asistir a las demostraciones de salto es un visto y no visto de vértigo, sobre todo teniendo en cuenta que el panorama alcanza hasta el cementerio, por suerte, la cita siempre acaba bien. Para redondear la excursión, una pequeña ruta de senderismo ofrece vistas sobre el río Sill.

Vista sobre Innsbruck I. López

La puerta de entrada al Tirol austríaco tiene nombre y tiene historia. Luce altas montañas, casas de colores y un río bravo de aguas verdes que a veces fluye furioso y otras muestra solo cierta inclinación cascarrabias. El Inn dio nombre a Insbruck, significa «puente sobre el río». La antigua pasarela nació antes que la ciudad como punto en el que confluían quienes cruzaban de norte a sur de Los Alpes. El conde de Andechs, un noble bávaro, se encargó de mandarlo hacer y fortaleció la zona como destino comercial en 1180. El mundo fue y vino, hasta que en 1363 la región pasó a manos de la Casa de Habsburgo. Siguió girando sobre sí mismo y alrededor del sol para ponerse en 1420, año en el que la urbe se convertiría en capital del Tirol bajo el mando del duque Federico IV. Con Maximiliano I, el suegro de Juana 'La Loca', brilló como centro político y cultural del Imperio en el siglo XV.

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Maximiliano I de Hasburgo sabía que una zona montañosa solo saben defenderla sus habitantes, acostumbrados al medio. Adoraba la ciudad y la doró con uno de los edificios más importantes de la preciosa zona antigua, el Tejadillo de Oro. La suma de 2.657 tejas y su rica decoración en frescos y relieves lo han convertido en objetivo de las cámaras. Se construyó a finales del siglo XV y es considerada una de las obras de arte más importantes del Tirol, hasta aquí llega la historia oficial. La oficiosa incluye cotilleo.

El famoso Tejadillo de Oro. I. López

El balcón real pretendía conmemorar el segundo matrimonio del emperador con Blanca María Sforza. Desde allí, podía asistir a torneos y eventos públicos en la plaza, cerca del pueblo pero sin pegarse demasiado no fuera que... Tras la muerte de María de Borgoña, madre de Felipe 'El Hermoso', en un accidente de caballo que acabó con su propia costilla clavada en el corazón, el nuevo matrimonio venía bien a un viudo ahogado en deudas. La esposa llegaba con la bolsa llena, pero el esposo obviaba su presencia. Para tenerla contenta dicen que le regaló el tesorito. Contenía entonces 12,5 kilos de oro, ahora quedarán algo más de 2. Abajo, junto a una fuente, si el visitante levanta la cara distinguirá culos (disculpen), esculturas burlonas dedicadas a Maximiliano que tampoco financió este asunto al completo. Los artistas dejaron así constancia de su opinión sobre el moroso. Cada domingo, a las 11:30, las trompetas suenan como lo hacían entonces.

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Además del nombre de este emperador perseguido por los cobradores del frac, en Innsbruck se repite mucho el de María Teresa de Austria, quien gobernó desde 1740 hasta 1780. Bajo su auspicio fomentarían el uso del Hofburg, palacio ampliado y rediseñado en estilo barroco dentro del que destaca la Sala de los Gigantes, la más lustrosa de los Alpes. La madre de María Antonieta también mejoró infraestructuras urbanas y ordenó la renovación de edificios públicos.

La zona antigua tiene muy buen ambiente. I. López

A ella se debe otro símbolo, el Arco de Triunfo. Su construcción coincidió con los preparativos del enlace real entre su hijo, el archiduque Leopoldo, con María Luisa de Borbón. Para ofrecer una buena imagen durante la boda, mejoró el urbanismo y encargó un arco cubierto por relieves e inscripciones en mármol. Pero la cosa se torció. Durante los fastos fallecería su marido, Francisco I de Lorena, por eso una cara del monumento muestra alegría y vida, otra tristeza y muerte. Situado al final de la calle Maria-Thersien-Strasse, sirve de entrada a la parte antigua.

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En la avenida abundan las terrazas. Una de las casas, ahora ocupada por el Hard Rock (cosas de la globalización), imitó el famoso tejadillo. La calle lleva allí desde la Edad Media, pero adquirió forma barroca en los siglos XVII y XVIII, cuando se construyeron palacios como el de gobierno, Altes Landhaus. Surge sobre el conjunto la Columna de Santa Ana (Annasäule), erigida en 1706 para conmemorar la retirada de las tropas bávaras en 1703, durante la Guerra de Sucesión Española. Desde ese lugar aparece una de las vistas más emblemáticas de la ciudad, con los viejos edificios en primer plano y las imponentes montañas de Nordkette al fondo. Durante la segunda Guerra Mundial 75.000 bombas cayeron sobre la capital del Tirol, por suerte respetaron la zona antigua.

Casas de Mariahilfstraße junto al río Inn. I. López

A medida que el turista desciende, aparecen soportales, manera de proteger a los compradores en una tierra verde con lluvias frecuentes donde, cuando no existía el asfalto, el lodo invadía ropas y pasos. A la derecha surge la Torre Vieja, a la izquierda la Casa Helbling (XV), que destaca entre las demás por su fachada rococó, aunque por dentro sea gótica como el resto. Maximiliano I reconstruyó la ciudad en piedra gris, con edificios más anchos en la base para fortalecerlos ante posibles terremotos. Junto al Inn espera la calle María Auxiliadora (Mariahilfstraße), donde una fila de casas de distintos tonos alegran un paisaje escoltado por laderas y cumbres. Cada cual muestra un color que distinguía antaño una profesión, evitando dudas a los clientes.

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Todo brilla en Mundos de Cristal de Swarovski. I. López

A Innsbruck hay que conocerla caminando sin prisa, comiendo en las cervecerías. Deteniéndose en el número 11 de la calle de la Corte, donde el arco de acceso a la puerta es más alto pues allí vivía un gigante, y donde, si una persona pega la oreja al arco y otra susurra algo en el lado opuesto, se escucha perfectamente, de ahí el sobrenombre de 'El arco de los secretos'. Visitando el Castillo de Ambras, edificio renacentista considerado el primer museo del mundo que alberga la cámara de arte y curiosidades del archiduque Fernando II. Tomando la lanzadera en la plaza de la estación de tren para acercarse, tras media hora de viaje, a los Mundos de Cristal de Swarovski, repletos de brillantes fantasías, de trajes que portaron artistas como Lady Gaga, Madonna, Elthon John, Bjōrk...

Más posibilidades. Pasear bajo las 800 variedades de árboles del jardín imperial. Contemplar la basílica de Wilten, iglesia rococó más bella del país, simple por fuera como todos los templos tiroleses para protegerlos de la nieve, muy decorada por dentro y repleta de bancos preciosos pero incómodos, hechos a propósito para evitar las cabezadas de los fieles en una zona que, no obstante, se considera muy católica.

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Zaha Hadid diseñó las estaciones del funicular. I. López

Si deseas vistas, las mejores aguardan en la montaña. En menos de media hora desde la ciudad vieja llegará el turista a las altas cimas que lleva viendo todo el día. Habrá que tomar primero el Innsbrucker Nordkettenbahnen, que cuenta con tres estaciones de funicular diseñadas por Zaha Hadid; desde la estación de Congress a las de Löwenhaus, Alpenzoo y Hungerburg contemplará tejados de vidrio curvado que evocan glaciares y paisajes de nieve. Quedará subir a dos teleféricos, uno hasta Altstadt y otro desde allí al monte Hafelekar para pisar los 2.344 metros de techo natural que adornan esta ciudad en el punto más alto de la cordillera Nordkette.

Vistas sobre el rocoso Parque Natural Karwendel. I. López

A lo largo del trayecto se encuentran las estaciones de Alpenzoo, Hungerburg y Seegrube. Ya arriba, seguir en línea recta significa acceder a la cumbre; elegir la izquierda, acceder a las impresionantes vistas sobre el rocoso Parque Natural Karwendel. Por el camino habrá gente dedicada a escalar rocas, a apechugar la pendiente encima de la bici, a afrontar a pie el trayecto que tú cubres cómodamente… los habitantes de Innsbruck son muy deportistas. El paisaje acercará a un país creado por los bávaros como colchón ante las temidas envestidas eslavas, un país hermoso, perfecto para ser admirado.

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Información: https://www.innsbruck.info/es/

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