
Cuando Frómista se adelantó al Canal de Panamá
Frómista (Palencia) ·
En este cruce de caminos conviven iglesias de un románico sin parangón y autopistas hidráulicas como un 'hub' de tiempos pretéritosSecciones
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Frómista (Palencia) ·
En este cruce de caminos conviven iglesias de un románico sin parangón y autopistas hidráulicas como un 'hub' de tiempos pretéritosSi hay una palabra que define a Castilla es 'desmesura', que lo mismo vale para las temperaturas que para las distancias, inabarcables como lo son ... los campos de trigo y alfalfa. Lo atraviesa el Canal de Castilla, esa cinta de agua antaño utilizada para transportar mercancías a los puertos del norte y ahora convertida en el flujo sanguíneo de los campos de cultivo. Vengo de Boadilla del Camino, como antes lo hice de Castrojeriz, de Hontanas y hasta del mismo Roncesvalles, del que me separan 329 kilómetros después de dos semanas a golpe de juanete. La gravilla pone la banda sonora y hasta la propia sombra parece que me saca ventaja. Al fondo de la senda está la cuádruple esclusa de Frómista, una suerte de Canal de Panamá mesetario, y el silencio que invadía el cauce artificial se rompe.
El Canal de Castilla, verdadera proeza de ingeniería hidráulica del s. XVIII, sigue siendo en nuestros días de gran utilidad para la economía de Palencia, Valladolid y Burgos por sus usos de regadío y de abastecimiento de agua a más de 200.000 personas. Un proyecto faraónico de navegación interior que llevó casi un siglo de obras y que discurre a lo largo de 207 kilómetros. El recorrido del agua está dividido en tres grandes ramales y es el primero de ellos, el del norte, el que riega las tierras de Frómista; el tramo de mayor desnivel y que por ese motivo llega a acumular 24 esclusas. Sólo en este pueblo hay cuatro, lo que convierte a Fromista en una especie de 'hub' de tiempos pretéritos. Se puede recorrer en barca, en bici, a caballo o simplemente a pie, y brinda la posibilidad de disfrutar de recio paisaje castellano, entre campos de cereal, girasol y remolacha.
2:30 horas por la AP-68 desde Bilbao (media hora menos desde Vitoria), AP-1 hasta Burgos, de allí a Osorno (A-231) y la A-67.
Al otro lado del curso de agua que se derrama en cascadas están las vías del tren y más allá el pueblo, con sus edificios bajos y el ocre en cada fachada. Se agradece, y más viniendo de esa península de casas vacías que retrata David Uclés en su última novela. En 1066 se fundó aquí un monasterio del que queda sólo una iglesia, San Martín de Frómista, construida en 1083 y reconocida a día de hoy como una de las cumbres del románico en Europa. Por una vez, los padres de la patria estuvieron vivos y fue declarada Monumento Nacional ya en 1894, lo que permitió hacer obras de restauración y salvar el templo de la ruina. Consta de tres naves de medio punto, cada una con su ábside, y un cimborrio (una especie de cúpula) octagonal en el crucero. A pesar de la sencillez del edificio, y como en toda iglesia románica, destacan los capiteles de las columnas del interior y los 315 canecillos (la cabeza de las vigas que asoman al exterior) que recorren los aleros de sus varios tejados. Su estado de conservación se debe a la controvertida restauración llevada a cabo en la última década del siglo XIX, ya que la intervención borró de los canecillos tallados todo rasgo de contenido explícitamente sexual. Así las cosas, el edificio actual es un reflejo tanto de las sensibilidades del siglo diecinueve como las de los hombres y mujeres de la Edad Media.
En lo tocante a la buena mesa, estamos de suerte, sobre todo en lo referido a la carne. Dos son aquí los productos estrella: el lechazo asado al horno de leña y los pichones -esta es tierra de palomares, no lo olviden- que combinados con un buen vino -los cistercienses y el Camino tienen buena culpa de tanto viñedo- hace que merezca la pena detenerse en cualquier taberna, posada o bodega. No me miren así, que ya lo dice el refranero: «Tripa vacía, corazón sin alegría». El queso puro de oveja y curación añeja es otro de los productos típicos. También destacan los escabeches, que en Palencia acostumbran a ser de perdices y, cómo no, de pichones. En la repostería, destacan las rosquillas de palo, los blanquillos o sequillos, y las magdalenas. ¿Se puede pedir más?
El 'Juan de Homar' navega por el Canal de Castilla, entre Frómista -sjunto en la cuádruple esclusa- y Boadilla del Camino, en paralelo a la Ruta Jacobea. El servicio sólo cierra en febrero, el resto del año funciona todos los días salvo el martes. Son 5 euros por persona y se reserva en el teléfono 673 368 486.
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