
Excursión | La mejor época del año para descubrir las fuentes más caprichosas del Valle de Mena
Valle de Mena (Burgos) ·
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Ahora es el momento. Ahora es buen momento para irse a mirar, escuchar y sentir las fuentes del Cadagua. Ahora que llueve y los cauces subterráneos están repletos es cuando las fuentes del Cadagua visten sus mejores galas y cuando desvelan con la misma transparencia ... de sus aguas los secretos manantiales que alimentan sus primeros pasos a la luz.
En realidad el Cadagua es un río que nace ya crecido. Nace adulto después de recorrer las entrañas de la burgalesa sierra de La Peña o de la Magdalena y luego se asoma al cielo a capricho y, según quiera vaciarse más arriba o más abajo, sale solo por una cueva o por decenas de pequeños agujeros. Ni siquiera deja acercarse a su boca mayor cuando escupe agua con tal fuerza capaz de llevarse por delante lo que se le imponga. Así ha hecho durante milenios con los pedruscos que ahora salta y remueve en cada avenida. Las rocas están allí vestidas de abrigos verdes, forradas por espesos musgos y entre ellas el río dibuja saltos y saltitos, melenas blancas y cascadas, mientras busca camino hacia el valle a través de un precioso bosque de ribera.
Para los de aquí es un río muy vizcaíno, no en vano Bilbao bebe también sus aguas, pero de sus 57 kilómetros de recorrido 23 los hace por el burgalés valle de Mena, que desde siempre vertebra y riega. Al mar no se va directo, lo hace embarcado en el Ibaizabal, al que se pliega en la ría en las puertas de Barakaldo.
Le llamamos Cadagua porque es la primera aldea que le queda cerca de las fuentes, pero siempre fue el río Salcedo o Salcedón. Pero el nombre de Cadagua le queda bonito y hasta puede hacer honor a los caprichos de sus saltos iniciáticos. Quien repita numerosas visitas a su cauce primario descubrirá que casi siempre lo ve distinto y encuentra cascadas diferentes y ahí es donde le viene a propósito eso de Cadagua.
Subir y arrimarse al manantial en la Cencerrona, que también dicen el Bocarrón, cuando el río está bien alimentado, es tarea imposible sin casi jugarse la vida. Lo de Cencerrona se entiende cuando se escucha bramar al río desde cualquiera de las bocas de la surgencia kárstica bajo la peña. La cueva grande, el Bocarrón, suelta un atormentado torrente pero por sus costados, por debajo, por todas partes, surgen pequeños arroyos que liberan agua enérgicamente.
Arriba la peña pone su barrera inaccesible. Más abajo el río se desliza amansado en pozas brillantes y entonces lo acompañan los alisos, algunos robles, fresnos y chopos haciéndole el cortejo forestal.
La aldea de Cadagua solo ve a su río de lejos, escondido en el bosque, aunque lo escucha siempre. Más allá, Lezana lo vigila desde la torre del castillo de los Velasco, y Sopeñano y Villasuso le dejan pasar a sus pies remansado en pequeñas cascadas en las que casi siempre nadan patos y gansos a la sombra de estiradas choperas.
Ahora que llueve es buen momento para escuchar al Cadagua revolverse en la Cencerrona y saber dónde están sus fuentes cristalinas.
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